sábado, 19 de marzo de 2016

Las trampas del perfeccionismo

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Parte I: Las causas habituales del perfeccionismo

¿Te exiges demasiado, eres muy perfeccionista y eso te bloquea? No sé si será casualidad, pero la mayoría de mis clientes de coaching me vienen precisamente con este problema.
Frases como “me exijo mucho”, “no me permito fallar”, “miedo al fracaso”, “si no lo hago bien, prefiero no hacerlo”... suelen estar a la orden del día en las personas que creemos que o somos perfectos o nuestro trabajo no vale nada.
El otro día, de hecho, escribía un artículo sobre los 4 niveles evolutivos, emocionales y espirituales. El último de ellos, el más elevado, se refiere a la aceptación y perdón, pero no sólo es el perdón a los demás, sino sobre todo a uno mismo. Y uno de los lectores del artículo me lanzaba esta pregunta:
“¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos a nosotros mismos?” Es decir, perdonamos muchas veces con más facilidad los errores de otros, pero no nos permitimos errores, nos juzgamos duramente y vivimos con esa culpabilidad dentro, pensando: “no lo estoy haciendo bien”, “no merezco la recompensa”, “no soy lo suficientemente bueno”.
Como este artículo me quedó demasiado largo, lo he dividido en dos. En la primera parte quiero contarte las causas más habituales del perfeccionismo, y más adelante compartiré contigo algunas ideas y trucos que propongo a mis clientes de coaching, pero que también he aprendido a aplicarme a mí misma.

Causas del perfeccionismo

La familia

He crecido en una familia de músicos, concretamente en la URSS. Y de alguna forma esto ha marcado el alto nivel de exigencia que existía en aquella sociedad: ser los mejores, esforzarse al máximo, demostrar tu valía... Mis padres, músicos profesionales, habían puesto el listón muy alto para mi hermana pequeña (ahora, la hermana mediana) y para mí. Yo debía ser una gran pianista (y si no, mejor no dedicarme a ello), lo mismo que mi hermana, una violinista del máximo nivel.
Esa exigencia familiar, unida a mi carácter nada competitivo, hizo probablemente que no me apeteciera darlo todo de mí para ser un músico de élite: como la mayoría de los niños prefería jugar y le dedicaba a la música lo estrictamente necesario, tratando de esquivar algunas horas de estudio y contando los minutos para salir a jugar.
La familia, con sus creencias, los valores que transmiten a los hijos, es muchas veces la cuna del perfeccionismo que vamos arrastrando a lo largo de nuestra vida. Valores como el esfuerzo, ser buenos, la responsabilidad, el trabajo duro o el éxito merecido provienen con frecuencia de nuestro núcleo familiar.
Además lo que los padres nos exigían en la infancia y adolescencia, ahora, al volvernos adultos, empezamos a exigírnoslo a nosotros y a nuestros hijos, si los tenemos.

La educación

Pero no culpemos a nuestros padres de esas creencias y valores que hemos heredado de ellos. De hecho, lo que sucede normalmente es que lo que ellos nos inculcaron, lo han heredado de sus padres, de su sociedad, de su educación.
Y aquí me refiero a todo el sistema educativo: desde el jardín de infancia, pasando por la escuela, el instituto y la universidad. La educación la conforman personas, personas que como nuestros padres se nutren de los valores existentes y van aplicando las normas que consideran correctas a sus alumnos.
Vivimos en una cultura del esfuerzo, donde se premia a los buenos y se castiga o se infravalora a los no tan buenos. El sistema de evaluaciones que se sigue desde que empiezas el primero de primaria es un claro reflejo de cómo funciona nuestra sociedad. Comparamos y evaluamos a los niños en función de su rendimiento y esto inevitablemente pasa factura, pues sienten que se cuestiona su valía en función de las notas que obtienen en sus estudios.
A los que sacan notas más bajas se les considera menos inteligente o menos aplicados y eso hace que vayan creando una determinada mentalidad con respecto a sus capacidades y recursos.

Una sociedad altamente competitiva

En el mundo en el que vivimos nos sentimos constantemente comparados con los demás. Y es que a través de los medios de comunicación, publicidad, películas, series o reality shows, se nos muestra constantemente a personas perfectas, guapas, exitosas y ricas. Afortunadamente no todo en los medios es así, pero sí se nos muestran unos estándares y estilos de vida a los que muchos aspiramos.
Los valores materiales del mundo occidental también se reflejan en el mundo de las empresas, especialmente en las grandes corporaciones, en las que cobras más si ocupas puestos más altos y tienes a tu cargo a otras personas. De ahí que se crea esa sensación de tener que competir con tus compañeros de trabajo para que te asciendan y lograr mejores condiciones laborales.
Además, la constante comparación entre nuestro estilo de vida y el que deseamos se traslada a muchos aspectos de nuestra vida: desde nuestro aspecto físico o el cuidado de los hijos hasta temas como el prestigio, dinero, estatus social, etc.

Tus referentes

Y es que todos tenemos algún referente en esta sociedad. Se trata de personas a las que admiramos por su trabajo o gente a la que incluso podemos envidiar. Nos llama la atención un trabajo hecho con calidad, sin fallos y a veces quisiéramos estar en ese nivel pero sentimos que no somos capaces o que nos falta mucha formación o incluso medios económicos para lograr ese efecto.
De lo que muchas veces no somos conscientes es de la dificultad de llegar a ese nivel, pues o bien lleva mucho tiempo el aprendizaje o bien ese trabajo tan perfecto que vemos en otros no es consecuencia de una sola persona, sino de todo un equipo de trabajo que hay detrás.
El problema del perfeccionismo es que nos ponemos unas expectativas demasiado altas. Y eso, sumado a menudo a la falta de paciencia, nos genera ansiedad, frustración y bloqueos que nos impiden avanzar.

Baja autoestima y necesidad de aprobación

Algunas veces el perfeccionismo radica en nuestra necesidad de demostrarle al mundo que somos buenos y se nos ocurre que podemos conseguirlo tratando de ser mejores que los demás. En este aspecto podemos estar buscando la aprobación de nuestra familia, pareja, amigos... o incluso cubriendo nuestra baja autoestima en algún aspecto de nuestra vida (por ejemplo, una vida personal insatisfactoria) deseando ser reconocidos laboralmente y convirtiéndonos en los mejores a nivel profesional o de estudios.
Y es que algunas veces para demostrar que valemos, queremos ser mejores que nadie, buscando destacar a toda costa y recibir la atención o aprobación de los demás que nosotros mismos no somos capaces de darnos.

Perfeccionismo como parte de tu carácter

El problema del perfeccionismo es en principio cultural y educativo, pero también hay personas más perfeccionistas que otras, incluso si se han educado en la misma familia. Un claro ejemplo sería el de mi hermana Elena (la violinista) y yo. Ella siguió los pasos de mis padres y se dedicó en cuerpo y alma a la música, llevando al máximo nivel su gran talento musical. En cambio yo no resistí la presión de tener que demostrar al mundo mis talentos desde niña y de convertirme en una de las mejores pianistas, de modo que en cuanto tuve la oportunidad de hacerlo, abandoné el mundo de la música (y según me cuentan mis padres no era cuestión de talento, yo, al igual que mi hermana, tenía un gran potencial).
Así que el ser más o menos perfeccionistas también puede deberse a tu personalidad o carácter. Hay personas más impacientes e impulsivas, como es mi caso, que aunque se equivoquen, se lanzan a la piscina; mientras que otros son capaces de estar horas mejorando y perfeccionando aquello que hacen.

Te invito a ver este vídeo de Borja Vilaseca sobre el Eneagrama, hablando del Eneatipo 1, perteneciente a personas altamente perfeccionistas, que en el fondo tienen la herida de no ser suficientes, no ser lo suficientemente buenos:
Como este artículo me quedó demasiado largo, he decidido dividirlo en dos y la semana que viene te compartiré las consecuencias negativas y positivas del perfeccionismo, así como trucos e ideas de coaching y la PNL para que empieces a cambiar esta actitud.
Pero me gustaría que en los comentarios nos dejaras un mensaje: ¿te consideras una persona perfeccionista?, ¿cuáles crees que son las causas del perfeccionismo en tu caso?

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