Si hay un detalle característico de la obra de este escritor, activista social y biógrafo austriaco, es el cuidado meticuloso en la construcción psicológica de sus personajes. Esta particularidad resulta tan enriquecedora para el lector como su esmerada técnica narrativa.
Stefan Zweig (1881-1942) fue oriundo de Viena, y creció en un ambiente de bienestar económico y cultural, dentro de una familia judía. Se doctoró en Filosofía y estudió Historia de la Literatura. En estos cursos, se relacionó con destacados nombres de los círculos culturales, comenzó a escribir poesía y, años más tarde, publicó su primera novela.
Cultivaría también otros géneros, como el ensayo y el teatro, y tradujo a Verlaine y Baudelaire. En la década de 1920, su nombre resonó con fuerza, y sus títulos, como por ejemplo “Jeremías”, fueron pioneros en protestar contra la intervención de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Al estallar la guerra, se exilió a Suiza, donde trabajó como corresponsal de la prensa libre vienesa y siguió criticando la contienda a través de sus artículos, a favor de la tolerancia. Su relato “Momentos estelares de la humanidad” obtuvo un gran éxito en este sentido.
Conoció a grandes personalidades, desde Hermann Hesse a Thomas Mann, Máximo Gorki, Rainer M. Rilke y Albert Einstein, a quien visitó en el exilio del físico en la Universidad de Princeton, Estados Unidos. Escribió el libreto de la ópera La mujer silenciosa, de Richard Strauss, pero Hitler prohibió la obra debido al origen judío de Zweig.
El nazismo le forzó a viajar con más frecuencia, a lugares donde se pudiera sentir a salvo: París, Londres, Bath (Inglaterra), Estados Unidos, Argentina y Paraguay fueron algunos de sus destinos. Al final, se estableció con su segunda esposa en Petrópolis (Brasil). Creyendo que el nazismo se extendería por el mundo sin remedio, decidió junto con su mujer quitarse la vida.
Sus libros fueron prohibidos en Alemania y solo con los años hemos recuperado el trabajo de Stefan Zweig, para descubrir a un gran biógrafo –sus libros sobre María Antonieta, María Estuardo o Dovstoievski son incomparables– y a un conmovedor novelista (“Los ojos del hermano eterno”, “Novela de ajedrez”, “Carta de una desconocida”, entre muchas otras). Recordemos algunas de sus más celebradas ideas:
En el dolor uno se hace cada vez más sensible; es el sufrimiento quien prepara y labra el terreno para el alma, y el dolor que produce el arado al desgarrar el interior, prepara todo fruto espiritual.No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.Nada torna a la gente más desnaturalizada e insubordinada que una larga y constante ociosidad.Si algún arte conozco es el de saber renunciar, pues no lamento que, de mil páginas escritas, ochocientas vayan a parar a la papelera y solo doscientas se conserven como quintaesencia.No hay dicha para aquel que no ha recorrido el camino del dolor.El hombre espiritual no debe inscribirse en ningún partido; su reino es el de la justicia, que en todas partes está sobre toda discusión.Solo la persona que ha experimentado la luz y la oscuridad, la guerra y la paz, y el fracaso y el éxito, solo esa persona tiene una verdadera experiencia de la vida.Ningún sacrificio tiene sentido si te das cuenta de que es un sacrificio.
Os deseo lo mejor,
Álex Rovira
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