El deporte satisface algunas necesidades humanas básicas: nos hace sentirnos competentes y autónomos, y nos proporciona oportunidades para relacionarnos con otras personas. Cuando la práctica de la actividad física reúne estas características, aumenta nuestra motivación y nuestro compromiso con el deporte. Y ello a pesar de que, en ocasiones, entrenar puede ser algo duro.
¿Por qué nos enganchamos al deporte? Tres motivos que aumentan la implicación y el compromiso con la práctica deportiva
El deporte satisface algunas necesidades humanas básicas: nos hace sentirnos competentes y autónomos, y nos proporciona oportunidades para relacionarnos con otras personas. Cuando la práctica de la actividad física reúne estas características, aumenta nuestra motivación y nuestro compromiso con el deporte. Y ello a pesar de que, en ocasiones, entrenar puede ser algo duro.
Dicen que la genialidad está próxima a la locura, y eso parece tener su aplicación también en el mundo del deporte. Hay veces que no nos explicamos por qué alguien corre una maratón hasta quedar exhausto, decide recorrer la montaña practicando trail running, o se "machaca" en sesiones de CrossFit que harían palidecer al más curtido de los superhéroes. Visto desde fuera, no se entiende bien que esta “gente corriente” haga cosas tan extraordinarias. Normalmente, después de una sesión de ejercicio no viene un premio, no se reparten medallas y trofeos; e incluso en las competiciones al final sólo hay un ganador. Practicar deporte, al menos el de alta intensidad, tiene un alto coste físico, requiere horas y horas de entrenamiento constante, es duro desde un punto de vista psicológico, y a veces, puede ser también frustrante.
¿Por qué lo hacen entonces? Cuando preguntaron a George Mallory por qué intentaba subir al Monte Everest, a pesar de los riesgos que ello conllevaba, éste se limitó a responder “porque está ahí”. Sin duda, esa es una condición necesaria... pero no es suficiente. También a Peter Hillary -que siguiendo la estela de su padre se dedica al alpinismo y ha coronado el techo del mundo- le hicieron la misma pregunta. En este caso él respondió que “subir al Everest es como enamorarte, sólo tú lo entiendes”.
A pesar de la falta de respuestas claras, la psicología del deporte actual está empezando a entender las dinámicas que nos llevan a practicar ejercicio físico y tratar de superar nuestros límites. La Teoría de la Autodeterminación, propuesta por Edward Deci y Richard Ryan, es quizá una de las que mejor puede explicar la motivación de los deportistas de alto rendimiento (1,2). En ella se identifican tres necesidades básicas que los individuos trataríamos de satisfacer con nuestro comportamiento. En primer lugar, la necesidad de sentirnos competentes y eficaces; es decir, de poder reaccionar ante las distintas circunstancias que encontramos en la vida con maestría, habilidad y manteniendo el control de la situación. Una segunda necesidad básica es la autonomía personal, que implica la sensación de que somos quienes tomamos nuestras propias decisiones y elegimos en qué tipo de actividades nos involucramos, sin estar sometidos a un control externo. Finalmente, la tercera necesidad humana esencial es la de relación o afiliación. Somos seres sociales por naturaleza; en este sentido, necesitamos del contacto y la conexión con otras personas, pertenecer a grupos, cuidar a otros y ser cuidados, y en definitiva, sentirnos integrados.
La práctica del deporte en gran medida viene a satisfacer estas tres necesidades, ofreciendo numerosas ocasiones para desarrollar sensaciones de competencia, autonomía, y conexión social(2, 3, 4). A medida que se progresa en el dominio de la técnica en cualquier actividad deportiva, la persona se siente más hábil, con mayor capacidad para controlar su propio cuerpo, es más capaz dedar una respuesta eficaz a los desafíos físicos y mentales que conllevan el juego o la actividad física. Como en todo proceso de aprendizaje, al iniciarnos en la práctica deportiva comenzamos haciéndolo de una forma guiada, pautada por maestros, monitores o entrenadores, pero progresivamente empezamos a sentirnos cada vez más autónomos y capaces de tomar las riendas. El deporte implica tomar decisiones, responsabilizarse de ellas, asumir de forma proactiva que alcanzar las metas en muchas ocasiones depende de uno mismo.
Finalmente, muchas actividades deportivas se practican en equipo, satisfaciendo así nuestra pulsión social y haciendo que se desarrolle un sentimiento de afiliación, compañerismo, pertenencia e identificación con el grupo. Incluso aquellos deportes que se practican individualmente, como puede ser el running, implican también un fuerte sentimiento de comunidad con otros atletas, con los que a veces se entrena en equipo, se comparten consejos e informaciones sobre la actividad, o hacia quienes simplemente existe una corriente de camaradería y respeto. Ya sea algo tan asequible como una carrera popular o un evento para expertos como la Maratón de Bostón, basta con estar
un poco atentos para percibir -incluso como espectadores- la corriente de solidaridad que se crea entre los participantes.
El sentimiento de pertenencia a un colectivo es sin duda una de las fuerzas que contrarresta la “soledad del corredor de fondo”.
¿Es esto lo que nos “engancha” al deporte? La investigación reciente apunta a que sí. Ken Hodges y sus colaboradores han encontrado que la satisfacción de las necesidades de competencia y autonomía estaban relacionadas con el grado de implicación en el deporte en una muestra de atletas de élite canadienses, explicando ambas necesidades un 30% de las variaciones en el compromiso con la práctica deportiva (4). En otro estudio, un equipo de investigadores liderados por Leslie Podlog halló que las tres necesidades -competencia, autonomía y relación social- se asocian al nivel de compromiso o implicación con la actividad deportiva, en este caso empleando una muestra de esquiadores (3). En definitiva, parece que cuanto mayores sean la sensación de competencia que se experimenta con la actividad física, la experiencia de autonomía, y la cercanía psicológica hacia otros deportistas, mayor va a ser el grado de compromiso con la práctica deportiva. Más aún, la satisfacción de estas necesidades podría proteger el bienestar psicológico de los deportistas, haciendo que sean menos propensos a acabar “quemados” (5).
Estos y otros estudios apuntan a una conclusión clara. Los deportistas, ya sean amateurs o profesionales, no empeñan su “sangre, sudor y lágrimas” en entrenamientos y competiciones a cambio de una recompensa externa. No es -fundamentalmente- la obtención de un trofeo lo que les motiva. Las principales razones para hacer deporte hay que buscarlas en las recompensas intrínsecas que se producen al hacer la actividad física, sin buscar más allá. El premio está en el proceso, no tanto en el resultado; en los kilómetros que separan la salida de la meta, más que en el pódium. Desde este punto de vista, el disfrute, la superación de los propios límites, la sensación de progresar y crecer en el dominio de una técnica, o la conexión que se produce con otros deportistas, serían los “principios activos” que nos mantienen enganchados al deporte. La motivación por escalar el Everest, como sugería Peter Hillary puede parecerse a una conquista romántica; pero en este caso no hay que olvidar que -como ya dijera su padre- “no conquistamos las montañas, sino a nosotros mismos.”
Referencias
1. Ryan, R. M., & Deci, E. L. (2000). Self-determination theory and the facilitation of intrinsic motivation, social development, and well-being. American psychologist, 55(1), 68.
2. Ryan, R. M., & Deci, E. L. (2007). Active human nature: Self-determination theory and the promotion and maintenance of sport, exercise, and health. In M. S. Hagger & N. L. D. Chatzisarantis (Eds.), Intrinsic motivation and self-determination in exercise and sport (pp. 1–19). Champaign, IL: Human Kinetics.
3. Podlog, L., Gustafsson, H., Skoog, T., Gao, Z., Westin, M., Werner, S., & Alricsson, M. (2015). Need Satisfaction, motivation, and engagement among high performance youth athletes: A multiple mediation analysis. International Journal of Sport and Exercise Psychology, 13, 415-433.
4. Hodge, K., Lonsdale, C., & Ng, J.Y.Y. (2008). Burnout in elite rugby: Relationships with basic psychological needs fulfilment. Journal of Sports Sciences, 26, 835–844.
5. Perreault, S., Gaudreau, P., Lapointe, M-C., & Lacroix, C. (2007). Does it take three to tango? Psychological need satisfaction and athlete burnout. International Journal of Sport Psychology, 38, 437–450.
La Milla Sport agradece la colaboración a Antonio Crego, profesor de Psicología en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA).
Puedes seguirle en Twitter: @antonio_crego
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