Piensa por un momento en alguna persona que te haya inspirado en tu vida o marcado positivamente con sus consejos y orientaciones. Seguro que has pensado en tus padres, algún familiar, o un jefe o un antiguo profesor. De un modo u otro,todos hemos vivido la experiencia de dejarse fascinar por la experiencia y sabiduría de otra persona y, sobre todo, por su generosidad a la hora de compartir. Si sabemos que funciona de manera informal y que también funciona cuando realizamos un proceso formalizado, y contamos con las personas adecuadas, ¿por qué no utilizarlo? El mentoring es esa herramienta, excelente en sí misma que no requiere grandes inversiones. Es contar con los recursos personales internos y liberar todo su potencial para desarrollar a otros. Es una oportunidad para transmitir y afianzar la cultura organizativa, los valores, el conocimiento tácito, además de conseguir impulsar el desarrollo del talento de diferentes perfiles profesionales: seniors, mujeres, jóvenes talentos…
Mucho ha llovido desde que Ulises decide ir a la guerra de Troya y encomendar a su buen amigo Mentor la formación de su hijo, Telémaco. Pero lo que no ha cambiado, son los principios de supervivencia en el aprendizaje de la antigua Grecia: aprender directamente a partir de otras personas a quienes respetan o admiran.
Así, ayer y hoy, el mentor transfiere su experiencia y conocimientos a otra con menor experiencia en determinado ámbito. Es, por tanto, un modelo, consejero, fuente de inspiración y estímulo para la superación. En este sentido, podemos hablar de programas de mentoring en los que los profesionales maduros de la organización, puedan transmitir su expertise a otros menos experimentados. Aunque también puede ser el proceso inverso, el reverse mentoring –cada vez más de moda- en el que son los jóvenes talentos los que pueden instruir y orientar a los maduros en materias que dominan como el uso de las nuevas tecnologías y el mundo 2.0.
Es, en definitiva, una metodología de desarrollo continuado, basada en el diálogo, la confianza y el compromiso. Compartir conversación con otra persona siempre es enriquecedor y cuando se trata de hablar de nuestro propio desarrollo con un enfoque constructivo, el impacto en nuestro aprendizaje se multiplica. El hecho de verbalizar lo que pensamos, de compartir con otro nuestras dificultades o inquietudes y el escuchar de otra persona consejos, preguntas o comentarios que jamás se nos hubieran ocurrido, es un sano ejercicio que nos puede ayudar a descubrir cosas nuevas, que nos lleven a querer mejorar. Pero lo más interesante de los procesos de mentoring reside en las implicaciones que tiene para los diversos actores del proceso. Los beneficios impactan obviamente en el mentee o mentorizado y en la empresa, pero además también tienen eco en el mentor. “El que enseña, aprende dos veces”, señalan muchos mentores experimentados… sentirse útil, reconocido o valorado, no tiene precio. Y lo que tiene un valor incalculable es el bienestar que produce donar tu tiempo, consejos, experiencias, ideas… a otro. Numerosas investigaciones sobre bienestar y felicidad señalan a la generosidad como uno de los ingredientes principales para llenarnos en el día a día y dar sentido a nuestra vida.
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