Un fantástico artículo en The Guardian, titulado “Educating Britain’s young people for the next industrial revolution“, ofrece un buen número de claves sobre cómo aterrizar las ciencias de la computación en los procesos educativos, y genera además auténtico pavor y desconfianza en el futuro cuando comparamos las iniciativas que están acometiendo en otros países con el paupérrimo estado de la educación en países como España.
Introducir las ciencias de la computación en el curriculum educativo implica, en primer lugar, diferenciar entre las tecnologías de la información y las ciencias de la computación como tales. Mientras las tecnologías de la información se ocupan de la aplicación de los sistemas informáticos para resolver problemas del mundo real, las ciencias de la computación tratan de comprender y explorar el mundo que nos rodea, tanto natural como artificial, en términos computacionales. Otorgar a la computación el rango de ciencia, al mismo nivel que la física, la química, la biología o las matemáticas, es lo que genera la gran diferencia: los cursos “que no cuentan para la media”, la visión de simple “herramienta” para escribir, hacer presentaciones o calcular, o el foco en la aplicación práctica en lugar de en la conceptualización no van a llevarnos a ningún sitio. Mientras los responsables de la educación, desde el más alto nivel ministerial hasta el del profesorado de base, no entiendan esta diferencia, no estaremos preparados para tratar de obtener resultados concluyentes. Por un lado, las ciencias de la computación tienen que alcanzar su rango como ciencia. Por otro, las tecnologías de la información tienen que consolidarse como una herramienta metodológica utilizada de manera natural en el aprendizaje de todo el resto de disciplinas.
En el caso del Reino Unido, la integración curricular parte de un documento detallado al que ha contribuido un importante grupo de expertos, que abarca todos los niveles de la educación (desde los cinco años en adelante), que fue producido en el año 2012 y que, por supuesto, está siendo complicado implantar. Pero las complicaciones, por otro lado previsibles, no impiden que el cambio tenga todo el sentido del mundo: hablamos de una oportunidad enorme de creación de valor a través de la adaptación de la oferta de formación a la demanda de profesionales que necesitan las empresas de todo tipo. Para tratar de acomodar la transición, además lógicamente de ofrecer formación a los profesores, se pueden utilizar herramientas de diversos tipos que ofrezcan acceso a la educación a todos los niveles sociales, independientemente de su nivel de renta.
No me canso de escribir sobre el tema: metodológicamente, seguir basando la educación en el mismo tipo de procedimientos que usábamos en un mundo anterior a Google no tiene ningún tipo de sentido. Jugar a desarrollar las habilidades memorísticas o a utilizar herramientas anticuadas cuando la inmensa mayoría de los conocimientos que podemos necesitar en un momento dado están a un solo clic de distancia es sencillamente absurdo, como lo es desarrollar algún tipo de implicación emocional con metodologías que simplemente representaban la manera adecuada de hacer determinadas cosas… hace muchísimos años. Pero también lo es poner en el mercado alumnos que no tienen la menor idea de cómo funciona la tecnología en un mundo en el que están completamente rodeados de objetos programables.
Manejar nociones de hardware, software y diseño es una manera evidente de preparar a los alumnos para el entorno en el que, sin ningún genero de dudas, van a desarrollar toda su vida. Pero sobre todo, es intentar que la educación se convierta en lo que realmente debe ser: en una fuente de oportunidades para el futuro, a todos los niveles: el de las personas, el de las empresas, y el de los países. Ejemplos como los del Reino Unido, con ya varios años desde el inicio de su implantación, ofrecen oportunidades interesantísimas a otros países que quieran beneficiarse de su experiencia, aprender con cierta perspectiva y tratar de solventar algunos de los problemas encontrados en la implantación. Quienes se queden fuera, sea al nivel que sea, estarán perdiendo oportunidades y competitividad en el futuro.
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