Por
Roberto García (@72rge)
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Normalmente tendemos a asociar el término innovación a un avance científico o a las nuevas tecnologías, cercanas casi a la ciencia ficción. Pensamos en innovación y nos suele venir a la cabeza un chisme electrónico capaz de hacer algo inimaginable hace solo unos pocos años.
Sin embargo, en el mundo de la empresa debemos ver la innovación como algo mucho más cercano y accesible. Ya lo anticipa la Real Academia Española cuando en la definición de innovación, tras el esperado “acción o efecto de innovar” nos dice que también es “Creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado”. En las últimas palabras está el quid de la cuestión que quiero tratar en este artículo: las innovaciones más rupturistas residen en cómo trasladamos nuestros productos al mercado, en los procesos que seguimos y en los modelos de negocio que empleamos, y no tanto en la tecnología o en la ciencia.
No se trata de invertir mucho dinero en I+D+i. En los últimos años estamos asistiendo a una “democratización” de la tecnología, gracias a la cual cualquier empresa de cualquier tamaño puede tener acceso a servicios y aplicaciones a través de la nube reservadas hasta hace poco a las grandes corporaciones. La tecnología ya no es una barrera para poder innovar, pues ahora es cada vez más accesible a cualquiera. El secreto está en encontrar modelos de negocio que sean disruptivos, diferentes a los utilizados normalmente en un mercado determinado.
Esos nuevos modelos de negocio disruptivos no tienen por qué ser tremendamente sofisticados. A veces, cobrar una cuota mensual a los clientes puede revolucionar un mercado donde normalmente el cliente pagaba cada bien que adquiería en el momento de la compra. El ejemplo clásico es el de BlockBuster, la compañía de alquiler de películas que acabó desapareciendo cuando triunfó el modelo en el que podías alquilar todas las películas que quisieras por una pequeña cuota mensual, frente al clásico que te obligaba a pagar cada vez que alquilabas una película.
O justo al revés: Si el mercado se mueve en un modelo de cuotas fijas, ¿por qué no pagar solo por lo que realmente usamos? ¿Por qué comprar un disco de un cantante con quince canciones de las que solo te gustan dos? iTunes revolucionó la industria musical,no con una gran innovación tecnológica, sino permitiendo a los clientes comprar solo aquellas canciones que les interesaban. ¿O por qué pagar por el montaje de los muebles, si puedo montarlos yo mismo?
Otras veces se trata de darle una vuelta a nuestras fuentes de ingresos, y ofrecer gratuitamente lo que antes podría parecer nuestro producto principal. Cuando un producto es gratis para el cliente, aplica la famosa frase de “si no estás pagando por un producto es que tú eres el producto”, donde los ingresos vienen no de manera tradicional, sino a través de la obtención, con el consentimiento del cliente, de sus datos personales o por publicidad.
Lo mismo ocurre con el auge actual de la sharing economy o economía colaborativa. De siempre se han podido alquilar o tomar prestadas cosas. La diferencia es que ahora Internet permite a empresas como Uber o AirBnB ofrecer de manera muy rápida, sencilla e inmediata, acceso temporal a bienes y servicios que tradicionalmente había que comprar, como casas o coches, quedándose con una comisión de esos clientes que quieren monetizar los activos que no utilizan todo el tiempo.
En resumen, es posible transformar la realidad sin un exceso de riesgo. Innovar en modelos de negocio no tiene el riesgo inherente al desarrollo tecnológico. No se trata de mejorar o rediseñar nuestro producto ni de crear tecnologías desconocidas hasta ahora sin un destino o un uso claro. Se trata de vender nuestros productos pero de una manera diferente, ayudándose de tecnología como los códigos BIDI, las aplicaciones móviles, los servicios de comercio electrónico, etc, que están al alcance de cualquier empresa con independencia de los recursos que manejen.
¿Por qué no una tarifa plana para tomar todos los cafés que quieras, basada en una appmóvil? ¿O restaurantes en los que solo se pague por el espacio y el servicio si el cliente se encarga de traer la materia prima? ¿O una plataforma online en la que se puedan compartir moda y complementos? Estas son ideas reales desarrolladas por empresas que tienen éxito sin haber inventado nada nuevo. Venden lo de siempre pero con otro modelo de negocio, apoyándose en Internet. Son los verdaderos innovadores.
Foto: Thomas Hawk
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