"Cuando las personas van a trabajar, no deberían tener que dejar su corazón en casa"
—Betty Bender
Si hacemos una pequeña encuesta y le preguntamos a las personas que tenemos alrededor, ¿por qué trabajas? Lo primero que ocurre es que nos mirarán como si fuéramos bichos raros, pues solo un tonto es capaz de preguntar cosas como esa.
Luego, con mal disimulada ironía, nos responderán: es que en mi casa tenemos la costumbre de comer todo los días... también preferimos dormir dentro que en la calle... y el asunto de la ropa...
La creencia generalizada es que trabajamos porque nos toca, no porque queremos.
Como trabajamos por obligación y no por gusto, resulta apenas lógico que las empresas se vean “obligadas” a establecer sistemas de gestión que nos “motiven” a trabajar y que castiguen al que no lo hace.
Estos sistemas de zanahoria y garrote se basan en un control estricto de las personas. Se les dice de manera detallada que tienen que hacer y como lo tienen que hacer, dejando poco margen para la iniciativa personal, la creatividad y la autogestión.
La estricta supervisión y el ambiente de desconfianza que reina, hace que las empresas se conviertan en “las cárceles del alma”, como las llamó el experto en gestión Charles Handy.
Resulta que no es cierto que puestos a escoger preferimos no hacer nada, al contrario, deseamos realizar un gran trabajo, deseamos contribuir, crear impacto, progresar. Queremos llegar a casa agotados y orgullosos de lo que hicimos, contarle a nuestra familia como nuestros esfuerzos ayudan a otras personas.
Una prueba de ello son los estudios llevados a cabo con emprendedores y autónomos. A pesar de trabajar más horas en promedio, afrontar mayores riesgos y, en muchas ocasiones, ganar menos, son más felices.
Esto se debe a que un trabajador independiente puede incorporar con mayor facilidad los elementos que hacen un trabajo estimulante y satisfactorio.
Sin embargo, el falso mito de nuestra fobia a trabajar se ha instalado de forma tan generalizada en la sociedad, que ha terminado convirtiéndose en una profecía auto cumplida. El control, la desconfianza y los mal diseñados incentivos, terminan haciendo que ir a trabajar se una actividad desmoralizadora que hacemos sólo por dinero.
¿Cuales son las características que hacen un empleo satisfactorio? Son cuatro los factores:
Desafío. Si lo que hacemos es repetitivo y poco exigente nos aburrimos. Queremos empleos que nos desafíen y nos impulsen a salir de nuestra zona de confort.
Autonomía. A nadie le gusta ser micro gestionado y que le digan exactamente cómo tiene que hacer las cosas. Todos queremos tener el mayor control posible sobre nuestra vida.
Maestría. Tony Robbins afirma “progreso es igual a felicidad”. Sentir que poco a poco nos volvemos más competentes y que vamos convirtiéndonos en expertos en nuestro campo, nos llena de satisfacción. Enfrentarnos a desafíos y tener la libertad de resolverlos como mejor creemos, nos hace crecer y desarrollar maestría.
Significado. No es sólo por dinero, queremos crear impacto, dejar huella. Saber que con nuestro esfuerzo contribuimos a mejorar la vida de las personas, es una fuente de satisfacción personal.
Empleos que incorporan estos elementos no son propiedad exclusiva de artistas, emprendedores y altos ejecutivos, casi cualquier trabajo puede ser convertido en un gran empleo.
La profesora de comportamiento organizacional, Amy Wrzesniewski, durante una investigación encontró que los encargados de la limpieza en un hospital, que había adoptado políticas para integrar los cuatro elementos anteriores, hacían muchas más cosas de las que estaban en sus descripciones de trabajo. Ayudaban en el cuidado y limpieza de los pacientes, consolaban a los familiares, entre otras funciones. Lo mejor de todo, apesar de hacer más de lo que les pedían, se sentían muy satisfechos con su empleo, esto se reflejaba en el servicio que recibían los pacientes.
El garrote y la zanahoria no es la manera más eficiente de estimular la productividad y los resultados financieros en las empresas. Su efecto es el opuesto.
El experto en gestión Jeffrey Pfeffer investigó cómo es el ambiente de trabajo en las empresas más exitosas. Lo que encontró coincide mucho con lo que constituye un gran trabajo. Es decir, crear condiciones de trabajo que incorporen los cuatro factores mencionados arriba, hace que las empresas florezcan.
Lugares de trabajo que ayudan a las empresas a prosperan tienen las siguientes cinco características:
Es así de simple, una persona que se sienta valorada, que sienta que su opinión cuenta y que trabaja agusto, es una persona que piensa de manera creativa y expansiva. Esa persona cuidará con más cariño los clientes y propondrá soluciones innovadoras, beneficiando de esa manera a la cuenta de resultados de la empresa.
Es hora de que enterremos la falsa ideología de nuestra aversión al trabajo y creemos en las empresas ambientes que permitan que las personas florezcan. Actuando así también florecerán las empresas. Ganamos todos.
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