Uno de los principales consejos que se dan en seminarios de liderazgo es esto de “rodearse de los mejores“. Formar un buen equipo. Tener gente que incluso sepa más que vos entre tus filas. Que tu proyecto sea llevado adelante por gente que le haga bien y no mal, que sirva, que sume, que no sea tóxica para su objetivo.
Hay otra teoría interesante que dice que sos el promedio de las 5 personas con las que más te relacionás. No sé hasta qué punto está científicamente comprobado, pero en mi cabeza tiene sentido. Terminás usando expresiones que tus más cercanos usan, o teniendo actitudes o movimientos que ellos tienen, porque al estar tanto tiempo juntos casi que te terminás mimetizando.
También es lógico, entonces, que si te rodeás de gente negativa o pesimista, a la larga se te van a ir pegando algunos rasgos de esa personalidad. Si te mezclás con gente llena de miedos, vas incluso a descubrir miedos que ni sabías que tenías (¡un buen ejemplo de esto es la idea de la “falange izquierda del avión” en aquel capítulo de Friends! :P).
Y un poco por ahí va también la idea del libro “Gente tóxica” de Stamateas (le guste a quien le guste y le pese a quien le pese): hay gente que no sólo no le hace bien a tu vida, sino que por diversas actitudes o formas de ser y de relacionarse con los demás, le termina haciendo activamente mal a tu proyecto de persona.
A lo que voy: A veces es duro pero hay que tomar la decisión firme de dejar de darle espacio en nuestra vida a esa gente que está contaminandola. Esos amigos que no se comportan como amigos, esos contactos que tiran más agua adentro del barco de la que sacan, que nos manipulan, o que simplemente tiñen nuestra vida de nerviosismo, de rumores, de dudas, de miedos o negatividad.
No significa dejar tirado a nadie o discriminarlo, pero sí darle a nuestra vida, a nuestros sueños, objetivos y proyectos, la importancia suficiente como para saber de quiénes rodearnos y de quiénes no.
Si hay personas que no querés fuera de tu vida pero que te hacen mal, un buen recurso espor lo menos dejar de permitirles entrar hasta lo más profundo de vos y hacer ese daño que suelen hacer. Dejar de permitir que cualquiera te llegue al núcleo, al centro de control de tu cabeza y te saque la paz, la alegría.
La idea de “rodearse de los mejores” me hace ruido nomás en la parte de saber quiénes son los mejores. Porque no hay personas “mejores” y “peores”, a mi entender. Pero sí hay algunos que pegan con lo que soñás, con lo que querés ser, y algunos que no. Esos primeros son tus mejores.
Rodeate de gente que te motive, que te inspire, que te de buenos consejos, que te haga sentir que podés ser vos mismo sin necesidad de comportarte como ellos quieren o formar una máscara que les permita “quererte como sos”.
Rodeate de gente que nivele lo suficientemente bien el hecho de hacerte sentir cómodo, pero al mismo tiempo que te incomode (en el buen sentido) para mejorar. Gente que te haga sentir en paz, pero que al mismo tiempo te genere alguna revolución en la cabeza cada tanto. Alguna de esas revoluciones que te hacen crecer.
Rodeate de gente que te haga soñar, que te haga vivir la vida a pleno, que tenga buenas intenciones, que te levante, que te anime, pero que no te alabe todo el tiempo y sin motivos.Que sepa decir alguna verdad que duela o dar un consejo difícil de decir cada tanto si es necesario.
Rodeate de gente que sume. Que te levante si te caés, que te empuje si lo necesitás, que se preocupe por vos, que te valore. Que te potencie, que te desafíe, que te haga sentir grande, que vos podés, que vos bastás, que tenés lo que es necesario tener para vivir una vida genial.
Las relaciones que tenés te pueden sanar o herir, sumar o restar, potenciar o debilitar. Y al mismo tiempo vos podés ser de las personas con las que vale la pena juntarse o con las que no. Preocupate por ser de los que suman. Ayudá a los demás, colaborá, interesate por sus cosas, sé amable.
Por ahí, volviendo un poco a la infancia, pasás un montón de tiempo pensando que sos un patito feo simplemente porque estás rodeado de la gente equivocada. Para abrir las alas y desarrollar todo el potencial que tenés, es necesario también estar rodeado de gente que saque el cisne que hay en vos.
Aunque cueste, tomá un poco más de distancia del que sólo resta, dejá ir al que sólo suma drama y empezá a elegir conscientemente a las personas con las que pasás más tiempo.
Para empezar a sacar lo mejor de vos, empezá a rodearte de los mejores.
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