“El fracaso es parte de la vida”. Lo dice Andy Freire, uno de los emprendedores más exitosos de la Argentina. Referente del entrepreneurship habla sobre la importancia de la “cultura emprendedora” en las economías del siglo XXI y da consejos para lograrlo.
Lo de Andy Freire no es innato, pero casi. Le corre por la sangre, le salta por los poros: organizar, movilizar, inspirar. Es que hay una frase que se le volvió una obsesión –y que no solo la aplica para sí mismo–: “Ser el dueño de mi propio destino”. Acaso, esa sensación de libertad fue el motor que lo llevó a ser uno de los emprendedores más renombrados por estos lares (y alrededores).
Su primer gran proyecto, Officenet, dedicado a la distribución de materiales de oficina–, alcanzó, en cinco años, ventas por ¡ochenta! millones de dólares (hay otro dato: más de mil personas fueron parte de esta movida que se expandió a toda Latinoamérica). Pero la llamita ya se le había prendido a sus 18 años, cuando, junto a varios amigos, creó la Fundación Iniciativa, una ONG que fomentaba el liderazgo entre los jóvenes: más de diez mil compatriotas se formaron en sus diferentes programas. Tenía una creencia: “Para modificar las cosas hay que participar”.
Con el tiempo, le aparecieron más convicciones (ya es la tercera y, sin proponérnoslo, con esta nota podríamos confeccionar un ABC Freire): “Las economías del siglo XXI necesitan de los emprendedores para impulsarse”. ¿Para tanto? Sí, porque son sinónimo de innovación y empleo, amén del don que tienen para cambiar ágilmente. Que lo explique él:“Los países más desarrollados no son los que disponen de más recursos naturales, sino los que pueden acumular mayores niveles de conocimiento”.
Los que generen sus propios recursos ya no dependerán de circunstancias externas, como el precio del barril de petróleo o los milímetros de agua que cayeron en el año”. Y recurre a las irrefutables estadísticas: “Un informe del Banco Mundial llega a la conclusión de que el conocimiento de los hombres vale cuatro veces más que todo el capital físico del planeta. Las naciones que entienden eso son dueñas de sus propios destinos. Por ende, son estables. Pero para que eso acontezca, la sociedad debe valorar el rol del emprendedor”.
La satisfacción mayúscula de este entusiasta de 42 años, esposo de Romina y padre por cuatro –Tommy, Mateo, Sol y Emi–, pasa por auxiliar a todos aquellos que quieran tirarse a la pileta (sobre todo, para que la zambullida sea lo más alentadora posible). Por ese motivo, presidió la Fundación Endeavor, que identifica a emprendedores de alto impacto, dándoles apoyo estratégico para que sus compañías accedan a un próximo escalón.
Taekwondista en el pasado (hasta ostenta un título sudamericano), jugador de squash y amante de la meditación, Freire habla –lo enfatiza una y otra vez– sobre promover la“cultura emprendedora”. “Todo aquel que tenga vocación, ganas y capacidad, debe hallar las facilidades para poder hacerlo correctamente. Ya sea porque el contexto deja de ser un obstáculo y se convierte en una ayuda, o porque tiene las herramientas para concretarlo. Tenemos que concientizarnos de que esta es una actividad individual, pero que nos beneficia a todos”, define este hincha de River, hijo de una profesora de Inglés y un traumatólogo, y fundador de Axialent, Restorando, Quasar Ventures y Avenida..
Ok, pero la predisposición a veces no basta en este país
Es cierto. Los que emprendemos sentimos que el ambiente que nos toca afrontar es hostil, que hay trabas, que es complicado financiarse, que las reglas de juego son difusas, que los escenarios mutan abruptamente, etcétera. No obstante, ese pensamiento, que puede ajustarse a una descripción precisa de lo que realmente sucede, no deja de ser una trampa de difícil escapatoria. ¿Por qué? Porque solo se enfoca en una perspectiva: la mala. Si nos quedamos en ella, perdemos, automáticamente, la amplitud para explorar las ventajas que surgen de entornos como el argentino. Suena increíble, pero son este tipo de medios los que favorecen la proliferación de nuevos negocios. Los desafíos extras que se nos presentan a diario son directamente proporcionales a las oportunidades que aparecen. Nosotros tenemos una capacidad de adaptación y un instinto de supervivencia espectaculares.
Dijiste algo interesante en una entrevista; que la Argentina es uno de los países con mayor número de emprendimientos registrado, pero que a la vez, esos proyectos no superan el cuarto de vida
Hoy es así. Hay una cantidad considerable de personas que tienen afán de emprender, pero a la mayoría no les va bien. Hay dos fenómenos que lo constatan: el primero se refiere a la sociedad. Insisto, debemos cuidar más a los emprendedores: a nivel educativo, fiscal, de infraestructura, de acceso a financiación, de valoración cultural… A mayores herramientas, menor probabilidad de fracaso. Hay que apuntar a reformular la expresión “cómo lograrlo, sobre todo en este país” por “cómo fue que no lo lograste, sobre todo en este país”.
¿El segundo fenómeno?
En la Argentina, muchos emprenden por necesidad y no por vocación. Ejemplo: alguien que se queda sin trabajo y, con la indemnización, se lanza a armar un negocio. ¿Qué pasa? Se apuran, no planifican lo suficiente y se cometen errores propios de la presión por obtener ingresos rápidos. Un emprendimiento hay que desearlo verdaderamente. Hacerlo porque “no hay otra salida” es un comienzo nefasto.
A animarse
Su devenir en un trabajo en relación de dependencia duró un suspiro. Lo que más disfrutaba era ese cafecito recreativo que tomaba con Santiago Bilinkis, pergeñando cómo edificar su propia empresa (así nació Officenet). A Freire siempre lo apasionó lo mismo: tomar el toro por las astas… y aventurarse. Y compartir el modus operandi, ya sea en sus participaciones en programas de radio y televisión (en 2013 condujo el reality show El emprendedor del millón), en su seguidísima cuenta de Twitter, o en sus libros (Pasión por emprender, 50 claves para emprendedores, El 5% de tu tiempo para cambiar el 100% de la vida de alguien que lo necesita, y el más reciente, ¡Libre!: el camino emprendedor como filosofía de vida).
“Para abrazar cualquier sueño, hay que animarse. Despojarse de lo que nos ata e interpretar que el fracaso es una chance. Solemos fantasear con que si nos va mal, no nos recuperaremos. Eso es un mito: siempre podemos ponernos de pie”, aconseja quien fue designado, en 2008, uno de los “100 Líderes Globales del Mundo”.
Fracasar tiene muy mala prensa…
Dejemos de estigmatizar el concepto asociándolo con un universo de significados negativos. No tiene por qué ser así. Conozco dos clases de personas: los que fracasaron alguna vez… y los que todavía no lo admitieron. El fracaso no es una opción, es parte de la vida. Hay que asumirlo como tal. En otras sociedades, se traduce en experiencia y en una ocasión para instruirse y avanzar. Tener una mirada madura frente a la posibilidad de que no nos vaya como esperamos es un paso gigantesco para poder ir detrás de lo que soñamos sin que parezca una proeza hacerlo.
¿Qué tiene que cumplirse si o si para que un emprendimiento marche sobre ruedas?
Es fundamental comprenderlo. Para eso, hay que investigar. Y, luego, capacitarse para saber qué hacer con eso. Hay que analizar si lo que en mi cabeza funciona se replica después en los hechos. Muchos caen en la tentación de trasladar su proyecto a la práctica sin escanearlo, previamente, por el “plano de la viabilidad”: o sea, estudiar el mercado global y local, los posibles consumidores, el nivel de escalabilidad, la competencia, los proveedores, etcétera. Tener una idea es fácil, tener una idea exitosa es un poco más complejo… tener una idea exitosa que se pueda implementar lo es todavía más.
En esa linea, ¿debemos apostar a la “ide o a recetas probadas?
El negocio más redituable es aquel que aporta un diferencial. Pero no existe un “deber ser”: cualquiera de las dos elecciones es viable. Una implica más inversión y riesgos; la otra, menos. Cuento una anécdota: en la universidad acudí a un seminario de Fernando Oris de Roa, fundador de San Miguel –principal productora y distribuidora de limones en el mundo–. Durante su exposición dijo algo que me marcó para toda mi carrera: “Mientras en Estados Unidos y Europa todos buscan crear ‘la’ idea’, en países en desarrollo como los nuestros lo que hace falta es buscar viejas ideas e implementarlas mejor que los demás”.
¿Entonces?
Para mí, en América Latina existe margen para inclinarse por lo que resultó en otros lugares. Si nuestro mercado fuese tan dinámico y estuviese súper explotado, ahí sí sostendría que habría que ir por lo inédito, lo renovador. Pero si ya hay un modelo del que se puede aprender y, además, es un negocio extraordinario, ¿por qué no hacerlo? MercadoLibre hizo eso con la fórmula eBay, y es uno de los sitios de e-commerce que más facturan. Ojo, nada se hace a cualquier precio.
¿A que te referís?
A que si soy banquero y me quiero poner un restaurante porque me parece rentable, pero no tengo la más pálida noción de cómo opera, seguramente me cueste mucho. Tal vez, habría que encabezar un emprendimiento vinculado a actividades anteriores.
Aguardar el momento “perfecto”, ¿no es enemigo para poner primera?
¡Enemigo mortal! No existen las situaciones ideales o, al menos, nunca fui testigo de ninguna. Condicionarnos a una eventualidad que difícilmente ocurra –y que, como si fuera poco, no obedece a uno– es una maravillosa excusa para posponer algo que, en efecto, no queremos hacer o nos provoca mucho miedo.
Claves para invertir
Yo invertiría de acuerdo con las siguientes variables: originalidad, crecimiento a futuro, y aceptación del producto o servicio por parte del consumidor… Por último, hay que detenerse en cómo conseguir una posición dominante en el mercado que nos permita una ventaja competitiva sostenible.
¿Cuál debe ser a actitud del emprendedor que se precie de tal?
Hay que ser un gran localizador de oportunidades, un observador constante. Y accionar: ¿qué hacemos con eso que detectamos? Básicamente, un emprendedor es quien tiene la vocación de lograr que las cosas sucedan. Es tomar una idea y transformarla en una realidad.
Consejos para convertirse en emprendedor:
Aprender a decir no:Es necesario establecer una agenda sujeta a los deseos propios, y no a los ajenos.
Olvidarse de la perfección: El perfeccionismo se convierte en un pasivo. Cuanto más se pulan detalles, más lento se moverá el negocio. “Hecho es mejor que perfecto” es la frase.
Trabajar muchas horas:Es una ilusión la idea de que se trabaja poco tiempo o desde una playa. Por eso, es importante encarar un proyecto que apasione.
Sobrellevar el aislamiento social:Mantenerse en contacto con antiguos colegas, trabajar desde una cafetería o encontrar un espacio en la oficina de un amigo.
Horario:Estar a cargo no significa deshacerse del reloj. Tener un horario ayuda a ser disciplinado y productivo.
Reserva económica:De ser posible, ahorrar lo suficiente para solventarse entre tres y seis meses. Esa seguridad permitirá enfocar la energía en la construcción del nuevo negocio, y no en cómo pagar las cuentaartus.
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