Lo que ocurría en el campo de concentración estaba fuera de todo principio lógico, ético y estético. Las acciones no tenían una secuencia simple y lineal. La realidad que se vivía carecía de sentido, estaba fragmentada, era contradictoria y compleja. La desgracia no le achicaba a V. Frankl sino le impulsaba a buscar remedios. Se trataba de convertir las situaciones carenciales, el dolor o la adversidad en impulso creadores, como aquel momento que le he confiscado su manuscrito al ingresar en el campo de concentración de Auschwitz y él reaccionó con un interés profundo por volver a escribir el libro que le ayudó a superar los rigores de aquel campo. (Viktor Frankl, 1998, 147 - 148) (4).
Raul Soldi
tinta sobre papel
42 x 24 cm.
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