lunes, 25 de noviembre de 2013

DETENERSE Y CONTEMPLAR



Oí decir a buen hombre, campesino y sabio, al que conocí: “La felicidad nos llega en la quietud. La aceleración y la felicidad se llevan mal. La serenidad nos abre los ojos y el corazón”. Así es. José murió hace años, pero este hombre analfabeto con quien tanto disfrutaba conversando en mi adolescencia por los campos de mi pueblo es una de las almas lúcidas y humildes que, sin duda, más extraño.
La serenidad nos permite que el mirar devenga ver, que el oír se convierta en escuchar, que la existencia devenga presencia. Y desde allí podemos capturar la belleza que quizás nos pasaría inadvertida por causa de nuestras cuitas e inercias. Como esta puesta de sol.
Besos y abrazos,
Álex

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