Hay cerebros que funcionan mejor que otros. La paradoja es que el cerebro de un genio se parece al cerebro común. Einstein donó su cerebro para que se estudiara el secreto de su inteligencia. La diferencia no era de hardware, sino del software que lo hacía funcionar. El cuerpo calloso que conecta los hemisferios cerebrales reflejó un tránsito intenso de su pensamiento, del hemisferio racional y dominante al emocional y creativo.
Einstein define la locura como hacer lo mismo y esperar resultados distintos. Un error es la discrepancia entre lo que es y lo que debería ser.
Se detecta en la acción, el que no hace no se equivoca pero tampoco aprende. El hombre es el animal que choca dos veces con la misma piedra. Error repetido es error malo. El error bueno es el que surge intentando algo nuevo. Edison inventó la lámpara eléctrica porque no repitió los 999 errores previos. Pareto advirtió que el 20% de los factores provocan el 80% de los resultados. El error es no darse cuenta y darle igual importancia a todo. Eso lleva a ir detrás de lo urgente y no de lo importante. El feedback con la realidad es lo que impide que el error se convierta en hábito.
Falta de iniciativa. Una sociedad pasiva y permisiva fracasa al preocuparse más por sus consumos que por la cosa pública y no le importa tanto la corrupción ni la educación. Las sociedades no viven cambiando. La vida privada predomina sobre la pública salvo cuando las convulsiones la impulsan a interesarse. Hay una equivalencia con un fenómeno natural analizado por el Premio Nobel Ilya Prigogine en la teoría del caos. Hay partículas que permanecen indiferentes mientras el sistema se encuentra en equilibrio. Tan pronto se desajusta despiertan e interactúan entre ellas y con el medio externo. Comparando ciudadanos con partículas, cuando el sistema político-social se aleja del equilibrio se lanzan a la acción colectiva. Cuando los sistemas cambian abruptamente, sus partes se tornan activas y generan comportamientos novedosos. Pasan del orden al caos pero generan un nuevo orden innovador. Los intelectuales perciben las señales pero a la gente no le llegan por el intelecto sino por sus sensaciones de malestar o bienestar. Los intelectuales se impacientan ante una sociedad lenta, que cuando reacciona suele elegir una dirección inesperada.
Einstein era determinista y lo expresaba en la frase “Dios no juega a los dados”. Para Prigogine el aletear de una mariposa en África puede provocar un maremoto en San Francisco. Para él el universo es creativo y provocador. Muchos éxitos surgen de fracasos que revelan contradicciones y desórdenes, pero que al mismo tiempo crean nuevas estructuras que se rehacen continuamente.
Conciencia social. Hoy los jóvenes exigen a las empresas más responsabilidad en el desarrollo social. Los negocios tienen éxito en hacer dinero, pero no en mejorar el bienestar. No aumentan el progreso ni mejoran la vida de sus empleados, no protegen el medio ambiente ni mejoran la productividad. Sí crean riqueza, beneficios, liderazgo, producen, intercambian y canalizan la innovación. Les piden entrenamiento y desarrollo para poder hacer una contribución significativa. Demandan más conciencia social y menos ganancias, que piensen en el bienestar general.
Inteligencia país. Hay ausencia de debate sobre las cuestiones que hipotecan el futuro. Un gobierno no es viable sin un proyecto consensuado que guíe y sepulte a los héroes salvadores y al populismo que tanto daño provoca. Para lograr metas se necesitan planes. Así como no admitimos que un edificio se construya a ojo, dejamos que la casa de todos funcione a dedo. Inteligencia país no es sumar las inteligencias individuales sino organizar la vida pública para desarrollar el capital institucional. Es el modo en que el Estado gestiona las capacidades y recursos para promover el bienestar general, donde funciona la meritocracia y no el amiguismo, con administradores profesionales y no con clientes o socios del poder.
La maldición de los recursos naturales. Es la maldición de los países ricos. Quien los dirige crea sociedades populistas y nivela para abajo. Es la democracia de los ignorantes. Se apropia de los recursos con una publicidad engañosa. Convence a las mayorías que el progreso, la justicia y el mañana son eso que él hace. Es la ley del mínimo esfuerzo. No busca el reparto equitativo, sino la dádiva. No es la sociedad o el Estado, es el populista quien regala. Recaudando aportes forzosos crea el capitalismo de amigos. Para lograr una verdadera democracia, dijo Sarmiento, hay que educar al soberano.Un pueblo educado no puede ser engañado. La ignorancia es la noche de la mente, una noche triste y sin estrellas.
Mala educación, el fracaso social. El Programa PISA de la Organizació (OCDE), identifica las aptitudes de los jóvenes de 15 años, para evaluar si el sistema educativo los prepara para participar en la sociedad del conocimiento. La gran confianza depositada en el Estado como articulador de políticas educativas hizo que algunos países se posicionaran mejor. Sus estudiantes analizan datos, evalúan puntos de vista, comunican con precisión. En cambio, los ubicados en las últimas posiciones no aprovechan el conocimiento. Para articular el poder individual y social hay que lograr que la gente acceda al poder inteligente y hacer de la educación una política económica, una política social y una política de estado, tomando conciencia que el recurso mayor de la sociedad es su gente y no sus cosas y que el mayor pecado social es no saber cómo educarla.
Para Mahatma Ghandi -1869-1948- los pecados sociales son: Política sin principios, Economía sin moral, Bienestar sin trabajo, Educación sin carácter, Ciencia sin humanidad, Goce sin conciencia, Culto sin sacrificio.
Somos demasiado pobres para no invertir en educación. Bajo este lema y con la coherencia en un esfuerzo a largo plazo, desde 1978 Finlandia hizo de la educación su política de estado. De una economía agraria basada en la explotación de la madera pasó a invertir en el capital social. La formación docente se basa en la confianza y en la autonomía de las escuelas, la carrera docente es prestigiosa y buscada, en un gran honor.
Su salario es igual al promedio de la OCDE pero tienen prestigio y vocación acreditada. Para confiar en ellos deben ser excelentes. No imparten sólo conocimientos, saben planificar, evaluar, trabajar en equipo, motivar, cambiar los programas en el diseño curricular. Todo el sistema se autoevalua sin inspecciones. Con entrenamiento en las universidades cada docente tiene un coach. El director es un motivador, un líder. Ser un líder es lo que más influye en el alumno. En Finlandia no hay pobres porque hay igualdad de oportunidades en la educación.
Sin garantías. Todos quieren llegar a su destino sin atravesar frustraciones, impedimentos, incertidumbres y fracasos. La conducta se ve afectada por la ansiedad que provoca la incertidumbre y eso lo lleva a producir teorías explicativas que, aunque sólo sean probables, las toman por ciertas.
Así es que el fracaso existe. Y no sólo eso. No habría avances sin ellos. Si no hay fracaso, no hay nada para mejorar. A veces los fracasos son hijos de la impaciencia; otras veces, de lo que aún no se sabe, o de malas lecturas de lo que es obvio, o del enamoramiento ciego de una idea.
Karl Popper (1902-1994) creó un valioso instrumento para controlar las teorías: la falsabilidad. Esto es que toda teoría, por muy sólida que parezca, es sólo un paso en un camino interminable y se la admite en forma provisoria, siempre que sea falsable, es decir, refutable y sometible a prueba. Una refutación exitosa deja a la vista un error y abre una puerta nueva (que será válida hasta que venga otra a impugnarla). Lo que Popper planteaba para la ciencia es aplicable a la vida de las personas, de las sociedades y a los emprendimientos humanos. La historia humana está repleta de refutaciones y fracasos. La única manera de evitar una objeción sería no hacer nada, no proponer, no arriesgar. O cerrar ojos y oídos, anular el razonamiento, guiarse por la imposición, la soberbia, la rigidez y el autoritarismo. Convivir con errores y fracasos es un aprendizaje que nos espera desde el comienzo. En donde algo se emprenda, ambos serán parte. No estarán emboscados para frustrarnos perversamente, sino para mostrarnos caminos de creatividad y aprendizaje. Lecciones que los aferrados al exitismo no suelen comprender. Y así les va. De fracaso en fracaso.
Tiempo al tiempo. Nos cuesta ver que las metas compiten en tiempo de dedicación y la presión que sentimos por el poco tiempo que disponemos para atenderlas. Queremos tener una divertida vida social, pero también pasar más tiempo con los chicos. Queremos sentirnos realizados pero también fomentar espacios de ocio. Perseguir cada meta tiene impactos potenciales en nuestro rendimiento y sentido del tiempo. Hay que reformular las cosas por resolver que nos ponen ansiosos. En la percepción del tiempo, el que tiene entusiasmo al pensar en sus metas en conflicto, tiene una sensación de incremento del tiempo. Automotivarse es el camino para lidiar con los nervios, mejor aún que intentar lograr la calma.
El fracaso del dinero. Reemplazó con éxito al trueque con sus características de falta de trazabilidad y anonimato. El efectivo posibilita que el valor pase de mano sin dejar rastros. El llamado vil metal no crea la corrupción ni actividades ilegales, pero las facilita. Al forzar la bancarización de las operaciones económicas, el dinero pierde sus atributos: todo queda registrado, deja un trazo. Si no se hace es porque molesta a varios, porque haría más difíciles las transacciones ilegales. Hecha la ley, hecha la trampa: algunas de estas actividades habrían recurrido al uso de efectivo en monedas alternativas pero aun así el efecto transparencia habría sido notable, incluyendo hacer casi imposible la evasión fiscal y hasta los secuestros extorsivos. Con la llegada del dinero electrónico y los celulares inteligentes, cada vez resulta más sencillo eliminar el dinero en efectivo. Con criptomonedas como el bitcoin (que mantiene el anonimato, pero da trazabilidad) o la simple bancarización de la moneda, estamos en los albores de un cambio que nos fuerza a repensar la privacidad, así como el grado de responsabilidad que tengamos por nuestros actos.
Suecia está avanzando rápido y espera eliminar el efectivo en los próximos 12 meses. Tenemos la oportunidad por decisión y no por desesperación de abandonar el uso de dinero físico. Hay que atreverse a explorar este camino.
Rico no es quien más tiene sino quien menos necesita. El Papa, en su encíclica, “Laudato si” anima a aprender a vivir con menos y a valorar cada cosa y cada momento, desde una feliz sobriedad, atenta a las necesidades del otro y huyendo de esa prisa constante que lleva a atropellar todo lo que se tiene alrededor. Tomar conciencia de que las pequeñas renuncias y gestos, como reciclar la basura o consumir productos respetuosos del medioambiente, tienen efecto. Esta conversión ecológica propone cambiar estilos de vida, que es lo que realmente puede cambiar al mundo.
Lo que no se usa se pierde. Elegir qué, cuándo y cuánto hacer es una aptitud a entrenar para desarmar condicionamientos. Si no piensas, no hablas o no sigues haciendo ese “algo” que quieres cambiar, su fuerza va desapareciendo. Para desarmar un automatismo realiza una sustitución activa, no una resistencia forzada, porque lo que resistes persiste. Al dejar de pensar, o de hablar de eso pierde poder sobre ti. Lo que es visible genera un comportamiento automático, y el medio posee más control sobre ti. Vives rodeado de estímulos, propagandas, carteles y esas percepciones ocupan espacio en tu mente sin que tengas conciencia de cuánto influyen. Aunque digas “no” 10 veces, es probable es que al final digas “sí”. La práctica de “ojos que no ven, mente que no se entera” funciona porque cualquier conducta que no refuerces acaba perdiendo su fuerza.
El fracaso de la razón. El hombre recibió 3 heridas históricas a su narcisismo y a su visión racionalista. Copérnico postuló que la tierra no era el centro del universo, Darwin, que descendemos del mono y Freud que nuestra conducta responde a factores inconscientes. La herida moderna es la supremacía de la tecnología sobre el hombre y el creciente deterioro de los sectores sociales más débiles. Los humanos padecemos de racionalidad limitada. Nos dominan los impulsos, no sabemos qué queremos, no ponderamos nuestros objetivos ni fundamentamos nuestras decisiones.
Nada fracasa tanto como el éxito. Nadie está nunca satisfecho con lo que tiene, porque dejaría de evolucionar. Por eso el éxito nunca se alcanza. El drama es que se mide por los ceros de la cuenta bancaria. Como casi todo tiene precio y poco o nada tiene valor se perdió la relación lógica entre los fines y los medios. Así es como hay gente muy rica que lo único que tiene es su dinero. Si el éxito depende del mercado debe adaptarse a la moda y al cambio, pero entonces, ¿en qué quedan los ideales? Mejor sería relacionarlo con la felicidad. Si sufro, en algo me equivoco, si soy feliz la realidad es mi fuente de satisfacción. Pero unaa cosa es la realidad y otra la percepción. El fracaso es aferrarse a la posición negativa. La felicidad implica decir “sí” a lo que la vida me ofrece, a lo que es, y obtener provecho de todo lo que me pasa. La palabra clave en economía psíquica es “inmediatamente”, porque evita que el sufrimiento se instale en la mente. Decir “sí” a lo que soy, evita edificar mi vida sobre una mentira. Así como el pez es el último en darse cuenta que el agua existe, cegarse con el éxito puede trabar el autoconocimiento.
*Ceo de Ilvem, mail de contacto horaciokrell@ilvem.com
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