Supongamos que la motivación dirige la conducta...
Bien, entonces ¿qué sucede cuando no estamos motivados? Pues que no podemos actuar. Y, además, que podemos echar la culpa de nuestra inacción a quien no nos motiva. El problema educativo se convirtió en un problema motivacional. Lo importante era motivar a los alumnos porque, de lo contrario, ¡cómo iban a poder estudiar! Pero esto supone una dependencia de la fuente de motivación. No es de extrañar que haya aparecido una industria de la motivación: consejeros motivacionales, coaching motivacional, oradores motivacionales. Una especie de anfetaminas de uso legal.
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