http://www.rinconpsicologia.com/2012/05/nuestro-segundo-cerebro-donde-esta-y.html
Todos
tenemos nuestro propio “gurú de la inteligencia emocional” y se
encuentra nada menos y nada más que en nuestro intestino. Por muy
improbable que pueda parecer, los psicólogos han hallado que el sistema
intestinal puede explicar por qué buscamos algunos alimentos y no otros
cuando estamos estresados, deprimidos o ansiosos.
Científicos como Michael
Gershon, profesor de patología y biología celular de la Universidad de
Columbia, piensan que nuestro intestino funciona como un segundo cerebro
y que incluso tiene cierta independencia de la actividad neuronal.
Después de cinco décadas de
trabajo en este campo de investigación, algunos científicos han
propuesto un nuevo término: “el sistema nervioso entérico”, con el cual
se indicarían las funciones del sistema intestinal como regulador del
comportamiento. Por supuesto, tampoco faltan quienes consideran al
intestino como un engranaje más del sistema nervioso autónomo pero
Gershon cree que es mucho más. De hecho, el intestino envía señales
directamente al cerebro que afectan directamente los sentimientos de
tristeza o estrés e incluso afecta la memoria, el aprendizaje y el
proceso de toma de decisiones.
Quienes proponen que el
intestino es nuestro “segundo cerebro” se basan en el hecho de que aquí
se producen más de 30 neurotransmisores, incluyendo la serotonina.
Además, también se ha demostrado que incidiendo sobre la actividad del
intestino se puede mejorar los síntomas de la depresión e incluso los
del autismo.
¿Cómo comenzó todo? Esta idea
partió del descubrimiento de que criaturas como los gusanos, poseen un
único sistema nervioso que es muy parecido a nuestro sistema nervioso
entérico. Así, los investigadores hipotetizaron que los ganglios, los
circuitos nerviosos e incluso el propio cerebro se desarrollaron a
partir de órganos mucho más primitivos como podría ser el intestino. Por
supuesto, pensar en nosotros mismos asociándonos a los gusanos no es
muy reconfortante pero quizás esta idea no anda del todo desacertada.
Los alimentos y el estado de ánimo
Todos sabemos que los alimentos
influyen en nuestros estados de ánimo pero no fue hasta hace poco que
esta relación se pudo demostrar irrebatiblemente. Hoy se conoce que
algunos componentes específicos de los alimentos ejercen un efecto
directo sobre las neurohormonas en el intestino que, a continuación,
envía una señal al cerebro.
En un curioso experimento los
investigadores lograron que los voluntarios accedieran a no comer sino a
alimentarse mediante una sonda nasogástrica que enviaba los alimentos
directamente a su estómago. En el mientras, escanearon sus cerebros para
saber qué sucedía. La diferencia estribó en que a algunas personas le
pasaron una solución salina y a otros una mezcla de ácidos grasos.
Así los investigadores pudieron
apreciar que apenas los ácidos grasos llegaron al estómago, en el
cerebro se activaron las regiones relacionadas con las emociones, se
apreció un aumento del flujo sanguíneo en el tronco cerebral y la
mayoría de las zonas del sistema límbico se activaron. En fin, que las
grasas (aunque no sean muy saludables) nos hacen sentir más satisfechos y
felices.
No obstante, aunque las
neurohormonas son particularmente potentes, no son los únicos
“jugadores” en el eje intestino-cerebro. Cada día se descubren nuevas
evidencias de que los 100 billones de bacterias que viven en nuestros
intestinos hacen mucho más que digerir la comida.
Por ejemplo, Jane Foster, una
neurocientífica canadiense, está convencida de que desde el mismo
momento en que nacemos existe una conexión directa entre intestino y
cerebro. Durante la infancia, esta comunicación juega un papel
determinante en cómo se conforman las conexiones neuronales afectando la
memoria y los estados de ánimo puesto que induciría cambios en la
amígdala (el regulador central del miedo) y el hipocampo (la región que
controla la memoria y el aprendizaje).
Uno de los estudios más
recientes que brinda nuevas evidencias sobre el papel de las bacterias
en nuestro estado de ánimo fue realizado en la UCLA. En este caso se
apreció que un tipo específico de lactobacillus normalmente contenido en
el yogurt y el queso, altera los receptores del neurotransmisor GABA
reduciendo la ansiedad.
Obviamente, nuestro segundo
cerebro no es racional pero nos podría ayudar a tomar decisiones ya que
nos indica respuestas básicas ante algunas situaciones. Por eso sentimos
“mariposillas” en el estómago cuando estamos frente a una persona que
nos resulta atractiva o sentimos “revoltura” cuando debemos enfrentar
una situación que nos desagrada. Y es que el sistema nervioso entérico
sería una respuesta muy básica y ancestral ante las situaciones de la
vida cotidiana.
Fuente:
Rafael, gracias por compartir conmigo ese texto sobre el cerebro. Es muy bueno. Si un día te interesa, puedo enviarte unas investigaciones que hice sobre el cerebro y su influencia en las emociones. Es bien extenso y profundo, conociéndote yo creo que te puede gustar.
ResponderEliminarUn abrazo,
Bernardita