jueves, 25 de febrero de 2016

“Madurar es ir aproximando lo que crees ser a lo que eres”

http://www.lavanguardia.com/lacontra/20160226/4010558181/madurar-es-ir-aproximando-lo-que-crees-ser-a-lo-que-eres.html 
“Madurar es ir aproximando  lo que crees ser a lo que eres”
Frank Yeomans, psiquiatra, especialista en trastorno narcisista

Tengo 66 años: envejecer siempre es una nueva experiencia. Soy de Boston: creo más en la educación que en el dinero. Cuanto menos distancia logres poner entre la realidad y tu imagen de ella, mejor será tu vida. Llevo casado 40 años... ¡y feliz! Soy socialdemócrata. Colaboro con Grup TLP-Barcelona


Primates y narcisos

A todos nos educan en la religión de nuestros padres, pero luego rápidamente nos convertimos al narcisismo. Lo dijo aquí, sin una sonrisa, Woody Allen . Luego descubres que lo que nos mueve es el amor; un amor gigantesco a nosotros mismos. Somos humanos: descendemos de los monos y seguimos descendiendo. Algunos lo niegan aislándose en su burbuja narcisista y sólo ven mediocres fuera de ella, aunque simulen que se quieren sólo por ser algo tan inmejorable como simplemente personas. Yeomans advierte que sufrimos una epidemia narcisista, porque ya todos los hijos son únicos y dejan de madurar en las redes sociales, donde, para sentirse reconocidos, no buscan buenos amigos sino muchos seguidores.
Cómo saber si soy narcisista?
El narcisista cree ser mucho mejor de lo que es y su gran problema es que sólo lo cree él.
Debe de sufrir mucho.
Por eso se protege de la verdad dentro de su ego y lo va hinchando como una burbuja a la que nunca reconocen lo suficiente.
¿Por qué no se acepta como es?
En realidad, el narcisista en su interior se siente inferior e inventa esa burbuja de sí mismo para combatir su inferioridad. Si rascas un poco en su burbuja, descubres que vive una fantasía de superego, porque no confía en sí mismo.
Si la burbuja le sirve para ir tirando...
También le aísla y le hace desgraciado.
¿Nunca se da cuenta de que vive una farsa?
Proyecta su trastorno en los demás. Está convencido de que todas las relaciones humanas son tan jerárquicas e interesadas como las suyas y que en el mundo sólo hay superiores, como él, e inferiores, que son todos los demás a los que les gustaría ser como él.
¿Y si ve una relación de igual a igual?
Está convencido de que todos fingimos por estrategia o educación. A veces, puede tener una crisis cuando sospecha que hay personas felices, porque se aceptan como son –eso es la madurez– y se relacionan entre iguales de forma mucho más satisfactoria.
¿Y si le dices que no sabes quién es?
Esas son sus otras crisis: llegar a una reunión o una fiesta y darse cuenta de que nadie ha visto su película o leído su libro o entrado en su blog.
¡Qué estrés, ser un narciso!
La sencillez es liberadora, como toda aceptación de la verdad, y el narcisismo, como cualquier negación, esclaviza; porque el narciso, para seguir viviendo su fantasía, se aísla cada vez más y va evitando, a menudo sin ser consciente, a todos los envidiosos que dudan de ella.
¿Cómo?
Nunca tiene suficientes premios, reconocimientos ni admiradores para sus cada vez mayores méritos y siempre hay quien no acaba de admitir su superioridad porque es mediocre.
¿Nadie le puede devolver a la realidad?
A veces incluso no interesa: los narcisos son fáciles de engañar. Muchas empresas halagan e hinchan su ego para pagarles menos. Como los narcisos, en el fondo, no valoran las relaciones personales, no les importa renunciar a ellas por su trabajo y se vuelven workhólicos.
Parece que el narciso, más que amigos, sólo quiere admiradores.
Suele confundir ambas cosas. Al final, si tiene algo que ofrecer, tal vez encuentre aduladores que le doren la píldora y le digan lo estupendo que es, lo que refuerza su trastorno y le aleja más de las relaciones sinceras.
¿Se puede vivir sin ellas?
Muchos narcisos mueren sin haber tenido una relación de auténtico y desinteresado afecto entre iguales. Y sin echarla de menos, porque no sabían que existían.
¿Hasta qué punto es dañino y patológico?
Depende de cómo defina narcisismo y también del grado en que se manifieste. Eróstrato incendió el templo de Artemisa para ser famoso y que su nombre pasara a la historia.
Y parece que lo logró.
Por eso la prensa no debería publicar los nombres de los Eróstratos. El piloto de Germanwings estrelló el avión por el mismo trastorno narcisista que han sufrido dictadores genocidas, incapaces de ver a los demás como iguales.
¿Usted trata a tipos así?
Los psicópatas existen. Por eso las grandes utopías pueden convertirse en horrores. Para lograr el paraíso, crean un poder absoluto, que acaba en manos de narcisos como Stalin.
¿Hay pequeños dictadores narcisistas?
Desde luego, las empresas están llenas de directivos narcisos. Ahora tenemos una epidemia americana de jóvenes universitarios que viven con sus padres hasta los 40 porque creen que ningún empleo es digno de su enorme valía.
¿Cuántos narcisos cree que hay?
Nadie lo sabe, porque el narciso nunca acepta que lo es, aunque la realidad agriete su burbuja y le cueste aún más negar la evidencia de que no es tan bueno como se cree. Entonces, a veces, su familia le convence de que busque ayuda.
¿No hay un narcismo benigno?
Yo no estoy aquí por dinero. También me gusta que no sólo me reconozcan mis méritos en Nueva York, pero acepto mis límites. Y no sufro si alguien no los reconoce. Sería un caso.
¿Cómo lo consigue?
Tengo mis días, como todo el mundo, pero me esfuerzo –es mi terapia– en que mi concepción del mundo, las imágenes que me formo de él, empezando por la de mí mismo, no se alejen demasiado de la realidad. Eres más maduro cuanta menos distancia logras que haya entre quien crees que eres y quien eres de verdad; entre tu imagen del mundo y el mundo real.
¿Vivimos una época narcisista?
Vivimos una obsesión por la fama y un individualismo que hacen que los medios y ahora las redes sociales nos mantengan constantemente insatisfechos con nosotros mismos. Muchos están más pendientes de sus seguidores en las redes que de sus auténticos amigos.
¿Por qué?
Antes tal vez vivíamos más en plural y en comunidad. Las familias eran extensas y no como ahora con sólo uno o dos niños, a menudo obsesionados consigo mismos y con que se les reconozca como perfectos. ¿No hay algo obsesivo también en la cirugía plástica?

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