Cuando estudiaba mi MBA, me enseñaron una de las matrices más características de segmentación de recursos humanos en las organizaciones: la matriz PECO (Potencial/ Estrella/ Consolidado/ Obsoleto). Dicha matriz representa cuatro diferentes cuadrantes (segmentos) de empleados en función de su desempeño y de su capacidad de aprendizaje. Cuando empezamos a trabajar, entre los 22 y los 30 años nuestro desempeño es bajo (no dominamos las claves del negocio), pero nuestra capacidad de aprendizaje es alta. Somos empleados prometedores, “potenciales”. Una vez controlamos las variables del puesto de trabajo (factores claves de éxito de la empresa, dinámica del sector, equipo…), entre los 30 y los 40 años aproximadamente, nos convertimos en “estrellas”. Rendimos y tenemos potencial. Crecemos profesionalmente. Tras los 40, nuestra capacidad de aprendizaje empieza a disminuir, pero todavía somos unos ases en nuestro campo de juego. Nos convertimos en “consolidados”. Pero llega un momento en que el cambio tecnológico y de modelo de negocio nos supera, perdemos el control de nuestra realidad laboral, y carecemos ya de capacidad de aprender demasiadas cosas nuevas. A partir de los 50 nos vamos convirtiendo en “obsoletos”, según la triste terminología de la matriz.
Pienso que dicha matriz tiene muchos componentes de utilidad, y refleja con una cierta realidad el ciclo de vida de un profesional. Sin embargo, está conceptualizada bajo el paradigma de "una empresa para toda la vida", según el cual el éxito pasa por ascender verticalmente por la escalera de posiciones jerárquicas de la misma. Hoy, el ciclo de vida de la empresa es inferior al ciclo de vida profesional. Las empresas duran, en media, menos que nuestra vida laboral.
Deberíamos, sin embargo, añadir otra variable a la matriz: la motivación. ¿Qué nos motiva en cada etapa de nuestra vida? Cuando somos “potenciales”, al salir de la universidad, queremos ser los mejores, los de mayor preparación, los más competitivos en el mercado de trabajo. Como atletas de élite, cargamos la mochila de piedras y salimos a correr cada día por la montaña para entrenarnos. Idiomas, viajes, másters, experiencias, proyectos… No nos importa el esfuerzo. Entre los 30 y los 40, siguiendo con el símil alpinista, deseamos llegar a la cima. Cuando somos “estrellas” vemos la montaña, ponemos la vista en el pico más alto y vamos a conquistarla obsesivamente porque “está ahí”. Pero llega un momento, a partir de los 40, en que giramos la cabeza y vemos la luz del atardecer. Es un punto de inflexión vital. Notamos que el sol se pone en el horizonte. El tiempo se va acabando, y quizá lo más sensato sea empezar a bajar. En ese momento también nos damos cuenta que llegar a la cima no depende sólo de nosotros. Depende, en muchos casos, de factores que no controlamos. Es entonces cuando decidimos cambiar cantidad (más responsabilidades, más presupuesto, más personas a cargo), por calidad (proyectos interesantes, innovadores, que nos apasionen). Perdemos el interés por la cima, y deseamos degustar el tiempo que nos queda, disfrutando de lo que hacemos. Debemos bajar, o quedaremos atrapados para siempre en la montaña. Si no lo hacemos puede llegar la verdadera obsolescencia: mantenernos en una cordada que ya no es la nuestra.
Quizá eso explique un hecho poco conocido en medio del boom emprendedor que estamos viviendo: el perfil medio del emprendedor de éxito en USA no es el del joven genio que recién salido de la universidad funda una startup disruptiva y triunfa al primer intento, como los icónicos Mark Zuckerberg (Facebook), o Sergei Brinn y Larry Page (Google). El perfil medio de un emprendedor de éxito en USA es el del ingeniero o manager que, con más de 40 años, casado y con hijos, está harto de trabajar para otros y funda su propia empresa. Según un estudio de Kaufmann Foundation, que analizó 549 nuevas empresas de éxito en sectores de alta tecnología, los profesionales con una cierta edad, que han acumulado experiencia en sus sectores, tienen conocimiento profundo de las necesidades de sus clientes, y un cierto nivel de contactos y credibilidad personal (también a nivel de inversores) son los que acumulan mayores posibilidades de éxito en sus iniciativas emprendedoras. Según ese estudio, la media de edad de los fundadores de esas compañías es de 40 años, y la mayor parte de ellos está casado y con hijos a cargo. La tendencia se consolida en los últimos años, según el último Startup Activity KaufmanIndex(2015): el emprendimiento es cada vez un fenómeno de capas de población más sénior.
Y un dato sorprendente que también desafía elconventional wisdom: los emprendedores de éxito habían sido muy buenos estudiantes universitarios. El 37,5% de ellos declara estar en el top 10 de sus ránkings académicos. Por tanto, se rompe el mito del emprendedor de éxito: ¡ni joven ni mal estudiante!
Si no quieren acabar en la última posición de la inquietante matriz PECO, emprendan antes de caer en la obsolescencia.
Cuando estudiaba mi MBA, me enseñaron una de las matrices más características de segmentación de recursos humanos en las organizaciones: la matriz PECO (Potencial/ Estrella/ Consolidado/ Obsoleto). Dicha matriz representa cuatro diferentes cuadrantes (segmentos) de empleados en función de su desempeño y de su capacidad de aprendizaje. Cuando empezamos a trabajar, entre los 22 y los 30 años nuestro desempeño es bajo (no dominamos las claves del negocio), pero nuestra capacidad de aprendizaje es alta. Somos empleados prometedores, “potenciales”. Una vez controlamos las variables del puesto de trabajo (factores claves de éxito de la empresa, dinámica del sector, equipo…), entre los 30 y los 40 años aproximadamente, nos convertimos en “estrellas”. Rendimos y tenemos potencial. Crecemos profesionalmente. Tras los 40, nuestra capacidad de aprendizaje empieza a disminuir, pero todavía somos unos ases en nuestro campo de juego. Nos convertimos en “consolidados”. Pero llega un momento en que el cambio tecnológico y de modelo de negocio nos supera, perdemos el control de nuestra realidad laboral, y carecemos ya de capacidad de aprender demasiadas cosas nuevas. A partir de los 50 nos vamos convirtiendo en “obsoletos”, según la triste terminología de la matriz.
Pienso que dicha matriz tiene muchos componentes de utilidad, y refleja con una cierta realidad el ciclo de vida de un profesional. Sin embargo, está conceptualizada bajo el paradigma de "una empresa para toda la vida", según el cual el éxito pasa por ascender verticalmente por la escalera de posiciones jerárquicas de la misma. Hoy, el ciclo de vida de la empresa es inferior al ciclo de vida profesional. Las empresas duran, en media, menos que nuestra vida laboral.
Quizá eso explique un hecho poco conocido en medio del boom emprendedor que estamos viviendo: el perfil medio del emprendedor de éxito en USA no es el del joven genio que recién salido de la universidad funda una startup disruptiva y triunfa al primer intento, como los icónicos Mark Zuckerberg (Facebook), o Sergei Brinn y Larry Page (Google). El perfil medio de un emprendedor de éxito en USA es el del ingeniero o manager que, con más de 40 años, casado y con hijos, está harto de trabajar para otros y funda su propia empresa. Según un estudio de Kaufmann Foundation, que analizó 549 nuevas empresas de éxito en sectores de alta tecnología, los profesionales con una cierta edad, que han acumulado experiencia en sus sectores, tienen conocimiento profundo de las necesidades de sus clientes, y un cierto nivel de contactos y credibilidad personal (también a nivel de inversores) son los que acumulan mayores posibilidades de éxito en sus iniciativas emprendedoras. Según ese estudio, la media de edad de los fundadores de esas compañías es de 40 años, y la mayor parte de ellos está casado y con hijos a cargo. La tendencia se consolida en los últimos años, según el último Startup Activity KaufmanIndex(2015): el emprendimiento es cada vez un fenómeno de capas de población más sénior.
Y un dato sorprendente que también desafía elconventional wisdom: los emprendedores de éxito habían sido muy buenos estudiantes universitarios. El 37,5% de ellos declara estar en el top 10 de sus ránkings académicos. Por tanto, se rompe el mito del emprendedor de éxito: ¡ni joven ni mal estudiante!
Si no quieren acabar en la última posición de la inquietante matriz PECO, emprendan antes de caer en la obsolescencia.