Por Clive Cookson
Alrededor del mundo, gobiernos, industrias y organizaciones caritativas han invertido miles de millones de dólares para que los neurocientíficos puedan descubrir cómo funcionan nuestros cerebros. Aunque han realizado avances notables en el mapeo y el entendimiento de la anatomía del cerebro, su bioquímica y sus circuitos eléctricos, lo que reúne todos estos elementos para crear nuestro propio estado de conciencia sigue siendo un misterio.
Susan Greenfield, una neurocientífica en Oxford conocida por sus esfuerzos por popularizar la ciencia, es una de los investigadores que están realizando un serio esfuerzo por investigar el continuum de los pensamientos y sentimientos que hay detrás de cada momento de nuestra vida consciente. Su nuevo libro coloca algunos de sus descubrimientos y los de otros científicos dentro de un marco formado por 24 horas en la vida de un oficinista imaginario con un trabajo aburrido y una familia infeliz: su esposa está deprimida y pasa la mayor parte de su día en la cama; su hijo adolescente se pasa su día involucrado con su teléfono inteligente y no se comunica con otras personas; y su suegra sufre de demencia progresiva. Seguimos los cambios en los niveles de conciencia de nuestro héroe mientras duerme, sueña, se despierta, come, trabaja, saca a pasear a su perro e interactúa con su familia disfuncional. El escenario es deprimente pero es un buen vehículo para las especulaciones sobre la conciencia y más allá de la Sra. Greenfield.
Uno de tantos ejemplos intrigantes que ella presenta es que las personas obesas tienen una corteza prefrontal menos activa — una característica que comparten con los esquizofrénicos y los niños — lo cual conduce a comportamientos imprudentes. “Para aquellos individuos con sobrepeso y obesidad, la presión “de obtener satisfacción inmediata es lo más importante”, ella escribe. “Después de todo, cualquiera que está a punto de probar un pastel de chocolate o una golosina con alto contenido de azúcar está totalmente consciente de las consecuencias que tendrá en su cintura, sin embargo el placer inmediato del sabor gana sobre todo lo demás”.
Greenfield cree que ha descubierto una actividad cerebral medible que desempeña un papel importante en la conciencia: el “ensamble neuronal”. Se trata de una coalición efímera de millones de neuronas, que dura una fracción de segundo, que vincula eventos locales en células individuales con eventos a gran escala a través del cerebro. Estos ensambles — que se activan y desactivan breve e intermitentemente — deben vincularse de alguna manera para proporcionar una continua experiencia colectiva de conciencia. Pero, como admite la Sra. Greenfield, nadie sabe cómo sucede.
Ella ha obtenido evidencia directa de la existencia de los ensambles neuronales a través de sus experimentos con ratas vivas, en los cuales la actividad eléctrica coordinada es registrada con una tecnología ultrarrápida llamada proyección de imagen con tinte voltaje-sensible. La tecnología es demasiado invasiva para usarse en humanos, así que Susan Greenfield aún tiene que extrapolar los resultados de las ratas para aplicarlos en humanos. Ella espera que un nuevo método desarrollado en la Universidad de Manchester llamado Tomografía de Impedancia Eléctrica Funcional por Respuesta Evocada (o fEITER), podrá proporcionar imágenes de la activación y desactivación de los ensambles de los cerebros humanos sin causar daño.
Una variable clave de los ensambles neuronales es su tamaño: cuántas neuronas están involucradas. Se ha descubierto que la depresión está asociada con los ensambles anormalmente grandes, mientras que las personas que son excesivamente impetuosas y que se dedican a la búsqueda del placer tal vez formen ensambles inusualmente pequeños. Estas características, como todos los aspectos de la biología humana, son determinadas por una combinación de los genes y el medio ambiente.
En su libro ella presenta su teoría controvertida que asevera que la tecnología del siglo XXI, al sumergir a los jóvenes en el Internet y los videojuegos a través de teléfonos inteligentes y computadoras, está cambiando sus cerebros. “Esta búsqueda de estimulación acelerada podría provocar la formación de ensambles pequeños en la conciencia del “nativo digital” hasta un punto no visto en las generaciones anteriores”, escribe.
En “A Day in the Life of the Brain”, Susan Greenfield promueve su argumento sobre la relación entre los ensambles neuronales y la conciencia más allá de lo justificado por la evidencia que existe actualmente. Pero es un placer leer su libro provocativo. Necesitamos a más investigadores como ella que desafíen los límites para avanzar hacia una solución a lo que los neurocientíficos han denominado el difícil problema de la conciencia.
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