Algunos profesores deberían estar
haciendo otra cosa. ¿Cómo es un “mal profesor”? Busco respuestas a esta pregunta abrumado
por la avalancha de relatos sobre las buenas prácticas para enseñar.
Una vez tuve un que tratar con un grupo
de ocho estudiantes ─ profesores universitarios, técnicos gubernamentales y
consultores de nuevas empresas ─ interesados sólo en recibir un título
certificado de una competencia para enseñar. Fue una pesadilla.
Ese grupo de estudiantes no fue sensible
a los estímulos para aprender; ellos se limitaron a cumplir las tareas
asignadas con prolija formalidad y pasar las evaluaciones con el mínimo
esfuerzo. Se conformaron con el “aprobado”. Confieso: mi frustración fue de tanta magnitud
en las primeras semanas del curso que yo también acepté pasivamente esa
perversa dinámica de tratar de terminar cuanto antes…
Ellos no hacían contacto visual, o
estaban ausentes estando presentes, o salían de cada clase con rapidez sin
expresar ningún saludo, aunque sea “por cortesía”.
La actitud de ese grupo me indujo a
pensar que yo estaba cometiendo grandes errores ¿Debería revisar todos mis
criterios didácticos?; dudé de mis principios personales y destrezas
profesionales que durante 20 años me ha proporcionado un reconfortante prestigio
entre mis estudiantes (calculo que cerca de 12.000 personas entre cursos
online, talleres presenciales, programas de formación y ponencias) y mis
colegas profesionales en educación y consultoría.
Los perdí. Con ninguno de esos ocho casos
yo tuve la más mínima motivación para intentar crear una
relación interpersonal y profesional. La “última clase” me provocó alivio. Estoy seguro que
ellos tampoco quisieron ni necesitaron seguir contando con mi apoyo y amistad.
Esperé con ansiedad que ese curso
finalizara para poder terminar con el estrés que me provocaba “enfrentarlos”
evitando reprocharles (yo a ellos) que (ellos) no supieron ayudarme (a mí) a
ser “un buen profesor” y que, por el contrario, me mostraron
el lado más áspero y amargo de mi habilidad profesional.
Cuando llegó el momento de impartir la
última clase yo estaba temblando. No tenía en claro cómo yo podría evitar
expresarles que habían sido mi peor resultado y que ellos han sido, desde mi
punto de vista, los que me impusieron experimentar un fracaso. Todo lo que yo pude pensar
era que: “Yo soy un desastre
como maestro”. Me avergoncé por mi pérdida de control.
Reconozco que hay “días
terribles” en que se siente una profunda frustración y desgano, pero son
precisamente en esos días cuando hay que revisar lo que está ocurriendo. ¿Soy
realmente un mal maestro? ¿Cómo lo puedo saber?
En realidad, es
extremadamente raro encontrar a “malos profesores”. Cuando se está en presencia
de un verdadero “mal profesor” es bastante fácil distinguir la diferencia entre
“un buen maestro en un mal día” y un “mal maestro”.
Así que si fuera el caso que Usted sea
como yo, atormentado por la duda acerca de si usted es un mal maestro, he
identificado cinco tendencias básicas que he observado en las aulas de
auténticos “malos profesores”.
Tome este breve cuestionario y al final me
dirá si usted es un “mal maestro”.
1. ¿No le gustan sus estudiantes? No quiero decir que siempre y durante todas las clases haya
que enamorarse a cada uno de sus estudiantes. Quiero decir, ¿de alguna u otra
manera no disfruta de la compañía de sus estudiantes durante cada una de sus
clases? La cualidad número uno que he observado en los malos maestros es que
parece que les incomoda la proximidad y contacto cotidiano con sus estudiantes.
En las escuelas primarias les molesta la algarabía y el desorden propia de los
niños, en las escuelas secundarias no encuentran a los adolescentes
encantadores, divertidos o los consideran incapaces de hacer cosas interesantes.
En la universidad o la formación profesional los “adultos” les resultan
demasiado exigentes para lo poco que cobra (el profesor) o demasiado tontos
para lo que (el propio profesor) ha tenido que aprender para enseñarles a
“ellos” (los “a-lumnos”, “sin-luces”).
2. ¿Usted se percibe como el sujeto de una materia
inerte? Si se le pregunta a un
profesor malo ─“¿Por qué estás enseñando esto?”,
responderá: ─“Será el tema en el próximo examen”. Cada
maestro (créame) tiene dudas, de vez en cuando, si sus lecciones son atractivas
para sus estudiantes, pero lo que siento en las aulas de los malos maestros es
que no tienen ningún interés en ir más allá de vomitar indiscriminadamente unos
datos monotemáticos sobre las cabezas de sus “a-lumnos”.
3. ¿Conoce sobre lo que Usted está hablando? He visto docenas de “do-centes” (“da-luz”) enseñando a sus
“a-lumnos” buenas prácticas de comportamiento emprendedor. En realidad, la “enseñanza” se reducía a recitar casi de memoria
las 10
características del comportamiento emprendedor fundador (CCFs) descritas por David McClelland
en su teoría de la Necesidad de
Logro (1960) sin saber
que se trata de eso… Estoy seguro que muchos estudiantes en esas “clases”
pensarían en silencio sin oportunidad ni el coraje para detener el “recitado” y
preguntar: ─“Profesor, ¿en cuál de estas características usted es
realmente bueno? ¿Cómo lo sabe?”.
4. ¿Con frecuencia usted ignora a la
mayoria de sus estudiantes? Los auténticos malos profesores que he observado tienden a
interactuar con sólo con un pequeño número de estudiantes participativos,
muy empáticos con sus planteos, ignorando al resto de los estudiantes de su
clase excepto para reprender a los “alborotadores”.
5. ¿Está desacoplado? No me refiero a esos malos días cuando cualquiera de
nosotros desea limpiar nuestra cabeza o meter la cabeza en el inodoro, o
incluso los días que usted está tan abrumado que siente que no se puede seguir
adelante. Quiero decir ¿tiene Usted su motor emocional en “apagado”, como una
filosofía de funcionamiento rutinaria? Una cualidad medular de los malos
maestros es que parece que han dejado de preocuparse. Esta falta de compromiso
se refleja no sólo en sus débiles o inexistentes interacciones con sus estudiantes,
también en un caos aleatorio para seleccionar los temas y lecciones que va
a impartir cada día.
¿Por qué planteo este tema?
Es importante porque en Iberoamérica
parece que estamos convencidos de que nuestras aulas están infectadas con malos profesores que deben ser expulsados; es esta
falsa convicción que condiciona el diseño de la mayoría de nuestras
herramientas de evaluación académica, las cuales están diseñadas como
auténticos misiles autoguiados preparados para localizar, caer y destruir a los
malos profesores. En los agujeros que dejan los “misiles” se supone que deben
entrar nuevos ¿buenos? profesores.
Estoy de acuerdo en que hay algunos malos
maestros que deben ser re-entrenados o, si es necesario, echarlos del sistema
educativo y que se dediquen a otras actividades donde causen menos daños para
la sociedad.
Pero también creo que el síndrome de los “malos profesores” es una correlación con otros dos
problemas muy complejos de resolver: 1) la cuestionable formación básica y de
perfeccionamiento que se imparte a los profesores, y 2) la irracional
distribución de la riqueza y el acceso a los recursos del mundo contemporáneo,
¿se puede ser un buen profesor en zonas desfavorecidas donde la población que
no tiene cubiertas sus necesidades básicas de subsistencia o en donde rige la
“cultura de la sobrevivencia”?
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