Maria Rosa Buxarrais, presidenta del Teléfono de la Esperanza
Tengo 54 años. Nací en Mollet y vivo en Barcelona. Soy catedrática de Ética y Educación Moral (UB). Estoy casada
y tengo cuatro hijos (de 17 a 26 años). Soy de centroizquierda. Soy católica no practicante. El año pasado nos
llamaron 21.370 personas y este año serán muchas más
Habla con alguien
La llamada termina cuando el comunicante se tranquiliza: alguien le ha escuchado. Suelen bastar diez, veinte minutos de charla. “¿Tristeza, depresión...? ¡Habla con alguien!”, me aconsejó aquí una vez el psiquiatra Rojas Marcos. El Teléfono de la Esperanza ayuda desde que lo fundó el sacerdote y psicólogo Miquel Àngel Terribas en 1969, en Barcelona. Hoy lo llevan seis personas y lo gestiona la Fundació Ajuda i Esperança, cuyo patronato preside Maria Rosa, que hace 27 años que colabora: “Aquí aprendí a aplicar en la práctica mis teóricas clases de ética”. Necesitan formar voluntarios (candidatos, el93-202-02-60). Hay app: esperança.cat. Y web: telefonoesperanza.com
Existe el Teléfono de la Esperanza?
Sí, claro. Desde hace 47 años.
No es muy conocido, aunque se bromee a su costa...
Es un servicio telefónico altruista y anónimo. ¡Llamaron 21.370 personas en el 2015! Y en lo que llevamos de año hemos igualado ya las llamadas del 2015.
¿Para qué llaman?
Para hablar.
¿De qué?
De lo que sea. La desesperación por no tener a nadie que te escuche es tan angustiosa... Y mucha gente la siente...
¿Tanta es la incomunicación?
Nos avergüenza reconocer que necesitamos hablar con otro... y a veces nadie escucha. Ridiculizamos esto, y es muy cruel e injusto, porque hay gente que no tiene ¡a nadie! con quien hablar. Y un día... podrías ser tú.
Parece imposible.
Es una verdad terrible. Llamó ayer una señora: “Hoy he cocinado un estofado y me ha quedado buenísimo”.
¿Llamó sólo para decir esto?
Sí.
¿No tenía una vecina, un hijo, un...?
No. El Teléfono de la Esperanza son 180 voluntarios que se turnan para prestar el servicio todos los días, 24 horas ininterrumpidas.
¿A cambio de qué?
De la satisfacción anónima de aliviar al que llama, que no revela su identidad tampoco.
¿Qué tipo de persona llama?
De más de 45 años (un 80%), y hombres y mujeres (ellas, el 70%) llaman por lo mismo: la desesperación ante la soledad, el desempleo, una separación o desamor, conflictos con la pareja, los hijos, los padres, los jefes...
¿Hay amenazas de suicidio?
Sí. “Me he tomado un frasco de pastillas y quiero morir escuchando la voz de una persona...”: eso lo oyó un voluntario.
Buf. ¿Y qué hizo?
Hablar con el presunto suicida, escucharle...
¿Y no puede hacerse nada más?
Si el comunicante acepta, le transferimos al 061. Si conseguimos que se identifique y está en alto riesgo, llamamos al 112.
¿Y cómo quedó el voluntario que atendió esa llamada?
Afectado, claro. Nosotros contamos con la colaboración de un psicólogo para aliviarles... Y les damos formación previa.
¿Qué formación?
Es una formación en escucha activa.
¿En qué consiste la escucha activa?
En saber hacer sentir al que está llamando que estás escuchándole con suma atención y todo el interés. Que le escuchas amorosamente, sin condenarle, sin juzgarle, con cariño y comprensión.
¿Cómo se consigue eso?
Repite a veces lo último que ha dicho, asiente, haz algún apunte, ¡pero jamás juzgues! No cualquiera sirve para voluntario...
¿Por qué no?
Si tiendes a emitir consejos y opiniones, no sirves. Si crees que puedes arreglar la vida del otro, no sirves. Debes saber callar y escuchar, dejar que hable el otro, te guste o no lo que oyes. Y esto no es fácil, ¡nada fácil!
Lo procuro en cada entrevista.
Pues podrías ser buen voluntario... a menos que pretendas aprovechar esa función para aliviarte de tus propios problemas.
Para eso, los amigos.
¡Ya está inventado, exacto! Por eso queremos ser “la voz amiga”, nuestro lema es: “Sempre hi trobaràs algú”. Y algún psiquiatra se lo receta también a algunos de sus pacientes: “Llama y habla”.
¿Y si alguien se aficiona a llamarles cada día?
Alguno hay que llama mucho, sí... Con dulzura, el voluntario le dice que hay otra llamada en espera...
Cuénteme alguna otra llamada.
Una persona llama y anuncia su propósito de suicidarse. Durante la breve conversación, voluntario y suicida descubren compartir un mismo gusto musical: Bartók. ¡Un azar muy afortunado!
¿Por qué?
El voluntario expresó su pasión por esa música y acabó oyendo esto: “Me ha hecho sentir ganas de volver a escucharla”, y el comunicante colgó. Días después llegaba aquí una caja llena de CD de Bartók, “para quien me ha salvado la vida”.
Hermosa historia.
Algún viernes nos llama un jovencito o jovencita desconsolados por un desengaño amoroso... Pero también una mujer a la que un hijo ha pegado...
Y algún que otro bromista, supongo.
Inevitable. O algún enfermo mental, en bucle con su paranoia... Ciertas noticias también propician llamadas.
¿A qué se refiere?
La eclosión mediática de casos antiguos de pederastia ha removido por dentro traumas a muchos que nos llaman para contarlos, ocultos durante decenios... Eso les alivia.
Les animo a seguir a la escucha.
Escuchamos al otro para insuflarle esperanza. La esperanza es consustancial a la vida humana: sin esperanza, estás muerto.
Deme el teléfono...
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