lunes, 29 de diciembre de 2014

Que la inocencia te valga…

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La inocencia puede ser planteada como un estado candidez o de falta de culpas. La frase “que la inocencia te valga” identifica a las bromas típicas del 28 de diciembre, “El día de los inocentes” y resume otra de larga data: “Que los Santos Inocentes vengan en tu ayuda“, o sea, que ellos te guarden de los peligros de tu candidez. El día de los Inocentes evoca la masacre de criaturas ordenadas por Herodes, rey de Judea,  que coincidió en los primeros tiempos con el Día de Reyes. En Roma llegó a ser Jornada de duelo y ayuno, y en la Inglaterra medieval de azotes a los niños. La fecha cambió más adelante de sentido y el espíritu de penitencia dio paso al de alegría, con la santificación de los pequeños.
En algunos conventos, el novicio más joven era designado abad durante las tres semanas previas. Pronto la celebración pasó al mundo laico y con ella a la práctica de bromas alusivas y falsos titulares con que algunos diarios aluden a los chascos. Todo engaño es de esperar en ese día.
Hay cinco palabras consabidas  “¡que la inocencia te valga!”, que son las que finalmente desbaratan este juego de engaños.
El Día de los Santos Inocentes conmemora la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. El episodio cuadra con la crueldad de Herodes, bien conocida y documentada.
Cómo surgió este hábito. Muchos no conocen su verdadero significado porque el hábito actúa de modo silencioso sin importarle la realidad. Por eso se hizo costumbre realizar en esta fecha bromas de toda índole o tergiversar contenidos de tal modo que la información parezca real.
Entre las bromas está la de pedir prestados objetos o dinero, y el prestatario es libre de apropiarse de los bienes. Este tipo de festejo disminuyó en los años recientes, y ya no es usual que la gente pida prestado con la esperanza de que el prestador no recuerde la fecha y se le pueda burlar con la muy popular frase:  «Inocente palomita hoy, en el día de los inocentes, te dejaste engañar», «Que la inocencia te valga»
La tradición popular, pese al peligro que entraña, lo convirtió en el día para gastar “bromas inocentes. En los países anglosajones se celebra una fiesta similar el 1 de abril  ( “día de los tontos“), donde hay que ir con mucho cuidado porque te pueden hacer inocentadas, gastar muchas bromas y decir mentirijillas, el único día del año en que  que están permitidas. Y al final del día más de uno recibe su declaración de inocencia.
Del 28 al 31. En algunos días llegará el fin de año, momento de reflexionar y conformarte con llegar sano y salvo, aunque sólo hayas concretado pocos de tus modestos deseos. Y en el recuerdo te remontarás al día en el que trazaste los buenos propósitos para este año que termina. Ese día en el que te sentiste dueño de tu vida y de tu futuro, con simples pensamientos como voy a hacer esto y aquello.
Lo que no pudiste realizar, no se pierde, figurará en la primera hoja de la agenda 2015. De ese modo recuperas la inocencia y el optimismo te llevará a reprogramar las asignaturas pendientes. Podrás echarle la culpa a este año tan caótico que conspiró contra tus planes, pero que despertó en ti nuevos apetitos que ahora deseas atender. Quizás decidas aligerar la carga para echarte al hombro lo nuevo que se suma a la lista.
Y recuperarás la inocencia como muchas culturas primitivas, según las cuales a fin de año se volvía a nacer al igual que el mundo.
La experiencia te demostró que no se puede empezar de nuevo, desde cero. Que no vives en un tiempo circular, como tus antepasados, sino en un tiempo lineal que opera por acumulación. Tal vez por eso las fiestas también te deprimen. Desacralizado el rito de renacimiento, se hizo costumbre. Una costumbre que repites sin sentido y sin conocer su significado original. Repetir ritos sin su contenido trascendente te lleva al pesimismo.
Pero algo te queda del hombre primitivo. Por eso llenas inocentemente de buenos propósitos la primera página de la agenda, crees que vas a arreglar lo pendiente y lo escribes, seguro de que podrás dominar al caos y, en el año que estrenas, intentarás inventar la historia una vez más.
El rey está desnudo. Este cuento de Christian Andersen narra la historia de un rey vanidoso, que solía mostrar sus riquezas a los súbditos; hasta que un buen día, unos estafadores le ofrecen un vestido de piedras preciosas e hilos dorados que, además de ser carísimo, tenía una propiedad mágica: los tontos no lo podían ver. Ni el rey ni sus ministros, podían verlo, pero no lo decían, por razones obvias. Pero un buen día el rey hace su presentación en público, vestido con él. Entonces el grito inocente de un niño puso en evidencia la verdad: el rey estaba desnudo.
La moraleja que deja es que ante la falsedad de ciertas teorías algunos no pueden ver el engaño, otros lo ven pero no hacen nada para no parecer tontos, varios porque no lo quieren ver y las mayorías porque son manipuladas. Así se suben al Titanic y se dirigen con energía hacia el golpe fatal. Los países no mueren, los que naufragan son los pasajeros y los que se salvan son los dueños del barco y sus amigos.
Antes del choque otras mentes lúcidas e inocentes te advirtieron que el rey estaba desnudo. Tienes dos orejas y sola lengua para escuchar el doble de lo que dices. Escucha: tienes tiempo para cambiar. En lugar de ser reactivo y resucitar siempre de las cenizas como el ave fénix, se capaz de aprovechar proactivamente tus recursos y oportunidades. Para Séneca no existen vientos favorables si no sabes a dónde vas. Si no cambias ahora ¿cuándo? Eres inocente de culpa y cargo. Que la inocencia te sirva como recurso y no como condena a fracasar. Que la inocencia te valga.
Presunción de inocencia. La presunción facilita la vida, permite pensar que las cosas ocurrirán normalmente, que al día le sigue la noche y en todo lo que hace la vida amble y predecible. Sin presunciones deberíamos desconfiar de todo y no podríamos hacer nada. Por eso actuamos con inocencia y utilizamos el lenguaje como puente de comunicación.
Las presunciones del lenguaje son que comprendes lo que te dicen, que piensas que expresan algo verdadero y que el interlocutor tiene un interés particular en lo que dice. Las presunciones, cualquiera sea su forma, son como formas de vida que una comunidad usa para  diferenciar las respuestas correctas de las desviadas. Ningún enunciado es inocente, implica algún tipo de evaluación, por lo tanto, ya sea que la aceptes o que la rechaces, es la regla que da origen a tus razonamientos.
Rechazar una presunción inicia un ciclo de argumentaciones diversas que debes considerar en su debido contexto. El efecto de la presunción es invertir la carga de la prueba para quien no esté de acuerdo. Ahora bien cuando intentan engañarte, el contrato de buena fe queda suspendido. Si usan medias palabras para confundirte, si te mienten, si te venden algo que no tiene valor, debes convertirte en maestro de la sospecha.
Y eso te debilita porque la mala fe te mueve a defenderte y la buena fe te lleva a crear.
Sería bueno que te recuerden como un hombre inocente. Es decir, incapaz de hacer daño; “no nocivo”. Incapaz de hacer daño, pero no ingenuo o indiferente. Como un hombre al que no le vendían gato por liebre y que se preocupaba y le dolía el sufrimiento, en su país y en el mundo.
Dr. Horacio Krell.. CEO de Ilvem. Mail de contacto horaciokrell@ilvem.com

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