La inteligencia emocional aplicada a lograr eficacia debe conjugar la intensidad correcta, el momento correcto, el motivo correcto y la manera correcta. La pasión por el trabajo es un indicador casi seguro del éxito. Es dejarte llevar por una tarea que te hipnotiza y te hace perder la noción del tiempo y hasta de ti mismo. Te hace enfrentar los desafíos aprendiendo cómo resolverlos. Sin desafíos te invaden la apatía y aburrimiento y sin método surge la ansiedad. Para lograr el estado ideal, el estado de flujo, debes estar 100% involucrado, sentir placer y alegría, experimentar una sensación de claridad mental, estar sereno y sin preocupaciones. Para tener éxito debes hallar tu pasión, tu inteligencia especial en el marco de las inteligencias múltiples, un método de trabajo, y realizar una práctica intensa que te convierta en un ser feliz y productivo a la vez.
La última cuerda. Paganini parecía sobrenatural. Su violín tenía un sonido especial. Cierta noche el público estaba preparado para la función, la orquesta y el director fueron recibidos con aplausos. Cuando Paganini entra el público delira. Coloca su violín al hombro y lo que se escucha es indescriptible. Breves y semibreves fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas vuelan con sus dedos encantados. De pronto una cuerda se rompe. El director paró, la orquesta paró, pero Paganini miró su partitura y continuó arrancando sonidos deliciosos de su violín. La orquesta vuelve a tocar, el público se serena, pero un sonido lo estremece. Otra cuerda se rompe. El director y la orquesta paran. Paganini olvida las dificultades y sigue sacando sonidos de lo imposible. De pronto todos exclamaron ¡OHHHH! Una tercera cuerda se rompe. El director se paralizó, la orquesta también, la respiración del público se detuvo, Paganini continuó. Como si fuese un contorsionista, arrancó los sonidos con la última cuerda de su violín. Ninguna nota fue olvidada. El director se anima, la orquesta se motiva, el público pasa del silencio a la euforia, de la inercia al delirio. Paganini alcanza la gloria, su nombre recorrerá el tiempo. Es un violinista genial y el símbolo del que enfrenta lo imposible.
Vivir jugando. El juego es una función llena de sentido. Es libertad, es una acción que se lleva a cabo en un lugar y tiempo determinados, como pura diversión. La actitud lúdica es inherente a la naturaleza humana. Y centrarse en algo que te apasione durante unos minutos te hace afrontar mejor el resto del día. Para conectar con tu Homo Luden y sacudir el estrés puedes aprender una técnica como un juego, sin cuestionarte si lo haces sólo para divertirte o lo transformas en oficio. La revolución es crear lo que deseas y ser feliz en el intento.
Una cosa trae la otra. Entre lo innato y lo adquirido hay armonía siempre que puedas descubrir a tu genio interior. Un genio es la causa compartida entre su talento y ciertas condiciones que facilitan su despegue. Se necesita un cambio educativo, una reorganización de la sociedad, para que, los que no tienen esas ventajas, tengan las oportunidades y un punto de partida más equitativo para llegar al éxito.
Bill Gates tuvo a su favor el número mágico de las 10 mil horas de práctica. El éxito no se logra sólo porque uno sea bueno, la práctica es la clave. Hay eventos que le permitieron abandonar Harvard y armar su propia empresa. Fue a una escuela secundaria privada con una terminal de computadoras en un momento en el cual pocas tenían Internet. Su casa estaba cerca de la Universidad de Washington y así tuvo acceso a computadoras complejas. Cuando Harvard lo aburrió decidió retirarse sin obtener su título de ingeniero. Gates es brillante, pero la suerte lo ayudó. Había otros tan brillantes como él. Es el deber del Estado nivelarlos. Como dijo Pasteur: el azar sólo favorece a las mentes preparadas.
Los chicos asiáticos estudian más horas que los de occidente, condición básica para rendir en matemáticas. Su herencia cultural de trabajo duro deriva del cultivo de arroz. Dice un proverbio chino: Nadie que se levanta antes del amanecer los 360 días al año deja de hacer a su familia rica.
En Occidente, las vacaciones son parte de la cultura. Los niños pobres aprenden más que los ricos, pero sin ir a clase, decaen por falta de estímulo. Una escuela marginal del Bronx aumentó el 60% las horas de clase y logró que el 80% ingrese a la universidad. El programa se extiende en E.UU.
El tiempo libre es para divertirse, crear y soñar, pero debe aplicarse también a descubrir a ese genio interior, que todos llevamos dentro. Para salir del círculo de pobreza, se deben acumular además las 10.000 horas de práctica. Tal como afirma un refrán: El hábito hace al monje.
En 1990 el psicólogo Anders Ericsson de la Academia de Música de Berlín realizó un estudio con niños. En un grupo separó a los que tenían potencial para ser violinistas profesionales, en otro a los que eran simplemente buenos; y en el tercero a los que creyó que serían profesores de música. Hasta los 5 años todos habían practicado la misma cantidad de horas. Pero cuando tuvieron 8, los que finalmente fueron los mejores, practicaron más que el resto: 6 horas por semana, 8 horas por semana a los12, 16 horas por semana a los 14 y al llegar a los 20 más de 30. Redondearon las 10.000 horas de práctica mientras que los buenos estudiantes llegaron a 7800 y los que serían maestros de música 4600.
Desempeñar con excelencia una tarea compleja, demanda práctica para hacerse experto, en un mundo que abandona la idea de que se precisan generalistas y avanza hacia la especialidad. El número mágico del expertise es el de 10.000 horas de entrenamiento.
La fórmula es descubrir la vocación y practicar deliberada y profundamente, para lograr habilidades que se requieren a escala mundial. Demanda esfuerzo y no siempre es divertida. La práctica deliberada ayuda a adquirir una habilidad específica para ser únicos en un área determinada.
Las personas de alta performance saben más que el resto. El ingrediente clave es el conocimiento. Muchas empresas promueven ampliar su conocimiento asignándoles trabajos diferentes en lugares distintos. Estas compañías valoran el expertise: el conocimiento profundo de la empresa y de sus áreas críticas. En las compañías más exitosas el rasgo común es que los líderes trabajaron en ellas durante mucho tiempo.
Para que la especialización conduzca a un rendimiento superior se requiere una temprana exposición a la actividad que permita entre 5 y 10 años de preparación y práctica deliberada, un contexto social adecuado y un coaching competente que facilite la práctica y el foco necesarios.
El talento sumado a la práctica deliberada y el conocimiento profundo generan expertos de alta performance. No es fácil lograrlo porque hay que invertir tiempo, ganas y pasión para que resulte. Para Edison el genio es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración.
La vida no rompe la última cuerda. Nunca está todo perdido, la cuerda de tu talento está viva y puede seguir tocando. La vida siempre te deja una cuerda, para que elijas que hacer con ella. En los peores momentos puedes despertar al Paganini que habita en ti. El triunfo acompaña al que persiste cuando otros paran. Cuando todo se cae abre la ventana de la oportunidad, cambia la cuerda y arranca de ella tus mejores sonidos.
¿Cómo se motiva al motivador, quién motiva a tu cerebro y a tu mano para sacar de ellos lo mejor? Es la cuerda de la voluntad, la que te hará aprender y crear, la de la imaginación que te permitirá innovar e inventar tu futuro. Esa es la última cuerda olvidada del milagro.
Poder inteligente. No dejes que la rutina te atrape, intenta conocerte a ti mismo. El punto de satisfacción se alcanza cuando “Yo quiero” se corresponde con “Yo puedo”. El poder inteligente es un querer con eficacia. Para lograrlo estira la cuerda que conecta tus hemisferios cerebrales y que si desafina genera la lucha interna que describiera Pascal: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. La cuerda mágica combina la ciencia con el arte, la razón con la emoción, el concepto con la imagen, el plan con la intuición. Esa cuerda tiene un nombre, se llama creer en ti.
Estado de flujo. Es un estado de productividad máxima sin sacrificio, donde se promueve la potenciación de las aptitudes naturales. Es una sensación de control de las emociones al servicio del Yo, donde desaparece la conciencia de uno mismo y se abandonan las preocupaciones. La conciencia se funde con el hacer que se vive como recompensa, se deja de lado la reflexión sobre uno mismo y sobre lo que se hace, se siente una sensación de plenitud, las respuestas se ajustan a la exigencia de la tarea y las emociones se activan y se alinean. Es un entrenamiento de la atención y de la energía psíquica, que puede ser usado a voluntad, con un anclaje psicofísico, para transferirlo a situaciones diversas.
La escuela de la vida. Aprender no se logra escuchando profesores sino experimentando, cometiendo y corrigiendo errores. El conocimiento es esencial para seguir vivo y para eso hay que ser capaz de gestionarlo. Tenemos cerebros parecidos. La diferencia está en la capacidad de hacer, con ella no se nace, se hace. El hacedor ejecuta lo que otros no quieren hacer, no son capaces de lograr o no les interesa. Se puede tener más talento natural, predisposición o facilidad pero las claves son la motivación, el entusiasmo, la perseverancia y la voluntad. Hay un refrán que dice, “al que quiere celeste que le cueste“. Y es difícil desaprender lo aprendido, de tanto repetir se automatizan las conexiones neuronales. “No se tira un hábito por la ventana; debe salir por la escalera, escalón por escalón“.
Si deseas ser feliz y productivo ejercita desde joven en tu vida la ley de las 10.000 horas de práctica.
Dr. Horacio Krell. CEO de ILVEM, mail de contacto horaciokrell@ilvem.com
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