Máximo Cavazzani, un porteño de 28 años, estudió Ingeniería en Sistemas en el ITBA. En 2012 Apalabrados , su versión del Scrabble para celulares, aterrizó con éxito en los móviles españoles. Y este año su juego Preguntados batió todos los récords de descargas y ya llegó alprime time televisivo. Desde sus oficinas en Villa Urquiza, Cavazzani representa la máxima aspiración de muchos jóvenes estudiantes de Sistemas que integran la denominada Generación Y: fundar su propia empresa. Quienes nacieron entre 1980 y 1995 han resultado un verdadero desafío para los directivos y especialistas en Recursos Humanos, como lo atestigua la abundante bibliografía sobre el tema.
En un contexto en el cual el sector de TI crece sostenidamente, las empresas necesitan más profesionales que los que egresan de las universidades. Y apelan a los más variados argumentos para atraerlos, ya que los buenos salarios pueden no resultar suficientes. Toda la batería de prácticas de gestión que apuntan a mejorar el balance entre vida laboral y personal está diseñada, en gran parte, para contener y “mimar” a este segmento.
Códigos de vestimenta relajados, horarios flexibles, oficinas con espacios destinados a la relajación y el entretenimiento, viandas saludables, descuentos para la adquisición de tecnología, tolerancia para la realización de viajes que excedan las licencias reglamentarias. Un llamativo menú de beneficios está sobre la mesa, pero los gerentes se desesperan: nada parece suficiente para esta generación. Conscientes de que sus competencias son un bien escaso en el mercado, estos profesionales hacen sentir su valía en las entrevistas laborales a las que concurren: ellos son los que hacen las preguntas a quienes aspiran a convertirse en sus empleadores.
Damián Di Masso, manager de la consultora Page Group, revela que las compañías ponen requisitos muy específicos a la hora de buscar candidatos para determinadas posiciones y esto hace que la oferta salarial escape a cualquier escala de mercado: se han llegado a ofrecer hasta 40.000 pesos brutos para un desarrollador de Java, un perfil que difícilmente supere los 30 años.
Parecería una oferta difícil de rechazar, pero estos jóvenes no se mueven solo por dinero.
El clima de trabajo, la flexibilidad, la posibilidad de experiencias internacionales pueden despertarles mayor interés. Claro que no todas las empresas pueden concretar una oferta variada de beneficios y esto genera el terreno fértil para que muchos de estos profesionales apuesten a desarrollar sus emprendimientos propios. Cada vez es más habitual que las empresas grandes tercericen soluciones puntuales de software en compañías pequeñas que así dan sus primeros pasos.
Quizás la solución al enigma sea más simple de lo que parece: no todos quieren trabajar en una gran empresa. Hijos de familias vapuleadas por las sucesivas crisis, los jóvenes desconfían de las corporaciones.
Y están en una etapa de la vida en la que pueden permitirse que el interés por un proyecto sea más importante que el salario.
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