A lo largo de mi vida he tenido la suerte de poder conocer a algunos de los emprendedores con más éxito del mundo y me gustaría compartir con vosotros una reflexión.
Pero cuando conoces a un buen estratega tienes la reacción opuesta. Le oyes y te preguntas cómo pudo tener éxito esa persona.
Pero es que los estrategas no cosecharon el éxito por ellos mismos o a través de alianzas. Tampoco convencieron a otros de que compraran sus productos. Llegaron a la cima tomando una buena decisión tras otra. Ellos no hacen de comercial, contratan a otros para que lo hagan. Simplemente le dan muchas vueltas a todo. Y este proceso de introspección, de análisis profundo, es imposible verlo en las demás personas. El instinto les dice cuáles son los mejores para formar parte de su equipo, cómo llegar al quid de las cuestiones más complicadas, cómo tener una visión potente sobre sus productos, cómo anticiparse a los movimientos de los adversarios. Esto que parece muy claro para ellos es dificilísimo para el resto del mundo. Mark Zuckerberg o Larry Page forman parte de este segundo grupo. Extremadamente inteligentes y buenísimos analizando y poniendo los cimientos pero malos a la hora de comunicar.
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