Cuando tratamos de discernir las razones que han propiciado que una empresa crezca o decrezca, se convierta en un éxito o en un fracaso, solemos tropezar en la creencia de que sabemos mucho más de lo que sabemos. Es decir, que todo tiene una relación causa efecto clara y sin fisuras, en vez de una suerte de caótico figura de fichas de dominó cayendo unas empujadas por otras por diversos factores coadyuvantes.
Esta sensación se agudiza cuando tratamos de explicar el éxito de una empresa en función de las competencias de su director general, como demostró Philip Rosenzweig, profesor de una escuela de negocios con sede en Suiza, en su libro The Halo Effect (podéis leer más sobre el efecto Halo en¿Cómo juzgamos a Donald?
Si nos fijamos en una empresa exitosa, como Google, y preguntamos a expertos en gestión empresarial que nos digan qué les parece el director general, la mayoría manifestarán que es un hombre flexible, metódico o decidido. Sin embargo, si en una compañía las cosas han ido a peor al año siguiente (algo que sucede con bastante frecuencia, pues hay ciclos económicos que parecen obrar bastante a expensas de lo que hagan sus trabajadores y directores generales), entonces los gestores admitirán que estamos ante un director general confuso, rígido y autoritario.
Tal y como lo explica Daniel Kahneman en su libro Pensar rápido, pensar despacio:
El efecto halo nos hace invertir la relación causal hacia atrás: tendemos a creer que la empresa fracasa porque su director es rígido, cuando la verdad es que este parece rígido porque la empresa fracasa. (...) El e fecto halo y el sesgo del resultado se combinan para explicar la extraordinaria atracción por los libros que tratan de extraer alguna moraleja operativa del examen sistemático del éxito empresarial. (...) La comparación de empresas que han tenido más o menos éxito es en buena medida una comparación entre empresas que han tenido más o menos suerte. (...) En presencia del azar, los patrones regulares solo pueden ser espejismos.
Nuestro cerebro, sin embargo, odia la incertidumbre, así que prefiere creer en historias narrativamente sólidas que identifiquen claramente el motivo de un éxito o un fracaso, ignorando el papel determinante de la suerte y la inevitabilidad de la regresión.
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