Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl
Casi todo el mundo está de acuerdo en que innovar es una condición básica para la supervivencia de las organizaciones actuales (para las personas utilizamos el término “reinventarse”). Y digo casi todo el mundo porque surgen voces que claman lo contrario, como propone este artículo “Por qué las empresas necesitan menos innovación” Mas adelante comentaremos alguno de los disparates que se vierten en este texto.
Hace algunos años, durante una visita a la casa de mis padres en San Sebastián, mi abuela materna (que falleció hace escasos 7 meses a la edad de 97 años) me hizo un comentario aparentemente inofensivo cuando me vio sentado en la cama tecleando en mi portátil. ¿Qué estás haciendo? Me dijo. Estoy trabajando, amona (abuela en vasco) le contesté. Ah, es que vosotros trabajáis con la cabeza… Para mi abuela, el concepto de trabajo estaba directamente relacionado con lo que ella había vivido a lo largo de su vida: trabajar en el campo, donde las jornadas vienen marcadas por lo que impone la meteorología (de sol a sol) y donde la potencia física, y la alimentación correspondiente, tenían una importancia superlativa. Para nosotros el mundo ha cambiado radicalmente. La potencia intelectual ha sustituido a la potencia física que ha sido derivada hacia la maquinaria y la tecnología. En esta transición, en la que me temo hemos salido perdiendo, nos hemos vuelto prisioneros de un ritmo de vida frenético en el que el tiempo es el tesoro más preciado y donde la presión por usarlo adecuadamente para obtener resultados se está volviendo insoportable. Muchas personas simpatizaron hace breves semanas con el caso de Steven Slater, un asistente de vuelo con más de 30 años de experiencia que tras ser golpeado por un cliente durante una discusión en el avión, no aguantó más, tomó el micrófono, insultó a los pasajeros, se quitó la corbata, se tomó tranquilamente una cerveza, activó el tobogán de emergencia y se deslizó hasta la pista de aterrizaje y desapareció. Otro ejemplo alarmante nos lo ofrece el enorme porcentaje de niños que actualmente están sometidos a tratamiento mediante ritalin o medicamentos similares para tratar la hiperactividad.. Algo no estamos haciendo bien porque mi abuela nunca había oído hablar del stress. Mientras que en tiempos de mi abuela, se pagaba a las personas por trabajar, hoy hemos complejizado la ecuación y el salario no sólo incluye trabajo y resultados sino que además les exigimos varias componentes más:
Aprender lo que necesitan para estar actualizados
Enseñar a otros, que saben menos que ellos, pero la empresa requiere que aprendan
Trabajar colaborativamente y compartir
Cambiar de forma permanente e inmediata
Innovar
¿Por qué innovar? La historia nos demuestra cada día que no puedes seguir haciendo siempre lo mismo. Nos guste o no, eso es irrelevante, en un mundo global tienes que ser competitivo y básicamente, o tratas de competir por costos (donde cada día es más difícil luchar, por ejemplo, contra China) o compites por diferenciación lo que nos conduce a la imperiosa necesidad de innovar. Si pretendemos que cualquier profesional y cualquier ciudadano sea un innovador, hay preguntas que tenemos que ayudarles a responder:
1. ¿Qué es Innovar? Innovar consiste básicamente en hacer cosas que no se han hecho antes. Sin entrar en detalles sobre cuándo una innovación es disruptiva o es evolutiva, esa definición significa que innovar requiere APRENDER a hacer las cosas que antes no eras capaz de hacer. La innovación es un intangible que se distingue por lo siguiente:
La innovación es un CONOCIMIENTO. Dado que el conocimiento es aquello que te permite tomar decisiones y actuar y que fue aprendido, es evidente que nadie nace sabiendo innovar sino que se trata de una capacidad adquirida a lo largo de la vida. Resulta interesante preguntarse si 2 de los innovadores más reconocidos de la historia como Leonardo da Vinci o Steve Jobs hicieron en su momento un “Master en Innovación” en alguna reputada escuela de negocios… La forma de verificar que tienes ese conocimiento es que demuestres tu capacidad para innovar.
La innovación es un proceso de APRENDIZAJE. El punto de partida de la innovación es un conocimiento que te resulta insuficiente para alcanzar un resultado que te interesa obtener. Y el punto de llegada es un nuevo conocimiento más desarrollado que si te permite obtener dicho resultado. El proceso que transcurre entre ambos estados es un proceso que te habilita para hacer cosas que anteriormente no eras capaz de hacer. Innovar consiste en crear nuevo conocimiento, es decir, exige aprender a hacer las cosas de otra manera. Todo lo que aprendes es una innovación para ti, independientemente de que el resto del mundo ya lo conozca.
2. ¿Cómo se Innova? A comienzos del 2007, planteé el tema en un artículo inspirado por mi hijo mayor titulado “El árbol de patatas fritas” y hace unos meses, mi jefe me compartía esta historia que incluyo a continuación. “Hace 6 años fui invitado a una universidad para hablar de innovación. Recuerdo la fecha con exactitud: uno de mis hijos pequeños tenía meses y, en consecuencia, lloraba con cierta frecuencia. El proceso que seguía a su llanto me maravillaba. Su madre, lo miraba y escuchaba atentamente y luego sentenciaba: “tiene hambre… o tiene frío… o tiene sueño… algo raro le pasa”. Luego procedía en consecuencia: le daba leche, lo mudaba, lo hacía dormir o llamaba al médico. Yo pensaba e n los pobres niños cuyas mamás, ya sea por la inexperiencia o por la falta de habilidad, no eran capaces de determinar la causa del llanto. Me imaginaba cómo se sentirían siendo mudados cuando tenían hambre, intentando dormirse cuando estaban mojados y molestos, o recibiendo leche cuando tenían sueño. Pensé en lo útil que sería tener un “detector de causa de llanto”, la tranquilidad que a los padres le proporcionaría el uso de este instrumento, “el negocio” que significaría desarrollarlo y la felicidad de los niños por el bienestar obtenido. Yo podía identificar la necesidad del instrumento, mas no sabía cómo hacerlo. Empecé a determinar las características del “equipo” que debía reclutar para desarrollar el invento. No alcancé a avanzar demasiado…. Lamentablemente era tarde; ya estaba a la venta en “el Corte Inglés” (multitienda española). Tenía un costo de 99 euros y demoraba 5 segundos en indicar el motivo del llanto. Lo había desarrollado un ingeniero electrónico alemán cuya esposa no acertaba en el motivo del llanto de su hijito. Consistía en un analizador de ondas. La frecuencia del llanto de un bebé es diferente según lo que le ocurre y, seguramente es eso lo que percibe una madre cuando determina por qué llora. Lo que permitió al ingeniero desarrollar este “innovador” instrumento tiene que ver con un problema que lo afectaba, con la visualización de una necesidad transversal, con la conceptualización de la solución y con el conocimiento que permite su construcción.”
La motivación/el enojo: Para innovar hay que estar enojado, o como se dice en España, cabreado. Sólo te interesa innovar cuando algo que te preocupa, no funciona adecuadamente y te importa lo suficiente como para querer hacer algo al respecto. Cuando eres padre y tu hijo llora, la motivación por resolver este inconveniente puede alcanzar cotas insospechadamente elevadas, podéis creerme. ¿Hay algo que actualmente te tenga molesto, te tenga incómodo? Si no es así, no tienes ninguna necesidad de cambiar y por tanto no tienes motivo alguno para innovar. Los problemas son la mecha inmejorable para disparar el proceso innovador.
Las preguntas: Para innovar hay que ser curioso y más en concreto, hay que hacerse preguntas. Hay 2 preguntas imprescindibles que todo innovador se formula: ¿Por qué las cosas son como son? ¿Por qué no pueden ser de otra manera? Las preguntas son las que permiten abrir la puerta y como ya he insistido en muchas ocasiones, tenemos un grave handicap en este punto ya que el sistema educativo jamás se ha preocupado de desarrollar en los jóvenes la habilidad de hacerse las preguntas adecuadas sino que por el contrario, está lleno de respuestas a preguntas que los niños nunca se hacen. Las respuestas cierran puertas y por si fuese poco, tienen una fecha de caducidad cada vez más corta. ¿Por qué llora mi hijo? ofrece una magnífica oportunidad para innovar.
Los errores: La innovación es un camino arriesgado, se sabe desde dónde empiezas pero nunca existe certeza acerca de donde llegarás. En esa incertidumbre, tras la pregunta siempre sigue una hipótesis que hay que comprobar para generalmente verla fallar y corregirla. La innovación es impredecible y por regla general, no es rentable y si de algo se puede estar seguro es de que durante ese camino te encontrarás más errores que éxitos. Los científicos reconocen que el error es posiblemente la herramienta más importante con que cuentan para progresar, pero de nuevo la educación nos hace un flaco favor al estigmatizar el error como algo peyorativo y vergonzante. Por esa razón, un innovador debe desarrollar un ego sólido y necesita ser capaz de convivir naturalmente con la frustración y el fracaso.
El conocimiento: Sólo puedes innovar en aquellos ámbitos en los que tienes conocimiento previo suficiente. Yo no puedo realizar ninguna innovación en el área de la física cuántica, la electrónica o la energía solar porque no tengo ningún conocimiento al respecto que me permita formularme las preguntas adecuadas para desencadenar todo el proceso.
Para innovar es preciso que exista un entorno favorable a la innovación. La abrumadora mayoría de empresas e instituciones que conocemos no están diseñadas ni incentivan que esos 4 elementos puedan florecer. Las grandes empresas no suelen ofrecer las mejores condiciones para que puedas elegir trabajar en los problemas que más te importan y fracasar intentando resolverlos. Las escuelas de negocios no te preparan para hacerte preguntas descabelladas ni formular hipótesis absurdas. El desafortunado artículo que mencionaba al inicio ofrece un diagnóstico bastante acertado: Un elevado porcentaje de empleados considera la innovación como una hipocresía ya que perciben que a los líderes no les interesa necesariamente que su gente proponga nuevas ideas sino más bien que hagan lo que se les pide de la forma más entusiasta posible. Sin embargo, la solución que propone es tóxica en el sentido de que refleja precisamente la base del problema que impide desarrollar empresas más innovadoras: sólo un grupo reducido y escogido deben ser innovadores. No es ninguna sorpresa que los defensores del status quo se resistan a perder sus privilegios.
Tradicionalmente consideramos que las monedas cuentan con 2 caras pero se nos olvida que tienen una tercera cara: el canto, que de hecho es la que permite que una moneda ruede. Para saber de innovación necesitas ser experto en aprendizaje y en gestión del conocimiento porque de otra forma no puedes entender cómo se innova. Los 3 elementos están interrelacionados entre sí. Para innovar debes entender primero qué es el conocimiento y cómo se aprende.
El próximo artículo abordará de nuevo el polémico mundo de la educación. Como parte del mismo, os propongo responder una pregunta muy simple respecto de qué 3 cosas os gustaría que vuestro hijo/a realmente sepa/domine cuando termine el colegio. Podéis contestar la pregunta siguiendo este link http://www.surveymonkey.com/s/YSZFFLM
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