- La recurrencia depende de las experiencias de cada persona y se deben interpretar individualmente
Aunque no lo recordemos, cada noche soñamos algo. Cuando lo recordamos, muchos intentamos encontrarle un sentido a los elementos que aparecieron en nuestro sueño: personas, objetos, situaciones, palabras, lugares, ausencias. Ahí no vale el “para todos”, no hay manuales para interpretar sueños. No podemos decir, por ejemplo, que para todos los que sueñan que se les cae un diente eso quiere decir que alguien cercano se casará. Esto sería afirmar lo que dice Borges en la Biblioteca de Babel: “La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.” Y el psicoanálisis más bien apuesta por no anular al sujeto, convirtiéndolo en uno más como los otros, sino por hacerle un lugar particular y darle la palabra.
Así, en los sueños podemos encontrar los elementos más singulares de cada uno. Sin embargo, para esto hace falta asociar esos elementos con la propia historia, hablar de ellos, irlos reduciendo pues frecuentemente apuntan a otra cosa.
A menudo solemos encontrar personas que dicen que un mismo sueño se les repite desde la infancia, la adolescencia o desde hace algunos años. También que siendo adultos sueñan cosas que soñaban de niños o que tienen una pesadilla recurrente de la que se despiertan sobresaltados, angustiados y/o siempre en el mismo punto de ella. Aquí es importante preguntarse por el sueño en sí y también por esos afectos (angustia, miedo) que aparecen ligados a él y que, evidentemente, producen sus efectos en el soñante.
Los sueños o pesadillas, se repitan o no, cifran algo del inconsciente de cada uno y es eso lo que cada paciente debe descubrir
Generalizar lo que significa un sueño repetitivo, como ya dijimos, es imposible, pero sí podemos decir que es signo de algo. Los sueños o pesadillas –se repitan o no– cifran algo del inconsciente de cada uno y es eso lo que cada paciente debe descubrir. La significación de lo que soñamos, al igual que la de los olvidos o los lapsus que tenemos, es siempre algo particular a cada sujeto hablante.
Freud decía que un sueño es la realización de un deseo. Para él, cuando su hija, siendo pequeña, soñaba con dulces realizaba así su deseo de comerlos. Esto querría decir que cuando soñamos, incluso en los más enrevesados escenarios, algo de nuestro deseo inconsciente se realizaría allí. Por ejemplo, una mujer sueña que su abuela ya fallecida, ser muy querido para ella, vive mientras que otra anciana menos cercana y muy enferma, ha fallecido. Intercambiarlas en el sueño es su manera de mantener vivo al ser querido que perdió. Sin embargo, Jacques Lacan no enfocó los sueños como una realización de deseos, sino como la manera de insistencia de algo desconocido y sinsentido para cada uno.
¿Qué pasa, entonces, cuando lo que soñamos nos hace sufrir como en esas repeticiones traumáticas?
Aquí también se trata de ese algo que insiste en cada uno porque todavía no hemos podido darle ninguna forma. Tan extraño que es capaz de despertarnos en un punto determinado porque todavía no hemos encontrado una significación que lo envuelva. Es como si estuviese escrito en un lenguaje ajeno e incomprensible, sin traducción ni interpretación posible, ni siquiera en el sueño. Lo que es seguro es que tiene que ver con nosotros, con nuestras vidas y con sus impases. Es algo, pues, que nos convoca, que espera que encontremos una traducción para ese mensaje encriptado.
Sí, los sueños siguen siendo un enigma difícil de descifrar. Incluso para el soñante mismo. Pero quizás es que este enigma –que no solo existe en nuestros sueños sino también en otras cosas que hacemos– es el que nos puede permitir, a través de la palabra, encontrar lo nuevo que aparece en cada repetición.
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