Los investigadores piden libertad para desarrollar sus ideas, buenas instalaciones y que no les distraigan con burocracia.
Cuando Maria Leptin, directora de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO), preguntó a algunos de los mejores científicos del continente qué es esencial para alcanzar la excelencia, nadie le dijo que necesitaba más dinero. Lo que le pidieron fue máxima libertad para investigar, mínima burocracia, financiación estable a varios años vista e instalaciones científicas de primer nivel. En resumen, que no les hicieran perder el tiempo y que les dejaran trabajar. Y, una vez hecho el trabajo, pidieron ser evaluados con rigor de modo que los fondos para investigar se otorgaran –o se renovaran– a quienes más lo merecían.
Leptin explicó estas peticiones en una mesa redonda celebrada el 26 de octubre en el CCCB sobre el futuro de la investigación biomédica en Europa. El acto formó parte de la jornada de celebración del décimo aniversario del Institut de Recerca Biomèdica (IRB) de Barcelona, que es precisamente uno de los centros donde se aplica esta filosofía de no-nos-hagan-perder-el-tiempo-y-dejen-trabajar planteada por Maria Leptin. Esto ha permitido al IRB, dirigido por Joan Guinovart y que tiene a Joan Massagué como presidente del Comité Científico Asesor, situarse en estos diez años como uno de los institutos de investigación de mayor prestigio de España.
“En Catalunya, hace unos años apostamos por un sistema de investigación basado en la calidad”, explicó el conseller Andreu Mas-Colell en la mesa redonda. “Decidimos apostar por personas y no por proyectos, atraer y consolidar a investigadores de primer nivel, no convertirles en funcionarios y crear institutos de investigación en los que el director tuviera plenos poderes ejecutivos. Aquellos que conocen el CSIC podrían pensar que dijimos: veamos cómo lo hacen y hagámoslo diferente”.
No sólo el IRB ha despegado en estos diez últimos años. También otros institutos de investigación fundados en la misma época, como el Centre de Regulació Genòmica (CRG) o el Institut de Ciències Fotòniques, se han convertido en referentes. Seis de estos centros (entre ellos el IRB, el CRG y el ICFO) se han unido ahora en el recién creado Barcelona Institute of Science and Technology (BIST) con los objetivos de ser más competitivos y ganar prestigio internacional.
De cara a los próximos diez años, queda el reto de convertir esta excelencia científica en desarrollo económico. “Estamos en un momento de oportunidad. La biología se encuentra en un punto equivalente al de la electrónica en los años 50; transformará nuestra manera de vivir”, declaró Maria Freire, de los Institutos Nacionales de la Salud de EE.UU.
Algunas áreas metropolitanas ya han aprovechado la oportunidad. En Boston y su entorno, las empresas biotecnológicas dan empleo a 50.000 personas y en el 2014 reecibieron inversiones por valor de 6.100 millones de dólares, apuntó Israel Ruiz, vicepresidente del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Pero este tipo de crecimiento, advirtió Ruiz, “no ocurre por accidente ni ocurre inmediatamente; requiere años de trabajo”.
Lo que ha atraído a las empresas al área de Boston es la presencia de universidades y hospitales donde se hace investigación de primer nivel. Las universidades de Catalunya no pueden competir con Harvard o con el MIT. Pero “una de las maneras de estimular una región es analizar cuáles son las actividades que, o las hace el gobierno, o no van a producirse. En Europa, la investigación universitaria es un ejemplo”, apuntó Andreu Mas-Colell. “Si los políticos europeos no la impulsan, simplemente no ocurrirá”.
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