Un profesor de Inteligencia Artificial en Georgia Tech, Ashok Goel, desarrolla unchatbot basado en elWatson de IBM para resolver las preguntas que sus alumnos le plantean en el foro online de su asignatura, alrededor de diez mil preguntas cada semestre que habitualmente eran respondidas por él mismo y su grupo de trabajo, y decide no informar a sus alumnos de que se trata de una inteligencia artificial, diciéndoles en su lugar que se trata de una teaching assistantllamada Jill Watson. El resultado es que ninguno de sus estudiantes se da cuenta del experimento, el semestre se desarrolla con plena normalidad, y cuando tras el examen final decide revelar la identidad de su asistente, los alumnos se muestran absolutamente sorprendidos, se sienten participantes en un evento histórico, y algunos incluso afirman que tenían pensado nominar al chatbot, Jill Watson, al premio a la mejor teaching assistant!
Llevo veintiséis años dando clase, y además, disfrutando de ello. Me he encontrado muchísimas veces en la situación de pretender contestar a todas las preguntas que mis alumnos me planteaban en foros online, hasta el punto de despertarme alguna vez con la cabeza prácticamente apoyada en el teclado. Además de mis clases en formato online, he intentado utilizar ese formato en mis clases presenciales como forma de proporcionar un entorno más rico a la participación que se prolongue más allá del aula, y en los últimos tiempos, lo había dejado por imposible: no me daba la vida para ello. Entiendo perfectamente la problemática: las preguntas de los alumnos a un nivel educacional elevado no son sencillas, están muchas veces formuladas de manera confusa o compleja, pero tienen un componente de repetición relativamente elevado, al tiempo que ofrecen numerosas oportunidades no solo para la simple resolución de la duda, sino para la “construcción” de hilos con un componente formativo potencialmente elevado. Cuando trabajas en lo que solemos llamar participant-centered learning, entiendes perfectamente que la gracia no está en aparecer ante un grupo de estudiantes – bien seleccionados y brillantes – como “el que más sabe”, sino en ser capaz de ofrecerles las mejores oportunidades para el aprendizaje en función de situaciones que se crean en cada clase, y que prácticamente siempre son distintas de la clase anterior o de la siguiente.
Cuando ves que una máquina, un chatbot, ha sido capaz de desempeñar con éxito una parte importante de tu trabajo, la primera tentación es tratar de quitarle credibilidad. Quedaros con eso, por favor, porque a muchos de vosotros vais a tener en breve la misma sensación que tengo yo hoy: nunca funciona. La situación creada por Ashok Goel no tiene discusión posible: hablamos de estudiantes de una muy buena universidad, en un curso de nivel elevado, y que efectivamente, no fueron capaces ni siquiera de imaginarse que su teaching assistant fuese un chatbot. Pero incluso si la tuviese, el pensamiento positivo es fundamental, y lo importante es entender que si no hubiese ocurrido ya, estaría a punto de ocurrir. Reflejos como quitarle importancia, minimizarlo, ridiculizarlo o tomarlo como excepcional e irrepetible no funcionan.
Lo siguiente es plantearse a dónde vamos a partir de aquí. De entrada, si puedo quitarme del medio una tarea tan importante como la resolución de dudas de mis alumnos tras haber conseguido entrenar adecuadamente a Watson – que es, entre otras muchas cosas, no olvidemos, un campeón mundial de Jeopardy! – mi forma de dar clase podría modificarse dramáticamente. Si una máquina puede conseguir que a igual esfuerzo, obtenga una productividad muy superior y me libere de determinadas tareas, puedo plantearme llevar mis clases bastante más allá. ¿Debo preocuparme por la posibilidad de que, tras sustituir a mi teaching assistant (en IE nunca hemos tenido tradición de teaching assistants, en cualquier caso, y salvo excepciones, apalancamos la totalidad del esfuerzo docente en el profesor tanto en el entorno presencial como en el online), la inteligencia artificial se plantee sustituirme a mí? Francamente, ojalá sea ese mi problema: ya me buscaré cosas que hacer que se apoyen precisamente en eso. Tengo muy claro que si esto termina dejándome sin trabajo, será porque habré interpretado esa transición rematadamente mal.
Contrariamente a lo que ocurre cuando se plantea la sustitución de personas por inteligencia artificial, a mí la sola perspectiva es algo que me muero de ganas de explorar, y dudo que sea el único en mi industria. Para cualquier profesor, la posibilidad de contar con una inteligencia relacional superior que sea capaz de responder a dudas sobre su campo debería representar no un miedo, sino una oportunidad, una forma de elevar el nivel para poder construir más cosas sobre una base más elevada. ¿Cómo van a evolucionar las universidades ante un cambio semejante? Una de mis quejas más habituales en mi industria, el hecho de que tras veintiséis años de experiencia en ella sigamos dando nuestras clases aproximadamente igual que cuando empecé, pasa a tomar, ante la disponibilidad demachine learning e inteligencias artificiales avanzadas, una escala y un significado completamente diferentes.
La última consideración corresponde precisamente a eso: ¿qué podemos hacer cuando contemos con bases de conocimiento interactivas capaces de responder a preguntas expresadas en lenguaje natural? ¿Pasará el papel de un profesor a ser el de convertirse en un entrenador de inteligencias artificiales para que sean capaces de escalar sus capacidades? ¿Interactuarán rutinariamente los alumnos conchatbots progresivamente sofisticados en lugar de hacerlo con profesores de carne y hueso? ¿Qué ocurre cuando podemos plantearnos tener agentes inteligentes expertos en temas avanzados capaces de responder a todo tipo de dudas? Si ese es el futuro, yo me muero de ganas de verlo y de vivirlo…
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