"No realizar juicios es el camino hacia una mente serena" —Thomas Sterner
Una de las mejores cosas de cultivar la atención (mindfulness) es que puede convertir cualquier tarea, por aburrida que sea, en una actividad entretenida.
No, no estoy de broma. Es en serio. Cualquier actividad. Ocurre que aburrimiento y atención no pueden estar presentes en nuestra mente al mismo tiempo.
Recuerdo muy bien que antes de empezar a meditar y a fortalecer mi atención, realizar las tareas del hogar significaba estar con el ceño fruncido, de muy mal humor, durante todo el tiempo que me tomara terminarlas.
En mi cabeza no paraba la cháchara de lo aburrido que era hacer esas cosas y que podía estar haciendo algo más entretenido o más productivo con mi tiempo.
Y es justo eso, engancharse en la cháchara, lo que hace aburrida la tarea. Si mientras lavamos los platos, prestamos atención a lo que está diciendo nuestra mente: “¡cómo es posible que tres gatos ensucien tantos platos!”; “¿De verdad necesitan utilizar un vaso limpio cada que beben algo?”; “¡Esta maldita salsa no se quita!”. Seguro que la tarea se hace casi insoportable.
Por el contrario, si nos implicamos en la tarea que tenemos a mano no hay tedio posible. Se trata de estar concentrados en lo que estamos haciendo evitando ser arrastrados por nuestros pensamientos. Cuando surjan (siempre lo van a hacer), no nos enganchamos a ellos sino que volvemos a centrar nuestra atención en lo que hacemos. Como lo dije antes, donde hay atención no hay aburrimiento.
Realizar las tareas que tenemos enfrente con plena atención no sólo las hace más entretenidas, también nos vuelve a nosotros más eficientes en ellas y quedan mejor hechas que cuando las hacemos en piloto automático.
Como lo dije antes: toda actividad realizada con atención se hace más amena, y esto aplica no solo para las tediosas labores del hogar o los reportes insufribles de la oficina; también lo podemos utilizar para la adquisición de nuevas habilidades.
Aprender algo nuevo a menudo resulta frustrante. Debido a que nadie nace aprendido, es normal que seamos muy torpes cuando intentamos realizar cosas por primera vez.
Sin embargo, la frustración no nace de la actividad en sí, se origina en la narrativa que surge en nuestra mente: “esto es muy difícil”, “esto no se me da bien”, “siempre he sido muy torpe para este tipo de cosas” y bla, bla, bla… Lo que ocurre es que empezamos a juzgar que tan bien lo estamos haciendo y ahí es cuando se producen sentimientos de impaciencia y aburrimiento.
Ahora bien, la mejor forma de evitar que se produzca esa narrativa es… exacto: concentrándose en lo que se está haciendo. Si dejamos de juzgarnos y nos dedicamos a practicar estando presentes, enfocados, no solo nuestro aprendizaje será más ameno, aprenderemos más rápido.
Ahora bien, no es necesario que me creas; lo puedes comprobar tu mismos. Prueba realizar esa tarea que tanto te aburre con plena atención y notarás la diferencia. Luego, si me cuentas tu experiencia estaré encantado.
No, no estoy de broma. Es en serio. Cualquier actividad. Ocurre que aburrimiento y atención no pueden estar presentes en nuestra mente al mismo tiempo.
Recuerdo muy bien que antes de empezar a meditar y a fortalecer mi atención, realizar las tareas del hogar significaba estar con el ceño fruncido, de muy mal humor, durante todo el tiempo que me tomara terminarlas.
En mi cabeza no paraba la cháchara de lo aburrido que era hacer esas cosas y que podía estar haciendo algo más entretenido o más productivo con mi tiempo.
Y es justo eso, engancharse en la cháchara, lo que hace aburrida la tarea. Si mientras lavamos los platos, prestamos atención a lo que está diciendo nuestra mente: “¡cómo es posible que tres gatos ensucien tantos platos!”; “¿De verdad necesitan utilizar un vaso limpio cada que beben algo?”; “¡Esta maldita salsa no se quita!”. Seguro que la tarea se hace casi insoportable.
Por el contrario, si nos implicamos en la tarea que tenemos a mano no hay tedio posible. Se trata de estar concentrados en lo que estamos haciendo evitando ser arrastrados por nuestros pensamientos. Cuando surjan (siempre lo van a hacer), no nos enganchamos a ellos sino que volvemos a centrar nuestra atención en lo que hacemos. Como lo dije antes, donde hay atención no hay aburrimiento.
Realizar las tareas que tenemos enfrente con plena atención no sólo las hace más entretenidas, también nos vuelve a nosotros más eficientes en ellas y quedan mejor hechas que cuando las hacemos en piloto automático.
Como lo dije antes: toda actividad realizada con atención se hace más amena, y esto aplica no solo para las tediosas labores del hogar o los reportes insufribles de la oficina; también lo podemos utilizar para la adquisición de nuevas habilidades.
Aprender algo nuevo a menudo resulta frustrante. Debido a que nadie nace aprendido, es normal que seamos muy torpes cuando intentamos realizar cosas por primera vez.
Sin embargo, la frustración no nace de la actividad en sí, se origina en la narrativa que surge en nuestra mente: “esto es muy difícil”, “esto no se me da bien”, “siempre he sido muy torpe para este tipo de cosas” y bla, bla, bla… Lo que ocurre es que empezamos a juzgar que tan bien lo estamos haciendo y ahí es cuando se producen sentimientos de impaciencia y aburrimiento.
Ahora bien, la mejor forma de evitar que se produzca esa narrativa es… exacto: concentrándose en lo que se está haciendo. Si dejamos de juzgarnos y nos dedicamos a practicar estando presentes, enfocados, no solo nuestro aprendizaje será más ameno, aprenderemos más rápido.
Ahora bien, no es necesario que me creas; lo puedes comprobar tu mismos. Prueba realizar esa tarea que tanto te aburre con plena atención y notarás la diferencia. Luego, si me cuentas tu experiencia estaré encantado.
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