Te miento que es
mentira
Nos enseñan que la
verdad puede liberarnos del mal. Pero para mucha gente el engaño es
la clave para ganar dinero, lograr la fama y tener poder; seamos sinceros:
éstas cuestiones son demasiado tentadoras para aprender a mentir.
En la historia, esto
ha dado lugar a engaños bien elaborados e ingeniosas falsificaciones que
tuvieron enormes repercusiones. Nuestras civilizaciones están impregnadas de
mentiras colosales que han influido en las ciencias, la política e incluso en
el arte. Sin piedad: el sistema pretende enseñarnos, con sus mentiras,
a que siempre digamos la verdad.
El Caballo de Troya fue un ariete de grandes dimensiones.
Nada de un gigantesco caballo hueco colmado con centenares de griegos que
sorprendieron el plácido sueño de troyanos distraídos. La verdad de este relato
épico es que hay que desconfiar de los enemigos que se presentan con un
atractivo regalo en la puerta de tu casa.
(Hestia
no sabe que la balanza de Themis no se puede mover)
El enigmático “eslabón
perdido” supuestamente
revelado en 1910 por el arqueólogo Charles Dawson con su descubrimiento del “hombre de
Piltdown” se
desmoronó cuando en 1950 se demostró que “la pieza” con la Dawson se hizo famoso era
un cráneo de un humano del Siglo XV al que le agregó la mandíbula de un
orangután. Hasta los prehistóricos piltdown, que en realidad no existieron,
nos legaron uno de los más escandalosos fraudes científicos.
El nazismo orquestó lo
que llamaron “la gran mentira”; cuya base de sustentación es que no
importa qué tan grande es una mentira, porque la gente va a creer que es
verdadera si es repetida con constancia. Más precisamente, cuanto “más grande” es la mentira, más difícil es
refutarla.
Es por esto que, como
dice la sabiduría popular, nuestras pequeñas mentiras “tienen patas cortas” ─no logran perdurar mucho
tiempo antes de ser desmoronadas─; precisamente porque son muy pequeñas y
fáciles desenmascarar.
En general las
personas no confiamos en quienes nos damos cuenta que nos mienten; pero es
probable que nosotros mintamos a las personas que confían en nosotros
precisamente porque usamos su confianza manipularlas en favor de nuestros
intereses.
Es paradójico: muchas
veces aceptamos que nos engañen para evitar ser lastimados por la verdad. El
problema es que una verdad nos puede provocar un enojo temporal, pero ser
permanentemente engañados nos destruye primero la confianza en los demás, luego
la propia autoestima y finalmente nuestra propia autoconfianza.
La confianza toma años
construirla, se rompe en segundos y cuando se daña nunca se repara por
completo, ni se repone a su mejor nivel.
La civilización
contemporánea cada vez miente mejor, a la vez que es más eficaz para detectar
las mentiras; no obstante, la mentira es tan generalizada en todos los niveles
que ya cuesta creer si la verdad es una ilusión o se trata de una mentira
perfecta.
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