La ronda de financiación de 189 millones de dólaresde FreshDirect, líder en distribución online de productos frescos en Nueva York con reparto, además, en New Jersey, Pennsylvania, Connecticut, and Delaware, lleva a muchos a plantearse cómo funcionarán nuestros hábitos de compra en el futuro cercano.
La operación,destinada específicamente a expandir las operaciones de la compañía en otros mercados, se une a la reciente adquisición de Jet.com por parte de Walmart y alfortísimo empuje de Amazon Fresh, y se adecua como un guante a las preferencias de todo un segmento de la población que ya supera sin problemas la idea de que determinados productos es mejor escogerlos uno mismo: una generación de personas que no solo ya han tenido buenas experiencias, sino que otorgan su confianza al comercio electrónico porque han sido educados en una generación de compañías online que prefieren devolver el dinero en caso de insatisfacción con políticas de “no questions asked”. El nivel de conocimiento de determinados productos, además, lleva a una cesión de confianza o a una especialización: algunos de mis amigos no serían seguramente capaces de escoger con seguridad y confianza un determinado corte de carne o una pieza de fruta con unas características determinadas, lo que les lleva a confiar en la información que reciben de quien se la vende sea online o en persona, pero otros ya únicamente compran vinos en la red porque lo consideran una mejor experiencia, con mayor profundidad de gama, más información y mejores precios.
El cambio de hábitos responde claramente a un desplazamiento en nuestra manera de entender la vida. Las generaciones actuales, típicamente, adoran ir de compras por lo que tiene de experiencia, pero odian hacer la compra porque lo consideran aburrido, repetitivo y carente de todo atractivo. Comprar por el placer de ver cosas nuevas, probárselas o tenerlas en la mano, frente a comprar como medio para tener en casa aquello que necesitamos para la vida cotidiana.
La distribución no muere, pero se modifica radicalmente: de la funcionalidad y la búsqueda implacable del precio más barato, pasamos a una desintermediación radical salvo en los casos en los que se puede plantear la compra como una experiencia apetecible, como algo intrínsecamente deseable. La parte de la compra que abastece nuestra cocina, por ejemplo, desde la leche a los cereales pasando por todos los productos empaquetados, está mucho mejor llegando en una caja de cartón sin esfuerzo por nuestra parte que forzándonos a pasearnos y cargar el carrito por la sección correspondiente del supermercado. El baño, seguramente mucho más… pero esto no es incompatible con que, en determinados momentos, nos pueda apetecer ir a una tienda para oler productos, tocarlos, verlos y escoger el que queremos para esa comida, cena, receta o momento especial. El mismo consumidor que se deja cientos de euros comprando a golpe de clic todas las semanas en un supermercado online se puede plantear detenerse un rato en una tienda de especias o de productos para el baño para dejarse aconsejar por un dependiente experto y escoger una opción determinada, aunque obviamente, no es algo que se haga todos los días.
Las compañías que no sean capaces de entender esto, que no faciliten lo más posible aquellos elementos de fricción que no aportan ningún valor añadido, irán viendo como su cuota de mercado se reduce como parte de un fenómeno generacional. No hablamos de una moda, sino de un cambio de hábitos con toda la lógica del mundo. En aquello que no nos aporta ningún placer especial y nos vemos obligados a actuar como parte de una cadena logística sin valor, terminamos prefiriendo la funcionalidad. El papel de un cliente en la distribución tradicional se reduce, en el escenario tecnológico actual, a conducir o caminar hasta el supermercado, pasear miserablemente por sus pasillos arrastrando un carrito, vaciarlo en la cinta transportadora para embolsarlo y volverlo a llenar dos metros más allá, cargarlo en el maletero del coche, y volverlo a descargar al llegar a casa. Tareas, nos pongamos como nos pongamos, totalmente carentes de atractivo. Las razones por las que algunos se mantienen alejados de la compra online no son el atractivo de la ofertaoffline, sino cuestiones como la falta de confianza, la creencia de que el precio será más caro, u otros tópicos similares. Visto así, el desplazamiento de esas compras a un canal de distribución que llegue directamente al domicilio es únicamente una cuestión de tiempo.
Si no has vivido en la costa este de los Estados Unidos, es posible que FreshDirect te resulte un completo desconocido. Pero cuando ves pasar una ronda de financiación de 189 millones de dólares y, previamente, operaciones de adquisición, crecimiento y desarrollo cada vez más consolidadas en esa misma área de actividad, deberías plantearte que, muy posiblemente, algo esté cambiando.
This article is also available in English in my Medium page, “There’s going shopping, and then there’s doing the shopping…”
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