- Giselinde Kuipers, profesora de Sociología Cultural
Hoy día el humor a menudo enciende escándalos. A ello contribuye el efecto amplificador de las redes sociales pero también el hecho de que, con la globalización, los receptores son más diversos y cada vez es más difícil no ofender nunca a nadie. Porque hay toda una sociología tras cada broma, y los límites de la aceptabilidad del tabú, del humor y la comedia, además de ser culturales, son cambiantes. De ello ha hablado esta semanaGiselinde Kuipers, profesora de Sociología Cultural de la Universidad de Amsterdan y autora de la obra Good humor, bad taste: A sociology of the joke(Buen humor, de mal gusto: una sociología de la broma) durante su intervención en el ciclo de conferencias TAboo-TaCo organizado por miembros del Departamento de Traducción y Ciencias del Lenguaje de la Universitat Pompeu Fabra y profesores de la Universidad de Vic y de la Hellenic Open University, y centrado en el humor y el tabú.
¿Cuáles son los principales tabúes en la sociedad actual?
Desconozco si en Catalunya y España son los mismos que en Holanda porque los tabúes no son los mismos en todas partes, son un reflejo de la cultura. Pero hoy en las sociedades democráticas europeas los tabúes no son una cuestión absoluta sino que tienen que ver con las situaciones específicas, con el lugar, el momento e incluso el lenguaje utilizado. En ocasiones el sexo puede considerarse tabú, pero eso no quiere decir que no se hable de sexo, sino que es algo que no se aborda en según qué contextos o con qué personas. Se puede hablar de todo, pero hay reglas no escritas que regulan cómo pueden ser abordadas ciertas cuestiones y cuáles son demasiado serias para bromear sobre ellas.
Y ¿qué temas quedan fuera del límite del humor?
Hay dos grandes tipos de tabúes. En primer lugar, todo aquello que se considera privado y en público causa vergüenza, resulta embarazoso o doloroso, como el sexo, la intimidad, el cuerpo, lo escatológico y las relaciones personales. Por ejemplo, sólo dirás “tu hijo es feo” en ciertos contextos y a personas de mucha confianza. El segundo tipo de tabú lo conforman las cosas que, aun siendo públicas, son demasiado serias o elevadas para bromear con ellas: la religión, los desastres, los acontecimientos históricos vergonzosos, los monarcas, el terrorismo... Pero a veces cuanto más tabú es algo, más divertidos son los chistes que se hacen sobre esos temas, aunque este tipo de humor a menudo enciende escándalos.
Con la globalización, ¿han caído muchos tabúes?
No. Con la globalización hay más diversidad y variación en cada lugar y los conflictos también son más y más visibles. Los holandeses tenemos un modo de hablar seco y un tipo de humor seco, y si al hablar en otra lengua no tenemos mucho tacto, podemos ofender a la gente. Y emborracharse en la calle no es un problema para un británico o un holandés pero quizá sí para un barcelonés que lo ve por la Rambla, porque aquí observo que eso es más tabú, que si un joven se emborracha los amigos lo atienden, tratan de encubrirlo y evitarle el ridículo.
¿Dónde está el límite entre la broma y lo aceptable o lo políticamente correcto?
La expresión políticamente correcto no me gusta porque va asociada a un intento de silenciar algo, de poner límites, y la esencia del humor es ser transgresivo. Por otra parte, con la globalización y la diversidad social actual, cada vez es más difícil bromear sin ofender a nadie nunca; siempre te encontrarás gente a quien no le guste tu broma. Pero es un derecho de la gente reírse de lo que quiera, de lo que le apetezca.
¿Y puede uno reírse de la discapacidad, de la diferencia de clases, del machismo, del racismo... o hay algún asunto no apto para bromas?
De lo único que no se bromeaes de lo que no interesa. Si algono despierta sentimiento, no interesa.
¿Cómo diferenciar entonces el humor de la ofensa?
Como investigadora observo que de los temas tabú es de lo que más se ríe la gente, y en ese tipo de bromas ocupa un lugar destacado todo lo que tiene que ver con lo sagrado o con lo trágico, que son cuestiones que levantan pasiones, sobre las que las personas se dividen y posicionan, de modo que algunos chistes, comentarios o viñetas pueden resultar explosivos y causar conflictos. Un ejemplo sería todo lo relacionado con los abusos a menores en el seno de la Iglesia católica. Otras veces, la broma impacta en una persona o un colectivo porque toca una situación penosa en la que se encuentran, y en ese caso hay dos maneras de lidiar con ello: pensar es humor y aceptarlo; o abordar la broma con tacto, de forma no ofensiva. También hay bromas que son muy ofensivas, pero también son las que tienen más éxito. Y con frecuencia la reacción que provocan es la risa, pero con la mano en la boca, con un gesto que muestra que a uno le avergüenza reírse de eso.
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