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Ya hemos hablado en otras ocasiones de cómo nuestra actitud ante los retos condiciona nuestro éxito o fracaso y de que a veces somos nosotros los que nos limitamos.
Hoy quiero hablar de un curioso efecto que conocí hace unos días gracias a @Manyez , al que a su vez conocí gracias a un proceso de Serendipia. Se trata del Factor Wallenda.
Estar sobre el alhambre es vivir. Todo lo demás es esperar. Karl Wallenda
Foto adaptada de kevint3141
Karl Wallenda
era un gran equilibrista conocido en el mundo por sus arriesgadas
acrobacias en la cuerda floja, buscando el más difícil todavía y a
menudo sin red de seguridad. Era famoso por sus números de bicicleta
sobre el alhambre, o sus pirámides haciendo equilibrios.
Después de una vida plagada de éxitos, Karl falleció en San Juan de
Puerto Rico al precipitarse desde una cuerda situada a 22 metros de
altura.
Tras la muerte del equilibrista su mujer hizo unas declaraciones en las que pudo estar la clave de su caída. Relataba como en los últimos meses su marido no pensaba en otra cosa que en una posible caída. Incluso revisaba personalmente la instalación de los cables por donde cruzaba, algo que nunca antes había hecho.
Lo que sucedió fue que Wallenda dejó de centrar sus esfuerzos en cruzar la cuerda y empezó a enfocarlos en no caerse. Y fue entonces cuando realmente se cayó.
El factor Wallenda es algo que marca la diferencia entre las personas que consiguen sus objetivos y las que no lo hacen. Cuando ponemos todo nuestro corazón y empeño
en el desarrollo de las tareas y tenemos un horizonte a la vista es
cuando tenemos éxito en lo que hacemos. Por el contrario si empleamos
toda nuestra energía en no fallar, será más fácil que fracasemos.
Imagínate a Karl sobre la cuerda a 30 metros de altura en su etapa de
éxito. Seguro que en algún momento sufrió algún traspies que le hizo
perder momentaneamente la situación de equilibrio. Esos pequeños fallos o
fracasos no le hicieron caer, porque los asumió como parte de su
aprendizaje y le ayudaron a superar otras situaciones complicadas (no
tenía mucho margen de error).
Ahora imagina la situación en el día de su caída, tras varios meses
pensando en que se podía caer y atenazado por el miedo al fracaso. El
mismo traspies que otras veces había superado, le llevó al fracaso.
Esto no quiere decir que para conseguir nuestros propósitos no tengamos que fallar. El fallo es muy importante y algo que tiene que suceder y debemos abrazarlo como oportunidad de aprendizaje.
Pero debemos fallar sin dejar de poner la vista en el horizonte y tener
siempre en mente cuál es nuestro objetivo final, para enfocar los
fallos adecuadamente.
Los niños son auténticos especialistas en evitar el Factor Wallenda.
No tienen miedo a caer, siempre están probando cosas nuevas y asumiendo
riesgos. Ponen todo su empeño en aprender y se olvidan de todo lo
demás, haciéndolo además divertido. Conforme nos hacemos mayores, vamos
cargando nuestra espalda con miedos e inseguridades y evitamos el fallo a
toda costa.
Es nuestra actitud ante los fallos la que determina
qué pasará después. Si pensamos en los errores como oportunidades de
mejora, aprenderemos de ellos y avanzaremos en nuestros objetivos. Si
los visualizamos como obstáculos que se interponen delante de nosotros,
quizás los evitemos, pero habremos gastado gran parte de nuestros
esfuerzos y será más fácil que fracasemos.
Actitud positiva+confianza+perseverancia ¿Algún ingrediente más para tener éxito?
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