Facundo Manes se recibió en la Universidad de Buenos Aires e hizo cursos de posgrado en el exterior, donde estudió con destacados investigadores y científicos.
Su rama del saber son las neurociencias, un área del conocimiento que para el profano se presenta como encriptado, difícil de comprender.
En diálogo con EL DIARIO, fue claro, preciso y certero sin dejar dudas con su pensamiento.
Su rama del saber son las neurociencias, un área del conocimiento que para el profano se presenta como encriptado, difícil de comprender.
En diálogo con EL DIARIO, fue claro, preciso y certero sin dejar dudas con su pensamiento.
-Las temáticas referidas a las neurociencias estaban acotadas al ámbito científico o académico. ¿Cómo hizo para poner de moda el cerebro?
-Estoy convencido que la divulgación es parte de la tarea de un científico. Primero, porque yo fui producto de la educación pública, que la pagó la sociedad con sus impuestos y tengo que devolver, parte de eso es divulgando lo que sabemos sobre el cerebro. Segundo, porque muchas de nuestras investigaciones son financiadas por el Estado y es obligación contar a la sociedad lo que hacemos. La base del desarrollo social es la educación de calidad, la ciencia, la innovación, el capital mental. La sociedad tiene que saber sobre los avances de la ciencia del cerebro. Primero porque todos tenemos cerebro, todos vamos a estar interesados en cómo funciona. Además, porque las enfermedades del cerebro son la principal causa de discapacidad en el mundo, más que las enfermedades cardíacas y más que el cáncer. Es decir que informando uno puede ayudar a personas y familias de pacientes con enfermedades neurológicas. Los avances de la neurociencia están generando dilemas éticos y morales que no pueden quedar restringidos en los laboratorios. La sociedad va a tener que decidir.
-¿Por ejemplo?
-Hoy se pueden leer ciertos pensamientos, se pueden implantar ciertas memorias, se pueden mover objetos. Eso se puede hacer para el bien, para ayudar a gente con problemas neurológicos que con los pensamientos pueden decodificarse y se pueda activar que ejecute un pensamiento. Pero también se puede usar para el mal, por ejemplo hackear la mente del enemigo. ¿Qué hacemos con esto? La sociedad va a tener que involucrarse cada vez más en la ciencia del cerebro.
RESISTENCIAS
-¿Hay resistencia de los académicos y científicos a esa divulgación de los conocimientos a través de los medios de comunicación?
-Podría ser un sesgo argentino. La gente que nos rodea y la sociedad y las historias de las sociedades influyen en la manera en que pensamos y decidimos. Cuando era joven y estudiaba medicina tenían la sensación de que los que divulgaban no eran los más científicos. Cuando fui a Estados Unidos, a Inglaterra, vi a mis profesores y grandes investigadores, algunos potenciales premios Nóbel que estaban encantados de comunicarle a la sociedad lo que sabían. Es la obligación de esa gente bien formada comunicar porque eso genera más conciencia social sobre la ciencia, genera que el investigador reciba más dinero para investigar, más presión social para que los gobiernos inviertan en la ciencia. No como un hecho narcisista del científico. Estoy convencido que la educación de calidad, la ciencia, la tecnología y el capital mental es el recurso y la base del desarrollo social. Educar una sociedad así es muy valorable. Ahora está cambiando ese prejuicio.
-¿Cómo está estructurado el cerebro argentino?
-Anatómicamente, es igual al cerebro de un ruso, americano o inglés. Aunque parezca paradójico nosotros pensamos, decidimos, sentimos, influidos por la gente que nos rodea, nuestros compañeros de trabajo, de barrio, de oficina, nuestra pareja, nuestros amigos. Y también las sociedades en las que vivimos y las historias de esas sociedades. Las crisis permanentes, la corrupción, las Malvinas, inciden en la manera en que pensamos, sentimos o decidimos. Así aunque biológicamente, el cerebro argentino sea igual al de otro país y aunque parezca paradójico hay un sesgo argentino, un sesgo creado por quienes nos rodean y por las historias compartidas. Porque así funcionamos, con sesgos con esquemas mentales. Ese libro, Usar el cerebro, a diferencia del libro anterior que contaba lo que sabe la ciencia sobre cómo funciona el cerebro, y lo que no sabe, el lector era más pasivo porque ahí tenía que aceptar lo que sabe la ciencia. En este libro el lector tiene un rol más activo. Nosotros decimos que las sociedades y quienes nos rodean moldean el cerebro. Ahí invitamos al lector a decir cuáles son los sesgos de los argentinos. Por ahí no coincide con el sesgo que doy yo. Con el tema corrupción, por ejemplo que ahora está en el tapete. Sabemos que hay conductas corruptas en monos, chimpancés y abejas. Entonces, biológicamente uno tiende a llevar agua para su molino. El cerebro dinamarqués no es menos corrupto que el cerebro argentino, pero en Dinamarca hay menos corrupción. Por el entorno. Hay más sanción social, hay más ley, menos tolerancia, más castigo. Acá, por años toleramos la corrupción, el “roban pero hacen”…
-¿Esas construcciones se pueden deshacer?
-Es difícil, pero primero hay que reconocerlas. Imaginemos que viene un mago a la Argentina, soluciona la inflación, soluciona la infraestructura, nos pone rutas como Suiza, puertos como Suecia, soluciona todos los problemas que estamos teniendo hoy. Si seguimos con la viveza criolla, si seguimos tolerando la corrupción, si seguimos no invirtiendo en educación de calidad vamos a volver a destruir lo que nos dio el mago. Claramente hay que cambiar, hay que tener un sentido de trabajo más conjunto. Hay un juego que planteamos en el libro que se llama “El juego del bien común”. Hay 10 personas y un administrador. El administrador le da 100 pesos a cada persona y les dice: “Apuesten lo que quieran a un pozo secreto que yo voy a saber cuánto apuestan y lo voy a duplicar. Después lo repartimos entre todos”. La mayoría empieza a poner 100 pesos, porque así sabe que le van a dar 100 pesos y después se va a repartir el pozo total. Pero está la viveza criolla del que pone 50, porque se van a duplicar los 50 que puso y además va a ganar de lo que los otros ponen. Los otros ven que hay menos en el pozo. Esa conducta mezquina empieza a infectar al resto y todo el mundo empieza a poner menos. Nosotros tenemos que ver que pagar los impuestos, pensar en el bien común es clave para el desarrollo colectivo, porque sino un país es una extensión de tierra con gente viviendo adentro.
-Entonces, más que magos necesitamos líderes que cambien esas estructuras…
-El cerebro aprende cuando uno se siente inspirado, motivado y ve un ejemplo. Los liderazgos que tenemos que construir son los que nos inspiran, los que nos motivan, los que nos parecen un ejemplo. Necesitamos más liderazgos que sean ejemplos.
-¿El líder es una respuesta a una necesidad o es una forma de ser?
-El líder tiene que tener ciertas características. El líder moderno, de la psicología, no es el líder arbitrario, autoritario, sabelotodo. El líder moderno es más humano, ausculta al grupo y saca lo mejor. Representa al grupo y tiene un talento para imaginar un futuro. No hay liderazgo si no imaginamos un futuro. El líder está dispuesto a abandonar el confort. Son importantes los grupos con varias voces dominantes, aunque haya un líder. También necesitamos instituciones. En la Argentina a veces, estamos dependiendo de una persona, como puede ser el Presidente. Nosotros necesitamos instituciones fuertes, transparentes, son las que permiten pensar a largo plazo, evitan los personalismos. Son formas que en otros países han funcionado bien para lograr el desarrollo y la inclusión.
Neurociencias Vs. Psicoanálisis
-La Argentina es un país con una larga y sólida tradición psicoanalítica. El psicoanálisis ¿es contradictorio con las neurociencias o se pueden complementar?
-Siempre trato de ver el punto de unión. Digo que la Argentina es un buen lugar para estudiar la relación del psicoanálisis con las neurociencias. O preguntas que hace el psicoanálisis que no investiga, desde la neurociencias. Es cierto que el fenómeno del psicoanálisis es casi argentino. No hay muchos otros países así. Es más, en otros países, inclusive de Latinoamérica, cuando uno estudia psicología estudia neurociencias.
Hoy en la Argentina hay una gran presencia del psicoanálisis en las facultades de Psicología. No hago un juicio de valor, corroboro lo que decís vos, creo que es un fenómeno básicamente argentino. Creo que Freud fue una persona genial que en su época dijo cosas interesantísimas y novedosas, algunas se comprobaron otras no. Luego, evolucionó. Yo creo que hoy, Freud sería neurocientífico.
Hoy en la Argentina hay una gran presencia del psicoanálisis en las facultades de Psicología. No hago un juicio de valor, corroboro lo que decís vos, creo que es un fenómeno básicamente argentino. Creo que Freud fue una persona genial que en su época dijo cosas interesantísimas y novedosas, algunas se comprobaron otras no. Luego, evolucionó. Yo creo que hoy, Freud sería neurocientífico.
-Con respecto a las neurociencias, ¿qué preguntas faltan responder?
-Faltan muchas, pero las dos más difíciles son: cómo los circuitos neuronales (sabemos que son ellos) dan lugar al pensamiento íntimo, subjetivo, privado, de cada uno de nosotros. No tenemos idea cómo las neuronas construyen lo que vos estás sintiendo ahora.
-¿Eso sería el alma, el espíritu?
-El alma, desde la ciencia, sería la mente. La mente es la construcción del cerebro. Es difícil traducir el concepto de alma a la ciencia.
La otra pregunta sin responder es que no tenemos una teoría general sobre el cerebro. Es como el caso del elefante, en el que uno ve la trompa y dice es una víbora, otro un cocodrilo, pero no ven un elefante completo. Todavía no tenemos una teoría general sobre el cerebro.
La otra pregunta sin responder es que no tenemos una teoría general sobre el cerebro. Es como el caso del elefante, en el que uno ve la trompa y dice es una víbora, otro un cocodrilo, pero no ven un elefante completo. Todavía no tenemos una teoría general sobre el cerebro.
-El mito popular dice que usamos nada más que el 10% del cerebro, lo que es totalmente inexacto. Pero sí es verdad que se conoce muy poco…
-Hemos avanzado en las últimas décadas pero aún tenemos muchísimo para aún tenemos muchísimo por descubrir.
Para cuidar nuestro cerebro
-Caminar hace bien al corazón. ¿Qué es lo que hay que hacer para mantener un cerebro saludable?
-Además de todo lo que hace bien al corazón, caminar, evitar el sobrepeso, evitar el sedentarismo, no fumar, cuidar el colesterol, la glucemia, la tensión arterial, además al cerebro le hace bien el ejercicio. El ejercicio es ansiolítico, es antidepresivo, refuerza el pensamiento creativo, genera más conexiones neuronales. Dormir bien es muy importante, el sueño es salud. Lo que es muy importante también es tener desafíos mentales. Hacer algo que nos cueste mentalmente. Para mí, estudiar neurociencias es algo intelectual pero como yo tengo mucho entrenamiento en eso no es un desafío tan grande como aprender un idioma o a tocar un instrumento musical.
También es muy importante la vida social. Estar conectados nos permite vivir mejor. El estudio de psicología más largo del mundo que siguió a chicos de 3 años hasta gente de más de 70 años, en Boston, vio que la felicidad no pasa por la fama, el poder o la plata sino por los lazos sociales, la gente conectada socialmente. La gente que se siente aislada crónicamente se muere antes. El aislamiento social crónico es un factor de mortalidad más importante que el alcoholismo y la obesidad. Además de todo esto hay que combatir el estrés crónico que es malo para el cerebro y el cuerpo.
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