Enric Agut, activista contra el estigma de la salud mental
Tengo 50 años. He pasado la vida en Caldes de Montbui. Soy técnico industrial especializado en robótica, pero a los 41 años dejé de trabajar por cuestiones de salud: me diagnosticaron psicosis maniacodepresiva. Vivo solo. Soy independentista. No tengo ningún conocimiento religioso y quiero seguir así.
Hablar y comprender
La asociación Obertament, que lucha contra el estigma de la salud mental, decidió –con la implicación del Departament de Salut i de Benestar i Família de la Generatitat, la Fundación La Caixa, la Diputació de Barcelona, el Ayuntamiento y otras administraciones locales– sacar un sofá a la calle y pasearlo por toda Catalunya para que los viandantes se sentaran a charlar con personas que tienen o han tenido algún trastorno de salud mental como es el caso de Enric Agut, uno más de ese 23,7% de catalanes mayores de 18 años que sufrirá a lo largo de su vida un trastorno de salud mental. El próximo mes de mayo Obertament presenta un estudio sobre el índice de estigma en la prensa catalana.
De pequeño en casa había días que los platos volaban. Mi padre era un macho alfa y mi madre una sufridora que explotaba a menudo. Discutían y discutían.
¿Cómo lo enfrentó?
A los 15 años me fui de casa. Me marché a Italia y estuve tres meses sin volver. Gracias a eso mis padres fueron los primeros divorciados de mi pueblo y todo se fue encarrilando.
¿Usted también?
De los 16 a los 20 años, junto a mi grupo de amigos, consumí todo tipo de drogas. Primero fuimos heavies y después punks, pero seguí estudiando y trabajando. Era un politoxicómano de fin de semana. En ese ambiente conocí a una chica especial.
¿Se enamoró?
Sí, pero ella me escogió precisamente por lo que yo ya estaba dejando: la mala vida. Yo iba a menos y ella iba a más. Con los años la relación se hizo insostenible y nos separamos. Tenía 29 años, decidí empezar una nueva vida.
¿Ya no consumía drogas?
No, tenía un buen trabajo y me sentía fuerte, pero a los pocos meses empecé a encontrarme mal, sufría insomnio, irritabilidad, bajísima tolerancia a la frustración, lloraba a menudo...
¿Depresión?
Fui al médico de cabecera, recuerdo que le insistía en que yo no estaba loco, me pasaba lo que le pasa a todo el mundo: no quería que me identificaran con “el tonto del pueblo”, perder mi identidad.
¿Consultó a un psiquiatra?
En siete años pasé por cuatro o cinco, y lo probé todo, desde la acupuntura a la dieta vegetariana. Otro médico de cabecera me recetó antidepresivos mientras esperaba que un psiquiatra de la Seguridad Social me diera una visita que nunca llegó. En unos meses sufrí un episodio grave de hipomanía y acabé ingresado.
¿En un hospital psiquiátrico?
Sí, y aquel ingreso fue muy positivo, por fin mi enfermedad tenía nombre. Descubrí que sufro un tipo de trastorno bipolar que no admite antidepresivos, y yo los estuve tomando siete meses. Aquellos fármacos me rompieron del todo, me provocaron una angustia terrible, un sufrimiento psicopatológico que me llevó a intentar saltar por el balcón.
¿Mejoró?
El tratamiento fue lento y largo, pero me fui estabilizando. No he dejado nunca de tomar la medicación y no falté ni un día a la consulta del psicólogo durante tres años. Sufro un dolor psicopatológico que es un infierno.
¿Volvió a trabajar?
Sí, en nueve meses volví al trabajo y a los estudios, pero sufrí un despido improcedente. El gerente de la empresa fue la primera persona que me discriminó. Luego encontré otro trabajo en el que estuve tres años, pero la tensión del trabajo no me sentaba bien y debía aumentar la medicación. A los 41 años tuve que abandonar.
¿Cómo han sido estos diez años?
Estoy tranquilo, pero el entorno y no sentirse discriminado es fundamental, y en este sentido hace falta una mayor concienciación social. El menosprecio que sufrimos es muy doloroso.
Cuénteme en qué circunstancias se ha sentido discriminado.
Por descontado que dos importantes compañías aseguradoras me rechazaron y muchos conocidos cambiaron su actitud hacia mí. La mayoría de nosotros tenemos capacidad para estudiar, trabajar, formar una familia y afrontar las mismas funciones y responsabilidades que cualquier otra persona, pero pocos lo creen.
¿Cómo ocupa usted su tiempo?
Estoy realizando la página web de mi abuelo escritor, Ferran Canyameres.
Más del 23% de la población catalana mayores de 18 años presentará a lo largo de su vida un trastorno de salud mental.
Fue ese el motivo que me llevó a participar con mi testimonio en la Asociación Obertament, en la que colaboran muchas otras personas que como yo luchan contra el estigma, pero algunas no se atreven a dar la cara públicamente.
¿Temen que su valía profesional se ponga en duda?
Por supuesto, y que su testimonio tenga consecuencias laborales; personas que por ejemplo trabajan en la universidad, en los medios de comunicación, que tienen un cargo de responsabilidad o que están en proceso de selección, no tienen ninguna seguridad de que si su nombre apareciera asociado al hecho de haber sufrido un trastorno de salud mental, su carrera no se viera perjudicada.
Entiendo.
Cuando te ingresan por motivos de salud mental la respuesta del entorno no es la misma que cuando lo hacen por cualquier otro motivo. La gente desaparece, simplemente porque no saben como actuar.
¿Cómo actuar?
Sobre todo evitando el paternalismo, muchos se atreven a darte consejos en temas que desconocen. De hecho el 29 % de los catalanes creen que una de las principales causas de la enfermedad mental es la falta de autodisciplina, y el 21% considera que no se puede confiar el cuidado de personas a quienes hemos sido pacientes en hospitales de salud mental.
Eso debe doler.
…Y el 17% no daría ningún tipo de responsabilidad a personas con problemas de salud mental; un 34% ni sabe ni contesta.
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