Un fantástico artículo en Venture Beat, “Education is China’s secret weapon for tech dominance“, toca algunos de los conceptos que hemos comentado aquí en varias ocasiones sobre la reconversión del trabajo, y coincide perfectamente con muchas de las observaciones que he podido ir teniendo a lo largo de varios años de experiencia con respecto al panorama educativo en el gigante asiático, cuyas universidades, particularmente en lo referente a escuelas de negocio, me parecieron de un gran nivel y sin nada que envidiar desde un punto de vista metodológico a muchas de las instituciones educativas occidentales que conozco.
Si un país tiene un reto importante por delante en materia educativa, ese es China. Durante años, el país fue la base de una economía de fabricación basada en los bajos costes laborales unitarios, en el ensamblaje manual y en los modelos de producción basados en millones de trabajadores sometidos a tareas repetitivas y alienantes. Durante muchos años, lo más barato en China era fabricar manualmente, lo que generaba algunas complicaciones en el control de calidad, pero permitía abastecer al resto del mundo de muchísimas categorías de productos. El Made in China fue la norma durante muchísimos años: compañías sin excesivo capital intelectual, que fabricaban los diseños que venían del extranjero.
Con el tiempo, China ha ido evolucionando desde el Made in China, hasta elEngineered in China. El país es ya origen de algunas de las categorías de productos más sofisticadas: algunos de los mejores smartphones se diseñan y fabrican íntegramente en China, y las factorías que los producen están robotizadas hasta niveles que superan muchas de las fábricas occidentales que anteriormente eran bandera de este movimiento. Millones de trabajadores manuales con escasa cualificación tienen que reconvertirse y reeducarse para seguir generando valor añadido en una economía cada vez más basada e lo digital, en los servicios, en la fabricación avanzada y en la programación. El país se está convirtiendo en la mayor fábrica de graduados en STEM (Science, Technology, Engineering y Mathematics) del mundo, superando la tradicional hegemonía de la India en ese terreno, y atrayendo inversión y graduados extranjeros por encima incluso de los Estados Unidos.
El régimen que fue capaz de elevar a más ciudadanos por encima del nivel de la pobreza en toda la historia humana pretende ahora protagonizar la mayor transición de nuestra época: el paso a una economía en la que los robots fabrican todo, y los humanos tienen un papel completamente diferente y redefinido, un movimiento cuyo final muy pocos tienen claro todavía, pero que resulta claramente inevitable. Y si algo hay fundamental de cara a esa transición, es el cambio en el sistema educativo, para pasar de un aprendizaje basado absurdamente en la memorización, a otro que refuerza otros aspectos completamente diferentes. Cuando vi, en la escuela de negocios de la universidad de Fudan, clases íntegramente basadas en la discusión activa en lugar de en la absurda toma de apuntes, con profesores chinos formados en universidades extranjeras y metodologías completamente participativas, me di cuenta de que lo que China estaba haciendo era abastecerse de conocimiento para actualizar unas universidades entonces vetustas, y partir ventajosamente desde ahí en una ruta de mejoras que podía resultar imparable. En no muchos años, y esto lo comenté ya tras mi primera estancia en el año 2006, nos parecerá normal que alguien que quiera la mejor formación no vaya a una universidad norteamericana o europea, sino a una china.
Ahora, lo que el gobierno chino pretende es atraer la oleada de la llamada edtech, la tendencia conocida como “la nueva fintech“, y hacerlo de la manera que tiene más sentido: mediante inversión, y mediante oferta de materia prima, en este caso, estudiantes con los que trabajar y hacer pruebas. El boom de la edtech en China ha logrado ya situar a varias universidades del país entre las mejores del mundo, y trata ahora de generalizar una reforma en metodologías educativas apoyada en una gran inversión – 230% de crecimiento en los últimos años, desde los $35 millones en 2012 a los $1089 millones actuales – y en la disponibilidad de una gran cantidad de instituciones en las que desarrollar ensayos y pruebas.
Pasar de tener el país con más obreros del mundo dedicados a tareas repetitivas de montaje, a ser la potencia capaz de protagonizar la transición a la revolución post-industrial no es algo sencillo. A la vista de ejemplos como el de Foxconn, en la que factorías de millones de trabajadores eran automatizadas hasta dejar tan solo un 15% de las personas en planta, algunos se plantearon qué podría hacer China con todas esas personas sin trabajo, en una economía no caracterizada precisamente por amplios niveles de protección social. La respuesta es clara: China no pretende suicidarse económica ni socialmente, sino llevar a cabo esa transición en un tiempo récord, generando modelos educativos a todos los niveles que puedan incorporar a los nuevos desarrollos productivos a toda su ciudadanía. Y para eso, la única apuesta es una educación no basada en el fomento del isomorfismo como parece que estamos empeñados en hacer en el mundo occidental, “homologándolo” todo hasta el límite “no vaya a ser que a alguien se le ocurra hacer algo diferente”, sino precisamente en la capacidad de inventar y desarrollar nuevas metodologías y conceptos al margen de esos “homologadores” que nunca consiguieron llevar a ninguna institución a ningún ranking internacional de nada provechoso.
Si quieres convertirte en el país del futuro, empieza por apostar por la educación.
(This article was previously published in English at Forbes, “Edtech: no doubts about it in China“
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