sábado, 14 de mayo de 2016

Cómo dejar de sentir celos y envidia

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"La envidia es el arte de contar las bendiciones de otros en lugar de las propias"
—Harold Coffin

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Imagen: skeeze (clic sobre la foto para más info.)
Esta ideas es un doble robo. Bueno, dada la cantidad de lectores que tienen los personajes a quienes se la robé, seguro que ya ha sido robada muchas veces más.

Además, lo hermoso de las ideas es que no son como el pan. Si quitas un trozo de pan a alguien, la persona a quien se lo quitaste queda con una cantidad inferior del mismo. Cuando robas una idea la otra persona no queda con una idea de peor calidad ni de menor cantidad. La idea conserva su valor beneficiando en igual medida a ambos.

La idea es tan buena, su aplicación tan sencilla y la claridad que brinda tan excepcional, que no me pude resistir hurtarla.

Cuenta James Altucher que durante una cena con Ryan Holiday (dos personajes a los que ciertamente envidio. De Altucher lo bien que escribe y de Holiday la cantidad de libros que lee) este último le preguntó si alguna vez envidiaba a otras personas. Altucher contestó que sí, que sentía envidia de determinadas cosas. A uno le envidiaba lo guapo que era, al otro el dinero que tenía, a este sus relaciones  y así sucesivamente.

Yo también siento envidia de algunas cosas y de algunas personas. Hasta hace muy poco tiempo pensaba que era defecto mío y de unos pocos más. Lo cual me mortificaba bastante. Sin embargo, cuanto más conozco la naturaleza humana más comprendo que la envidia es un sentimiento universal.

Ahora bien, el hecho de que sea algo muy extendido entre los seres humanos no significa que no deba ser combatido con fiereza. Por mi parte, no estoy dispuesto a darle tregua alguna hasta que lo extinga por completo o lo reduzca a algo irrelevante.

Hasta ahora no ha sido muy notable el éxito de mi lucha, a menudo siento el aguijonazo de la envidia y los celos cuando veo a otros lograr cosas que me gustaría lograr a mi.

No me malinterpretes; aunque la envidia me produce un sentimiento muy molesto, jamás he llegado a realizar ni la más mínima acción para impedir que alguien alcance sus aspiraciones. Es más, cuando puedo siempre echo una mano. Mi malestar permanece bien atado en el fondo de mi alma sin hacer daño a nadie más que a mi.

Los celos y la envidia nacen de una mentalidad de escasez, de pensar que el amor y la prosperidad de otros evita que yo también pueda disfrutar de esas mismas bendiciones. Para dicha nuestra, en el mundo hay suficiente abundancia para todos nosotros, lo que tenemos que hacer es dedicarnos a cultivar nuestro jardín y dejar de compararlo con el de otros.

Ryan Holiday explicó al celoso Altucher: ​
Si envidias a alguien, no se puedes simplemente elegir una o dos cosas acerca de ellos. Debido a que es toda su historia la que les ha dado esa única cosa de la que sientes envidia. Imagina que puedes cambiar completamente de lugar con ellos. Y qué es para siempre. ¿Lo harías?
Después de pensarlo por unos momentos, Altucher respondió, No.

Todos los seres humanos vamos por el mundo llevando nuestra carga, peleando nuestras propias batallas. Este que es tan famoso y tan guapo, resulta que siente envidia de aquellos que pueden pasear con la tranquilidad que brinda el anonimato. Aquella que tiene empresas tan exitosas, tiene un hogar destruido por su constante ausencia. Este otro, rodeado de tantos amigos y siempre de fiesta, no ha podido encontrar el verdadero amor y se siente muy solo.

Lo que resulta injusto con nosotros mismos es compararnos y mortificarnos por la fortuna y satisfacciones de los demás sin tener en cuenta la imagen completa. Con seguridad que hay cosas que funcionan en nuestra vida y que no estamos dispuestos a cambiarlas.

Al igual que James Altucher, no cambiaría mi vida, completa, por la de las personas a quien les pueda envidiar alguna cosa en particular.

Pero como dicen en las teleofertas, “¡espere, hay más!”, los beneficios de esta idea no paran aquí.

Los que somos padres también tenemos la mala maña de andar comparando a nuestros hijos con los demás, deseando para ellos las habilidades y cualidades personales que favorecen a otros niños.

¡Ojalá pintara tan bien como Sultanita! ¡¿Por qué no puede sacar las notas de Fulanito?! ¡Es que es tan torpe en los deportes, en cambio Manolito es un máquina!...

Aquí la cosa resultó más fácil y mucho más contundente. Si, como todo padre quisiera que mi hija sobresaliera en todo, que sus dones fueran abundantes. Sin embargo, ningún talento, ninguna cualidad me haría cambiar a mi pequeña princesa por otra.

El ejercicio propuesto por Ryan Holiday no busca que menospreciemos o tratemos con desdén la buenaventura de los demás ¡Celebrémoslo! (aunque nos cueste y lo hagamos con la boca chiquita). De lo que se trata es de apreciar las flores que hay en nuestro jardín.

​Gratitud, gratitud y más gratitud. Esa es la cuestión.

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