sábado, 12 de noviembre de 2016

Desarrollar el talento para construir una sociedad mejor (1/2)

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Ayer sábado tuve el honor de pronunciar la lección magistral en el acto de clausura de los másteres 2016 en la ceremonia académica que UNIR celebró en Logroño. He hablado sobre el desarrollo del talento en la construcción de una sociedad mejor.

Pensaba esta mañana que el texto os podía interesar, por eso lo reproduzco en esta y la próxima entrada. Estas ideas me gustaría que se tuviesen en cuenta en un posible pacto educativo porque ¿qué pacto sería el que ignorase el desarrollar el talento, el promover la excelencia de tantos cientos de miles de escolares? Aquí va el texto. Espero que os resulte de utilidad.

"Pocos dudan de que los sistemas educativos sean mecanismos de intervención social de primera magnitud y de que de ellos dependa, en buena medida, el desarrollo de nuestras sociedades. La cohesión, el bienestar, el conocimiento, la investigación científica, tecnológica, humanística, etc., dependen –no solo, pero sí en buena medida- de la acción de las instituciones educativas de cualquier nivel, desde la escuela a la Universidad.

Si la escuela, primer eslabón del proceso, es responsable parcialmente de nuestro desarrollo y formación intelectual y si realmente aceptamos que todos somos diversos y, por ello, tenemos necesidades educativas diferentes, ¿cómo es posible que ésta se empeñe, casi obsesivamente, en tantos sistemas educativos, en promover la igualdad?

Los sistemas educativos y, por tanto, las escuelas singulares, o los centros de educación superior, tienen como misión intrínseca promover el desarrollo óptimo de cada persona, no la igualdad.

Así lo afirman muchas leyes educativas como la Ley General de educación de España (hoy LOMCE) que en su artículo 1, apartados b y e dice:

El sistema educativo español, configurado de acuerdo con los valores de la Constitución y asentado en el respeto a los derechos y libertades reconocidos en ella, se inspira en los siguientes principios:

  • b. La equidad, que garantice la igualdad de oportunidades (…).
  • e. La flexibilidad para adecuar la educación a la diversidad de aptitudes, intereses, expectativas y necesidades del alumnado, así como a los cambios que experimentan el alumnado y la sociedad.

Y en su artículo 2 señala, como primer objetivo, que: “El sistema educativo español se orientará a la consecución del pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos (…)”.

Existen otras previsiones legislativas en España, pero no parece necesario, ni acertado en este acto, descender a tal pormenor.

Todos estos textos legales reconocen, lo obvio, la existencia de necesidades educativas específicas asociadas a condiciones personales de capacidad intelectual, entre otras.

El caso del sistema educativo español quizá sea paradigmático de lo lejos que puede llegar a estar la legislación de la práctica educativa. Y esto es posible afirmarlo porque, entre otras razones, no existen procesos sistemáticos que identifiquen quiénes son los alumnos más capaces que deberían recibir esas ayudas diferenciadas que desarrollasen de manera óptima su potencial. Todavía es frecuente la idea entre los profesores de que el talento se desarrolla de manera espontánea y de que no es precisa intervención específica alguna o, peor aún, de que todos tienen talento, lo cual equivale a hacer igual lo diferente.

El talento emerge de las capacidades desarrolladas sistemáticamente, como una confluencia de disposiciones genéticas, de experiencias educativas y familiares, y de los intereses específicos y modos de aprendizaje de los estudiantes.

La aparente facilidad con que algunas personas con capacidades altas desarrollan su talento no nos debe hacer olvidar las horas de trabajo y esfuerzo que fueron necesarias para alcanzar ese nivel.
Los modelos más arraigados en la literatura científica al respecto de este tema, ponen el énfasis en el desarrollo de la capacidad potencial, entendida como un continuo, que se proyecta –en el mejor de los casos- en uno o más campos de la actividad humana.

No debe perderse de vista, como se ha señalado con acierto, que “los talentos emergen y crecen evolutivamente, y para algunos no llegan a emerger porque no se produce una adecuada estimulación en la escuela y la familia. Es imperativo que todos los que trabajan con jóvenes vean los talentos y potencialidades como algo educable y emergente, y no como algo fijo e inmutable".

El proceso educativo se convierte en la clave para transformar las capacidades naturales en capacidades sistemáticamente desarrolladas. Dicho en otros términos, las capacidades o aptitudes en un campo o más no se convertirán en “operativas” (por así decirlo) de manera natural, es el entrenamiento sistemático –lo que se materializa en los más diversos programas de intervención- el que hará que esas capacidades contribuyan al desarrollo de las competencias en un campo dado. (los másteres que ustedes han realizado con aprovechamiento son un buen ejemplo de ello).

Por tanto, el nivel de competencia y destreza, de pericia si se quiere, en un campo del saber, será el resultado de la proyección de la capacidad en dicho campo, siendo el rendimiento en el mismo el efecto del desarrollo educativo. De este modo, para ser competente en un área dada hacen falta capacidades apropiadas a los requerimientos de esta, pero también un programa de intervención adecuado y una nada desdeñable dosis de trabajo, esfuerzo y motivación por el logro y la excelencia.

Así, el papel de la escuela, de la Universidad, y otros programas de intervención, será lograr que el potencial se convierta en rendimiento. Esto, como se comprende, tiene consecuencias educativas de primera magnitud, pues de lo señalado se deduce de inmediato que todo talento que no se cultiva puede perderse, pero para cultivar el talento hay primero que identificarlo. Así pues, identificación e intervención se convierten en dos ejes del desarrollo del talento.

No parece necesario insistir en que la educación debe asegurar que el rendimiento de las personas se equipare con su potencial. No se trata de ser el primero de la clase, ni de estar por encima de tal o cual referencia evaluativa. Se trata simplemente de conseguir el óptimo de cada persona, de que cada uno se aplique, con las ayudas necesarias, a dar de sí lo mejor que pueda para, en último término, ponerlo al servicio de los demás, de la sociedad".

En este punto me planteaba una cuestión esencial: ¿es posible un sistema educativo orientado al desarrollo del talento? En la próxima entrada lo responderé,



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