La mayoría del tiempo no somos conscientes del brillante acto de equilibrio que fue, y sigue siendo, para nuestra especie el lograr la postura erguida.
En condiciones “ideales”, y por tanto inexistentes, la situación normal sería ser livianos, libres, e inconscientes de que nuestra postura bípeda es una performance de equilibrio móvil, dinámico y en constante desafío. Momento a momento perdemos la estabilidad y la recuperamos eficiente y eutónicamente. En condiciones ideales todas las opciones de respuesta estarían siempre abiertas para nosotros, y seríamos libres de elegir según las circunstancias presentes.
Pero la vida es lejos de ideal. Aunque todos venimos a este mundo con el mismo diseño de trama básico, no nacemos ni simétricos, ni perfectamente equilibrados ni completamente ambidextros. A medida que elegimos, gustamos y preferimos algunas opciones sobre otras, usando lo que funciona y da resultados rápidos, tironeamos y torcemos los hilos de nuestro diseño básico, acomodándolo a nuestros gustos.
Esto hace que la próxima vez que haya que escoger, la opción tomada anteriormente sea la más fácil de tomar. Con el tiempo ya no hace falta escoger “conscientemente”: podremos volver a la “neutral” relativa mientras nuestro tejido sea joven y elástico, pero nuestra elección favorita se ha establecido como el “preset”.
Cuanto más elegimos los mismos caminos una y otra vez, tanto más se vuelven parte de quien creemos ser, quienes “nos sentimos” ser. Eventualmente la elección se vuelve parte de nuestra auto-definición, queda grabada en el grano mismo de nuestra trama.
Todas las torciones, estiramientos y tirones habituales del tejido, y todas las contracciones y rigideces se fijan. A medida que nuestro tejido envejece y se pierde elasticidad, se vuelve cada vez más difícil volver a la “neutral” y poder elegir y sostener una serie diferente de torciones y estiramientos sobre el tejido.
A medida que nos convencemos que las torciones y estiramientos del tejido son de hecho nuestro “neutral” y “natural” diseño básico, todas las otras opciones posibles de moldear el tejido se desvanecen de nuestra consciencia. Al desvanecerse se “pierden” temporariamente en esa lugar inefable que se ha vuelta para nosotros “lo desconocido”. Allí permancerán latentes hasta que elijamos partir a la búsqueda de nuestro potencial perdido, hasta que salgamos a mapear “lo desconocido”.
“Lo incognoscible” estará por siempre escondido de nuestros sentidos humanos. Pero “lo desconocido” estará por siempre allí, esperando a que lo mapeemos y así reclamemos nuestra herencia suprema.
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