La idea determinista acerca de nacer con un cerebro con prestaciones limitadas ha muerto. Metafóricamente tu cerebro está en tus manos. De cada uno depende la continua regeneración y remodelación, con el fin de aumentar nuestras capacidades cerebrales. De hecho, es el único órgano del cuerpo que no se desgasta con el uso, pero hay que saber cuidarle y la neurociencia nos está ayudando. Hoy la salud integral u holística es tendencia en las organizaciones más punteras (Google, la NASA), hasta el punto de que muchas comienzan a incluir entre las competencias más valoradas de un profesional su salud mental, física e incluso espiritual (tal y como cada uno lo entienda) y, por supuesto, les facilitan y promueven su equilibrio en el entorno laboral.Mens sana in corpore sano es la única garantía no solo para los individuos sino para las organizaciones de que la creatividad no se agotará.
Si sabemos que nuestro cerebro es plástico, es maleable… ¿cómo podemos hacer aumentar sus capacidades? Las investigaciones más recientes nos dicen que nuestros cerebros están en un estado constante de cambio. Muchos de estos cambios ocurren debido a nuestras experiencias. Así, cambiando algunos de nuestros hábitos cotidianos impactaremos directamente en la plasticidad. El entorno de trabajo tiene mucho que aportar también para impactar positivamente, transformando ciertos enfoques asentados en paradigmas obsoletos, por otros reforzados por la neurociencia. Veamos, tres planteamientos interesantes para incluir en nuestras agendas: el ejercicio físico, el cambio de rutinas y el “no hacer mental”.
Sabemos que el ejercicio físico aumenta la motivación gracias a las endorfinas y además potencia la secreción de BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro) que favorece el crecimiento de nuevas neuronas… Por tanto, ¿por qué no incluir el movimiento dentro de la jornada laboral? Incluir en la agenda al menos 30 – 45 minutos de ejercicio aeróbico al día sería suficiente.
También se ha demostrado que cambiar de rutinas funciona, pues implica la activación de muchas áreas diferentes del cerebro de forma inesperada, y esto contribuye a aumentar el alcance de la actividad mental. Sería formidable incluir semanalmente alguna actividad no propia de nuestro puesto de trabajo, que implique un cambio en la rutina de pensamiento y de acción.
Un poquito de “soñar despiertos” al día, de forma intencionada y en el momento oportuno, puede traernos sorprendentes beneficios. Los momentos de inspiración se producen cuando menos te lo esperas. Las investigaciones demuestran que se puede conseguir una mejora del 500 % en la generación de ideas si lo que haces antes del momento creativo son tareas agradables y repetitivas, que no te hagan pensar, ni forzar el cerebro… Este “no hacer mental” potencia nuevas conexiones neuronales. Con programar este tipo de pausas de unos 15 minutos, cada 90 minutos de trabajo conseguiríamos resultados increíbles.
Lograr que nuestro cerebro esté perfectamente alineado con la tarea que estamos realizando es el alto rendimiento mental. Así que trabajar a favor de la plasticidad cerebral, es dar en la diana para ser mucho más productivos en todo lo que emprendamos.
(Esta tribuna ha sido publicado en el diario Expansión, en el suplemento Emprendedores y Empleo, el pasado 24 de septiembre, y en el diario El Mundo, en el suplemento Mercados, el 25 de septiembre. En este medio los duendes hicieron de la suyas y ha aparecido por error con el título Colaborar no está de moda).
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