http://www.atinachile.cl/content/view/16181/Psicologos-Neurociencia-Afectiva-y-el-resurgimiento-de-las-ciencias-del-alma.html
En la última década, los impactantes descubrimientos provenientes de diversas disciplinas, dentro y fuera de la Psicología, han ido produciendo una especie de terremoto que la obligará a remodelarse en los años venideros. Aunque suene manido y cursi, la Psicología se encuentra ante el desafió de tener que reinventarse y de hacerlo antes de haber alcanzado siquiera su madurez. Probablemente su objeto de estudio tendrá que ampliarse para poder incorporar los últimos avances en biología, neurociencias, física, etología, antropología. No obstante, esta vez la Psicología debería evitar cometer nuevamente el error cartesiano y dejar ahora afuera otros aspectos fundamentales de índole más macro, los que forman parte asimismo de la inevitable interdependencia entre fenómenos, tales como los espirituales, los socio-económicos y los culturales, aspectos que me aventuro a pronosticar que nos depararán relevantes sorpresas en un futuro no muy lejano. A lo largo de la historia, el término "alma" ha sido definido de muy variadas maneras en la sociedad occidental y, en muchos casos, en forma lo suficientemente vaga como para abarcar muchas nociones distintas. En las representaciones primitivas el alma era concebida como equivalente a la respiración, en el sentido de "principio de vida", aliento, hálito, soplo, ánima. Posteriormente, se usaron las palabras anímico, espíritu, psíquico, esencia del yo, sede de lo emotivo. "Psyche", entendido como espíritu, se identificó después con el concepto más racionalista e intelectual de "nous" o "mente", lo que condujo a los conceptos modernos de razón, pensamiento, conciencia, Yo. Dentro de los estados psíquicos o mentales se distingue entre los racionales (pensamiento) y los emocionales, para referirse a los cuales últimamente algunos autores han vuelto a utilizar el vocablo alma. Desde la división tripartita del alma de Platón, se tiende a considerar que existe un principio o función superior (razón) y una función inferior e irracional (emoción). Históricamente, en Occidente se ha tendido ha dedicarle mucha mayor atención a los fenómenos racionales que a los emocionales. Especialmente durante la Escolástica y la Ilustración, se le atribuyó una desmesurada importancia a la inteligencia de índole intelectual o mental. Se sostenía que la emoción obstaculizaba el curso de la razón. Fue así como dentro de la filosofía, el alma fue perdiendo relevancia y se habla de "la batalla final por el alma"- refiriéndose a una lucha que es de gran interés para la psicología - entre los espiritualistas (muchos dualistas) y los científicos materialistas (monistas) por determinar si tenemos un alma, en el sentido de si existen ciertos procesos mentales con independencia del cuerpo, si trascienden a la mente y cuál sería su significancia. Para Aristóteles, el alma era la forma del organismo, mientras que los tejidos y órganos eran la materia; siendo imposible la existencia de la una sin la otra. No hay función sin órgano y el alma es el "órgano" (cerebro) del cuerpo. En la tradicional problemática en torno a la relación entre el alma y el cuerpo (mente-cerebro), la preponderancia asignada al alma fue variando a través del tiempo. Entre los siglos I al XIX, era mucho más importante que el cuerpo. Durante el siglo XIX crece el poder del cuerpo hasta llegar a ser tan significativo como el alma. En el siglo XX su relevancia es casi insignificante y lo psíquico pasa a ser simplemente la "integración" de procesos sutiles en las áreas corticales del cerebro. La mente sería sólo el cerebro, cualquier fenómeno cerebral puede remitirse a causas materiales. En efecto, actualmente las neurociencias sostienen que existen correlatos neuronales para todos los procesos mentales. Sin embargo, la psicología budista insiste en la posibilidad de la emergencia "descendente" para ciertos estados mentales más sutiles. Consecuentemente, a lo largo de su historia, la psicología ha ido cambiando de objeto de estudio. Del alma (neuma) aristotélica y tomista se pasó a la mente (razón) cartesiana y a sus "facultades"; de la mente a la conciencia (procesos) de los asociacionistas, de los primeros psicólogos experimentales y de la fenomenología. El estudio de las pasiones del alma floreció durante el apogeo del psicoanálisis freudiano, pero fue marchitándose bajo el asedio de los conductistas, quienes dominaron hasta los años sesenta. En los albores del siglo XX, con la revolución epistemológica de los conductistas, se pasa al comportamiento como objeto de estudio de la psicología, retornándose posteriormente a la conciencia con la revolución cognitiva. Es así como en el siglo pasado se fue abandonando al alma; ni las emociones ni los sentimientos fueron relevantes para los dos paradigmas que dominaron en la psicología científica experimental: el conductista y el cognitivo (procesamiento de la información). Mientras duró el imperio del conductismo, el único objetivo valido de investigación científica era la actividad observable y se le negaba valor a cualquier tipo de experiencia interna. Con posterioridad, la psicología cognitiva fue desarrollando nuevos métodos que le permitieron sustraerse al influjo del conductismo y, durante el reinado del cognitivismo, casi lo único que importaba eran los procesos mentales. En otras palabras, con el paso del tiempo, la psicología cognitiva también fue estableciendo su propia ortodoxia, una ortodoxia que desdeñaba la emoción y afirmaba que lo único que merecía la pena de ser investigado eran las operaciones mentales como las imágenes y la memoria. Como el cognitivismo asimiló, en su primera etapa, el funcionamiento del cerebro al modelo de un procesador de información, culminó siendo un modelo tan frío como el conductista. Las "pasiones del alma" (pathos) quedaron relegadas a la psicología clínica. Se plantea que el error de la psicología actual es el error de Descartes: dar preeminencia a un aspecto "el pensamiento" por sobre la conducta y el sentimiento. Si el conductismo separó a la conducta del cerebro, el cognitivismo separó al pensamiento (alma/mente) del resto del cuerpo. Este malestar se siente desde hace ya bastante tiempo y, como en un "eterno retorno", la psicología se había ido acercando nuevamente a la filosofía, como en sus orígenes, ampliándose a enfoques más generales y espirituales (teoría general de los sistemas, cibernética de segundo orden, modelos integrativos, gestalt, psicología transpersonal, psicología cultural). Sin embargo, inesperadamente, el retorno del alma, se consolidó gracias a la influencia de nuevos paradigmas proveniente del estudio moderno de nuestro cerebro y de la psicología evolutiva. Las neurociencias lograron el hallazgo mas significativo en siglos, como lo es la plasticidad neuronal, a partir del cual se fue comprobando que las emociones cumplen un rol fundamental en el funcionamiento de la mente. Si el nuevo campo de la neurociencia cognitiva nace cuando los científicos se interesan por averiguar como se produce nuestra vida mental, la última área en surgir - la neurociencia afectiva - nace cuando se descubre la existencia de una intrincada red de conexiones neuronales que conectan la corteza prefrontal con los centros emocionales ubicados en las regiones mas profundas del cerebro. Esta nueva especialidad que se ocupa del estudio de la relación entre el cerebro y las emociones ha ido explorando aquellas vías neuronales que vinculan los pensamientos a los sentimientos, dejando en evidencia la indisociable conexión entre ambos e intentando zanjar la disyuntiva entre cabeza y corazón. Por otra parte, la psicología volvió ha considerar los primeros escritos de Darwin, naciendo una nueva psicología evolutiva. Las emociones básicas o primarias son universales a toda la especie humana y las compartimos con algunos mamíferos superiores. Aunque los animales también pueden regular sus emociones, su sistema de regulación no es tan sofisticado como el de nosotros, ya que los lóbulos frontales juegan un papel fundamental en dicha regulación. El descubrimiento del ADN y del genoma humano ha permitido descubrir que, apenas un 1% de ADN es lo que nos diferencia de los chimpancés y esos pocos genes que nos distinguen de ellos no son específicos del cerebro, como se creía, sino que tienen que ver con respuestas inmunológicas y con las hormonas reproductoras. Nuestro Francisco Varela se centró, justamente, en el estudio del sistema inmunológico y sus implicancias cognitivas. El campo de la inmunología está abierto a la idea de que dicho sistema es casi una especie de "segundo cerebro" (Varela), una red de células especializadas que confieren al cuerpo una identidad flexible y, como dicha identidad somática posee vínculos muy específicos con las redes neuronales subyacentes a la vida cognitiva, nace la psiconeuroinmunología. Por lo tanto, tan solo hace aproximadamente 25 años atrás que la medicina y la psicología han empezado a asumir la interrelación entre los estados emocionales y el bienestar mental y físico. Las emociones pasan a ser un objeto específico de estudio de la ciencia desde hace apenas 15 años y, mucho más reciente aún, es el inicio de la investigación de las emociones positivas o constructivas (Psicología Positiva). Consecuentemente, la Psicología debería centrarse en el estudio de la conducta entendida en su sentido más amplio - lo que pensamos, sentimos y hacemos - en íntima relación con el cuerpo biológico que la sustenta, sin obviar que este organismo compuesto de cerebro, afectos y músculos, se encuentra interconectado con su ambiente cultural y con el cosmos. En otras palabras, la Psicología debería ser tanto mental como emocional, transpersonal y corporo-conductual. Los paradigmas actuales en la psicología contemporánea están ya reflejando las consecuencias de este malestar y cambio, puesto que se incluyen modelos nuevos, alternativos y transculturales, tales como la Psicohistoria, Psicofilosofía, Psicología Cultural, Psicodiálysis, Psicomagia, Psicochamanismo, Contrapsicología, Psiquiatría Radical, Psicología Comunitaria, Modelo Sociohistórico, Psicología Basada en la Evidencia (PBE), Etnopsicología, Psicosíntesis, Psicología Hindú, Psicología Budista.
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