jueves, 2 de julio de 2015

El Ambiente Global: Nuestra Casa Común

http://www.claseejecutiva.cl/blog/2015/06/el-ambiente-global-nuestra-casa-comun/ 

Los impactos locales son muy importantes, pero la humanidad tiene la capacidad de producir cambios a nivel planetario: ¡evitarlos es hoy el principal desafío en materia ambiental y social!

¿Qué ocurre con el consumidor chileno? ¿Pueden las empresas locales sentarse a esperar que los consumidores exijan productos ambientalmente más amigables? Podrían hacerlo, pero es una mala estrategia y se pierde una gran oportunidad.

PIENSE GLOBAL PERO ACTÚE LOCALMENTE

Como es natural, el cuidado del ambiente comienza por lo que tenemos más cerca. Como nuestras acciones tienen, principalmente, efectos locales, la consonancia entre nuestras acciones y sus efectos parecía adecuada. Pero hoy sabemos que nuestras acciones tienen efectos más allá de nuestro entorno: pueden llegar a afectar el medio ambiente global. El adelgazamiento de la capa de ozono (un problema global, aunque más agudo en las latitudes extremas) y la interferencia antrópica con el clima (cambio climático) son los dos principales problemas ambientales globales de la humanidad.
La solución de ellos no dependen de un solo país, ni de un grupo de países. ¿Como se abordan entonces estos problemas? Los tratados internacionales (entre países) son la respuesta tradicional. El Protocolo de Montreal (1988) limitó el uso de sustancias destructoras de la capa de ozono (principalmente CFC) eventualmente prohibiéndolos completamente, con relativo éxito: aunque lentamente, el “agujero de ozono” ha comenzado a disminuir.
En el caso del cambio climático la solución es mucho más difícil, porque sustituir los combustibles fósiles como fuente de energía a nivel mundial es mucho más complejo: hoy no existen fuentes de energía que puedan suplirlos en forma práctica y relativamente barata. Por eso las negociaciones han avanzando muy lentamente: después del Protocolo de Kioto ha sido mucho más difícil llegar a un acuerdo, como se detalla en el segundo tema.
En Chile, solo desde 2013 se exige a los vehículos la etiqueta sobre sus emisiones, pero no se exige incluirla en la publicidad de ellos.
Pero hay esperanza: frente al lento avance de los tratados internacionales, países, organizaciones e individuos han comenzado a tomar acciones para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Estas acciones pueden afectar a empresas de cualquier país. Por ejemplo, la Unión Europea ha puesto límites a las emisiones de vuelos comerciales dentro y desde/hacia la UE, aunque se trate de aerolíneas no europeas.
La incipiente campaña mundial para retirar las inversiones de compañías relacionadas con  combustibles fósiles ha crecido rápidamente y ha logrado éxitos que ni sus proponentes esperaban: periódicos como el inglés The Guardian, varias universidades europeas, y hasta la Iglesia de Inglaterra han anunciado su participación en el proceso. El 5 de junio pasado, el Parlamento noruego ratificó que el Fondo Soberano Noruego (el mayor del mundo) retirará sus inversiones de compañías cuyas utilidades provengan de generadoras que utilicen más de un tercio de carbón como fuente energética. Esto significa aproximadamente 9 mil millones de dólares. ¡El riesgo financiero de invertir en carbón hoy es mayor que antes!

HAGA SU PARTE

Estas grandes iniciativas parecen el resultado de líderes extraordinarios, como Bill McKibben de 350.org. “Pero cada ciudadano del planeta puede hacer su parte para nuestra casa común”, como exhorta el Papa Francisco en su Encíclica Alabado Sea publicada el jueves pasado.
Aunque en forma individual cada uno de nosotros es una ínfima parte del sistema económico mundial, la suma de nuestras acciones es lo que lo mueve: después de todo, los bienes y servicios se producen porque los consumimos (con algunas excepciones por supuesto). Si en nuestras decisiones de consumo, además de las características tradicionales (precio, calidad, utilidad, etc.) de un producto o servicio, consideramos sus impactos ambientales, estaremos contribuyendo a reducirlos (¡asumiendo que eso nos interesa!).
Pero eso requiere tener información acerca de dichos impactos. En esto, la Unión Europea lleva la delantera. Aparte de la obligación de reportar emisiones para ciertos productos como vehículos y electrodomésticos, existen iniciativas voluntarias.
Las grandes cadenas de supermercados europeos reportan la “huella de carbono” de los productos que ofrecen para la venta. Un consumidor puede entonces elegir entre una botella de vino francés o una de vino chileno considerando no solo su precio y calidad (¡y sus gustos personales, por supuesto!), sino también la cantidad de CO2 emitido durante el cultivo de la uva, la producción del vino, y el transporte hasta su destino final (incluyendo, por supuesto, las emisiones de la botella, etiqueta, corcho, oficinas centrales, etc.).

EN CHILE, LENTO AVANCE

En Chile hemos avanzado en esta dirección, aunque lentamente. Solo desde 2013 se requiere la etiqueta que informa de las emisiones de los vehículos, pero no se exige incluirla en la publicidad de ellos.
Está claro que los consumidores de países más avanzados son más exigentes en materia ambiental, especialmente cuando se trata de cambio climático, que afectará a todos por igual. Estas exigencias se transmiten a las empresas chilenas a través del comercio global. Si una compañía quiere participar en el mercado mundial, tiene que no solo cumplir con las regulaciones, sino también ofrecer un producto atractivo para un consumidor ambientalmente más exigente.
Pero ¿qué ocurre con el consumidor chileno? ¿Pueden las empresas chilenas sentarse a esperar que los consumidores exijan productos ambientalmente más amigables? Pueden, pero creo que es una mala estrategia, y se pierde una gran oportunidad.Aunque hoy más que nunca  existen preocupaciones sociales más urgentes, la demanda por una mayor calidad ambiental ha estado siempre presente en la ciudadanía.
Empresas lideres como aquellas que participan en mercados internacionales pueden aplicar las buenas prácticas que les exigen esos mercados a nuestro país.  Eso sería un gran avance, y proporcionaría una ventaja competitiva importante.

COMPROMISOS INTERNACIONALES Y LA POLÍTICA AMBIENTAL LOCAL: CHILE Y LA CUMBRE DE PARÍS 2015

POR FRANCISCAREYES MENDY, PH.D.
Profesora Instituto de Ciencia Política, UC.
En diciembre se llevará a cabo en París la 21ª Conferencia de las Partes (COP 21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) con el objetivo de lograr un acuerdo global y vinculante que permita luchar eficazmente contra el cambio climático, impulsando una transición hacia sociedades y economías resilientes y bajas en carbono.
En su reciente visita a Chile, Jeffrey Sachs, asesor del secretario general de las Naciones Unidas en los temas relacionados con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, enfatizó que esta reunión, posible después de años de arduas y largas negociaciones, debía mostrar resultados concretos, ya que “nosotros somos la primera generación de la humanidad en enfrentar una crisis ambiental planetaria y nos estamos quedando sin tiempo”.
Asimismo, la encíclica papal “Laudato Si”, publicada este jueves, advierte, entre otros, sobre la realidad y urgencia del calentamiento global, problema que reconoce principalmente como el resultado de la actividad humana, e insta a reemplazar “progresivamente y sin demora” el uso de combustibles fósiles muy contaminantes, apelando a la importancia de contar con instituciones internacionales fuertes, eficientes y organizadas que permitan lograr un “consenso global para enfrentar problemas más profundos que no pueden ser resueltos por medidas unilaterales de países individuales”.
Siendo claramente el problema del cambio climático uno de esos “problemas profundos” que no pueden ser resueltos con medidas unilaterales, cabe preguntarse por el rol de Chile.
Es importante tener presente que si bien Chile no es hoy un país que contribuya en gran medida al total de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial —según la BP 2014 y el FMI, Chile aporta el 0,3% de las emisiones de CO2—, sí enfrenta importantes desafíos tanto en la adaptación a los impactos del cambio climático en diversos sectores (recursos hídricos, silvoagropecuarios, acuícolas y pesqueros, biodiversidad y ecosistemas) como en la mitigación de las emisiones. Sería esperable entonces que ad portas de la COP 21 la agenda política y legislativa del Gobierno reflejara compromisos concretos para afrontar este desafío.

AGENDA PENDIENTE

En términos de agenda política, el programa de gobierno de la Presidenta Bachelet enunció que “se encargará al Consejo de Ministros para la Sustentabilidad la elaboración de un Plan Nacional de Cambio Climático con una visión transversal e integrada en adaptación, mitigación de impactos y creación de capacidades, orientando una economía baja en carbono”. En la misma línea, y cumpliendo con el acuerdo suscrito por Chile en la COP 20, Chile generó el documento llamado “Contribución nacional de reducción de gases de efecto invernadero” con vistas a la reunión de París.
Este documento, sometido a consulta ciudadana durante los primeros meses de este año, propone reducir emisiones de gases de efecto invernadero entre 27% y 34% al año 2025, y entre 35% y 43% al 2030.
Sin embargo, y contrastando con la importancia y envergadura de los cambios necesarios para cumplir con estos compromisos, no ha habido mención alguna a los desafíos asociados al cambio climático en ninguno de los discursos del 21 de mayo de la Presidenta Bachelet hasta ahora.
De la misma forma, la actividad legislativa tampoco ha reflejado en los últimos dos años, ni el sentido de urgencia y relevancia del tema a nivel internacional, ni la magnitud de los compromisos de Chile en la materia. Cuando París se prepara para recibir a los más de 40.000 asistentes que se espera lleguen al evento diplomático más grande realizado en suelo francés, deberíamos prepararnos para discutir, en el Congreso Nacional, los cambios regulatorios que el país necesita, los que debieran incluir la pronta ratificación del proyecto de ley que aprueba la Enmienda de Doha al Protocolo de Kyoto (Boletín  9625-10), ingresado en octubre de 2014 a la Cámara de Diputados y que aún espera su primera votación en sala.

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