El catedrático Pedro Sáenz-López Buñuel apuesta por herramientas de desarrollo emocional en la formación de los profesores
Es más imprescindible la motivación del docente que la del alumno. Porque el docente es un generador de emociones y dinámicas. Un docente motivado es una pieza fundamental en las reglas de la enseñanza. Así lo creen los expertos que estos días se reúnen en La Rábida dentro de los cursos de verano de la Universidad Internacional de Andalucía. Los neurólogos acaban de descubrir la neurona espejo, que camaleonizan al ser humano con el entorno.
Pedro Sáenz-López Buñuel es catedrático de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva y director del curso 'Motivar en las aulas', y se pregunta qué significado tiene todo esto en el campo de la educación. Su respuesta es sencilla: «Un docente sonriente puede crear alumnos sonrientes. Un docente apasionado tiene más probabilidad de crear alumnos apasionados. Y todo lo contrario: Imaginemos a un docente aburrido o que no le guste lo que hace. Dudo mucho que despierte algo útil en sus tutelados», asegura.
Cómo se motiva al docente es el reto que estos días se han marcado los expertos reunidos en el campus onubense. «Nos falta en la formación del profesorado herramientas de desarrollo emocional», cree el catedrático. «En la sociedad actual -asegura- tendemos a echar las culpas de los fracasos siempre a otros, pero jamás a nosotros mismos. Yo tengo éxito gracias a mí, pero mi desgracias son siempre responsabilidad de otros. Pero eso no es así. La motivación depende de uno mismo». Y añade: «No es culpa de mi sueldo, del director, de mis compañeros, del ministro, de la ley o de la sociedad. La culpa de un aula desmotivada es mía. Y salir de esa contaminación ambiental negativa es difícil. Queremos que este curso sirva para despertar, ya sea en un novato recién comenzado su trabajo o en un veterano con sus vicios demasiado asentados después de treinta años de docencia, la conciencia de que es él el último responsable de la motivación de su aula».
A Pedro Sáenz-López se le ocurren algunos modos de motivar a sus colegas. «Hay que hacerles ver la necesidad de aplicar herramientas de automotivación, de convencerlos de la labor tan importante que tienen, sea cual sea la fase educativa en la que estén implicados. Su trabajo va a hacer que su vida sea mejor y va a hacer mejor la vida de las personas que están bajo su tutela. No hay otro truco que la automotivación», asegura.
Un aula feliz
Un profesor motivado aumenta la probabilidades de un aula feliz. Ahora pongamos el ejemplo contrario: Un profesor sin motivación convertirá su aula en un espacio poco feliz. «La excusa típica que ponemos los docentes es el sueldo, los directivos, las mejores condiciones... Y eso no es así: Debemos de convencernos de que tenemos una profesión maravillosa y pocas profesiones tienen un impacto social como la nuestra», asegura el catedrático de la Universidad de Huelva.
Pero en un país como España donde cada legislatura política trae aparejada un cambio de ley es un motivo de desmotivación para los docentes. «Sí. Eso es cierto -reconoce Sáenz-López-. Eso acaba por quemar al profesorado. Correcto. Pero como estamos tan poco preparados para aceptar las cosas que no nos gustan caemos en el victimismo. Y yo sostengo que al final la educación de los alumnos depende de sus profesores». «El mensaje es: hagamos la revolución desde las aulas. No esperemos a que nuestro profesor preferido sea ministro de Educación. No esperemos al director de centro perfecto. No esperemos a eso. Yo cierro la puerta de mi clase y durante esa hora debo crear un ambiente de motivación que ayude a mis alumnos a ser mejores personas frente al futuro», manifiesta.
¿Y a un alumno cómo se le motiva? "Es más fácil motivar a un alumno que a un profesor", sostiene Pedro Sáenz-López. Es verdad, valora, que no es lo mismo motivar a un niño de seis años, al que tan solo hay que orientarlo, que a un adolescente de secundaria. La neuroeducación, que es la aplicación de la neurociencia en el ámbito de las aulas, dice que el gran cambio está en las emociones. "Si el maestro se emociona podemos emocionar a nuestros alumnos a través de la curiosidad. Es imposible enseñar si un alumno no quiere aprender. La transformación consiste, por tanto, en saber cómo quiere aprender el alumno. Ser docente no es llegar a un aula y soltar lo mucho que sé sobre determinada materia. Ser docente es conseguir que mis alumnos quieran aprender", concluye.
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