Se trata de una de las máximas del budismo que, si la aplicáramos al pie de la letra, nos permitiría eliminar prácticamente todas las leyes y los mandamientos morales. Sin embargo, esta frase budista va más allá del clásico “no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti” porque implica, ante todo, un profundo conocimiento de nosotros mismos y, en segundo lugar, una gran empatía para con los demás.
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