miércoles, 16 de mayo de 2012

Leonardo da Vinci, el científico

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Hablar de Leonardo da Vinci (1452-1529), uno de los mayores genios que jamás ha dado la humanidad, evoca inmediatamente a la Gioconda, La última cena o El hombre de Vitruvio. Sin embargo, su labor artística no es solo más que la pequeña punta del iceberg de todos los conocimientos que consiguió reunir en torno a sí el genio italiano.
FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A. 


Y las ciencias fueron, sin duda, una de las materias en las que más se explayó, ya fuera en anatomía, ingeniería, botánica, biología o geometría. Su método de aprendizaje era simple: observación de la naturaleza y experimentación. De hecho, sus orígenes estuvieron más bien alejados de los manuales y las bibliotecas. Lo prueba el hecho de que hasta una edad ya adulta no aprendió latín, idioma dominante en la ciencia del siglo XVI. “Soy plenamente consciente de que al no ser un hombre de letras, ciertas personas presuntuosas puedan pensar que tienen motivos para reprochar mi falta de conocimientos. ¡Necios! Acaso no saben que puedo contestarles con las palabras que Mario dijo a los patricios romanos: Aquéllos que se engalanan con las obras ajenas nunca me permitirán usar las propias”, escribió al respecto dolido con aquellos que minusvaloraron su obra.

La Queen’s Gallery de Londres expone 87 dibujos de la anatomía humana realizados por Da Vinci, lo que supone una de sus colecciones más amplias referidas a un único tema. A través de sus esbozos, el italiano reproduce con exactitud un bebé en el útero materno –“Todas las semillas tienen un cordón umbilical que se rompe cuando la semilla alcanza la madurez”-, un corazón o partes del cráneo humano. Y es que según sus eruditos su afán por estudiar la naturaleza le llevó a diseccionar más de 30 cadáveres. "Si Leonardo hubiera publicado sus dibujos, hubiera sido la figura más importante en publicar sobre anatomía humana y se lo consideraría a la par que Galileo o Newton", asegura Martin Clayton, conservador de The Queens Gallery.

Su labor como inventor se basó en su afán científico. Y en la mayoría de las ocasiones estuvo por delante de su tiempo. Ideó una especie de automóvil, un helicóptero –dotado de amortiguadores para asegurar un placentero aterrizaje-, un submarino, bicicletas y un tanque, aparatos que, simplemente, no se pudieron concretar porque no lo permitía la tecnología de su tiempo. Para explorar las profundidades acuáticas creó una escafandra. Y en su cuenta también se encuentran cuentakilómetros, paracaídas, rayadores de pan...

Tampoco se quedó atrás en ingeniería civil. En su mente proyecto una ciudad en cuyas calles se circulase a dos niveles. Una inferior para los vehículos y otra superior destinada a los peatones. También esbozó sistemas de alcantarillado y calefacción para facilitar la vida de los ciudadanos.

EL RESPLANDOR DE LA TIERRA

En astronomía, Da Vinci desveló el misterio de cómo se puede apreciar el resplandor de la Tierra. La solución es sencilla para una persona del siglo XXI: Cuando el Sol se pone en la Luna, esta se oscurece aunque no completamente. Hay todavía una fuente de luz en el cielo: la Tierra. Nuestro propio planeta ilumina la noche lunar con un brillo 50 veces mayor que una luna llena, produciendo el resplandor ceniciento. La cuestión es que, en torno al año 1.500, muy pocas personas sabían que la Tierra giraba alrededor del Sol. Aunque se equivocó en una cosa, la Luna carece de océanos y atmósfera, como el propuso. También las mentes más privilegiadas fallan a veces.

Su creatividad fue contratada en varias ocasiones para la fabricación de artefactos bélicos, un campo en el que los señores, aquí sí, siempre estaban dispuestos a rascarse el bolsillo. Además del tanque, trabajó en cañones, ametralladoras, bombas de racimo, puentes desplegables para atravesar ríos y torres móviles para asaltar fortalezas. Incluso diseñó un robot: un caballero armado que podía sentarse, agitar sus brazos, y mover su cabeza mientras abría y cerraba su mandíbula. Llego a ofrecer sus servicios al dux de Milán como alguien capaz de hacer “carros acorazados totalmente imposibles de atacar y capaces de penetrar las filas del enemigo con su artillería, y no habrá com¬pañía de soldados tan grande que pueda resistirlos. Y tras ellos podrá seguir la artillería, sin sufrir bajas, sin encontrar resistencia”. Sin embargo, el italiano siempre odió la guerra, a la que calificó como “locura bestial”. “Realmente el hombre es el rey de las bestias, porque su brutalidad excede la de ellas. Vivimos de la muerte de otros, somos como cementerios andantes. Llegará el momento en que el hombre verá el asesinato de los animales como ahora ve el asesinato de los hombres”, escribió.

La mayoría de sus creaciones quedaron relegadas al baúl de los recuerdos y de hecho solo se conoce hoy de ellas por las anotaciones y dibujos del italiano, que suman miles. Su carrera científica fue más que prolífica. Aunque tampoco se queda atrás su legado sobre decoración de jardines e interiores, filosofía, moda, invención de juegos, o cocina –fue despedido como cocinero de dos tabernas florentinas por sus recetas innovadoras-. Aún así nunca estuvo satisfecho con lo creado: “He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido”.





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