Hace cien años, la ciencia
vivió una de sus épocas doradas en las que alumbró las teorías que han
dado forma a nuestra visión actual del cosmos: la mecánica cuántica, la
relatividad, la estructura del átomo. Hoy en día, la ciencia es más
amplia y profunda de lo que era al principio del siglo XX, pero también
más especializada y compartimentada y menos osada. Uno se pregunta,
¿cuáles son las grandes teorías del siglo XXI, las nuevas respuestas a
las viejas preguntas que podrían definir el conocimiento - y estimular
la tecnología – dentro de 100 años?
|
Javier García Martínez Director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante y vice-presidente del Consejo de Tecnologías Emergentes del Foro Económico Mundial |
Puede
ser útil pensar en la evolución que ha experimentado la ciencia - desde
los avances realizados por personas como Einstein, Curie, o Bohr hasta
los programas de investigación bien planificados que involucran equipos
de científicos- como si se tratara de una empresa que comienza siendo
pequeña e innovadora. Sin duda, algo valioso y audaz se pierde cuando se
convierta en una megacorporación.
Como explicó el profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, Clayton M. Christensen en su libro, The Innovator’s Dilemma,
las grandes empresas tienden a ignorar las innovaciones disruptivas y
se centran en lo que perciben como las demandas de sus clientes
actuales. Se olvidan de que el valor real reside en la creación de
nuevas oportunidades de mercado. Henry Ford, quien produjo el primer
automóvil económicamente asequible, dijo: "Si le hubiera preguntado a la
gente lo que ellos querían, habrían pedido un caballo mejor (o, en
algunas versiones, más rápido)." La cita puede ser apócrifa, pero ayuda a
aclarar este punto: en lugar de mejorar los productos y servicios ya
existentes, las innovaciones disruptivas crean demanda de productos y
servicios que los clientes todavía no saben que necesitan. Dichos
mercados nuevos fueron bautizados como "océanos azules" por los
profesores W. Chan Kim y Renée Mauborgne de la escuela de negocios
INSEAD en su libro Blue Ocean Strategy.
Las ideas disruptivas son también es resultado de la creatividad de los grandes científicos. La teoría de la evolución por selección natural de Darwin y las teorías de la relatividad de Einstein, son ejemplos de océanos azules creados por científicos geniales.
Por desgracia, cada vez es más difícil para los
científicos la práctica de la ciencia disruptiva. La carrera académica
ejerce presión sobre los resultados inmediatos, la necesidad de publicar
continuamente e incontables obligaciones académicas y administrativas,
hacen muy difícil explorar ideas arriesgadas. Mientras tanto, hay pocos
alicientes para que los científicos sean ambiciosos. Una mayor
especialización en la investigación científica, la presión para trabajar
temas de gran impacto y la dificultad de obtener ayuda para investigar
en proyectos audaces incentiva a los científicos a centrarse en
proyectos menos arriesgados.
Necesitamos una ciencia acumulativa. Las preguntas que otros hicieron deben ser respondidas de forma precisa y rigurosa. Pero es poco probable que el pensamiento gradual nos lleve muy lejos en la solución de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy en día. Desde la generación de energía limpia a la vacuna contra malaria, desde el cambio climático al agua potable accesible a todos, necesitamos que nuestros mejores científicos piensen de manera disruptiva para encontrar soluciones radicalmente nuevas. ¿Cómo llegar a ser en un científico disruptivo? Por supuesto, la predisposición personal juega un papel importante. Algunas personas son por naturaleza más críticas, creativas y audaces que otras. Pero hay algunas cosas que podemos hacer para mejorar nuestra capacidad de generar grandes avances. Estos son algunos consejos prácticos: • Como estudiante, haz cursos fuera de tu especialidad. Cualquiera que sea tu "segunda pasión", pasa algún tiempo aprendiendo sobre ello. Si no tienes una, encuéntrala. Steve Jobs abandonó Reed College después de un semestre, pero se quedó el tiempo suficiente para asistir a un curso de caligrafía. Jobs dijo una vez: "Si nunca hubiera asistido a ese curso en la universidad, Mac nunca habría tenido múltiples tipos de fuentes o fuentes proporcionalmente espaciadas" - características que hicieron único a Apple y atrajeron a innumerables clientes.
Para los científicos jóvenes, en particular, la
investigación disruptiva no es un camino fácil para las publicaciones,
las becas, o el reconocimiento entre iguales. Por lo tanto, en las
primeras etapas de tu carrera, es conveniente contar con un proyecto
convencional en el que trabajes para conseguir los resultados que
necesitas para tu tesis, post-doctorado, o beca, mientras que inviertes
parte de tu tiempo en un proyecto ambicioso y de alto riesgo. Con el
tiempo, podrás aumentar el tiempo que pasas en proyectos de alto riesgo y
comenzar a desarrollar una visión a más largo plazo.
Pero no esperes demasiado tiempo. Si esperas hasta estabilizarte para hacer ciencia disruptiva pasarás tus años más productivos y creativos haciendo investigación incremental. Y lo más probable es que no cambies una vez que estés tengas una posición consolidada. El apoyo de tu supervisor es esencial, ya que puede ser difícil de distinguir una idea loca de una brillante. No escojas a tu director de tesis solamente por el tamaño de su grupo, el dinero que tiene de proyectos y el número de sus publicaciones. Elige a una persona que tenga la mente abierta, que no tema al riesgo y te que dé libertad para explorar proyectos paralelos. Konstantin Novoselov descubrió el grafeno mientras se hacía "un experimento de la noche del viernes". Un planteamiento fomentado por su director, Andre Geim, para que los miembros de su laboratorio probaran ideas de alto riesgo. Años más tarde, ambos compartieron el Premio Nobel de Física. Cualquiera que sea tu idea, cuenta con el apoyo de tu asesor para ayudarte a hacer un trabajo sólido y riguroso. Si diriges un grupo de investigación, hay muchas cosas que puedes hacer para ayudar a la gente que trabaja contigo. Construye una cultura de respeto y tolerancia hacia los demás, hacia sus opiniones y cualidades personales. Fomenta el pensamiento crítico, desafiando las ideas más aceptadas y pide a los demás que desafíen las tuyas. Realiza las reuniones de grupo constructivas y bien planificadas, dedicando atención a nuevas ideas y proyectos. Reconoce los éxitos de las personas y sus contribuciones. Permite y alienta a las personas que trabajan contigo a emplear un pequeño porcentaje de su tiempo en la desarrollo de ideas novedosas. Para mantener su ventaja competitiva, Google permite a sus ingenieros a pasar el 20% de su tiempo en sus proyectos favoritos. Algunos de los productos con más éxito lanzados por Google en los últimos años son fruto de esas ideas. Durante la última década, Google ha sido una de las empresas más innovadoras en el mundo, pero ahora es grande y constituida. Al igual que muchas grandes empresas, que promueven la innovación disruptiva en un esfuerzo por evitar ser superado por compañías más pequeñas y creativas. El éxito de resistir a la tentación de la seguridad está aún por ver. Muchos de los problemas más urgentes de la sociedad no se pueden resolver mediante la mejora de las tecnologías que tenemos hoy. Necesitamos soluciones más atrevidas y radicalmente nuevas. Estas no se encuentran en las playas infestadas de gente sino en los océanos azules todavía por explorar. Necesitamos una nueva generación de científicos disruptivos, el tipo de personas realmente creativas que puedan imaginar nuevos lugares y transportarse ellos mismos - y nosotros - a esos océanos azules. *Javier García-Martínez es profesor de Química Inorgánica y director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante. Javier García-Martínez es co-fundador de la empresa RiveTechnology Inc. con sede en Boston, que comercializa la tecnología que desarrolló durante su etapa post-doctoral en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Recibió la medalla al mejor químico europeo menor de 35 años y el premio TR35 de la revista Technology Review del MIT. Actualmente es vice-presidente del Consejo de Tecnologías Emergentes del Foro Económico Mundial. Publicado en Science el 10/02/12 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario