Saber esperar le puede ayudar a evitar dolores musculares e incluso ansiedad y depresión
Además de formas tan conocidas como la ira, la envidia o el odio, existen otras más sutiles que aunque cueste creerlo, también están relacionadas con la infelicidad. La impaciencia es una de ellas. Puede que pase desapercibida porque es una actitud muy frecuente en algunas personas, que incluso la asocian como algo normal, pero puede llegar a convertirse en un problema.
"La impaciencia es la actitud de anticiparse a las situaciones de una forma acelerada, no otorgando a los acontecimientos la posibilidad de que se realicen en su curso normal y natural". Así lo define el psicólogo sanitario José Elías Fernández, presidente de la Asociación Española de Hipnosis y pionero de las terapias que trabajan el humor, el optimismo y la risoterapia. Según él, las personas impacientes son más irritables y tienden a ser más infelices al no conseguir sus logros de la forma que tenían pensado. "Además, su nivel de frustración es mayor de lo habitual, pues al exigir tanto al presente les es más difícil conseguir niveles de satisfacción y felicidad", añade.
No existen distintos grados de impaciencia como sucede con otros trastornos, pero Elías sí distingue dos tipos de personas: "El impaciente ocasional, es decir, que sólo reacciona de esta forma en algunos ámbitos de su vida o ante una situación emocional concreta; y el habitual, que lo es siempre". Es éste último el que está más expuesto a sufrir las consecuencias de no saber esperar, desde problemas de salud hasta dificultades con su entorno.
CONSECUENCIAS
La tensión que sufre una persona con esta actitud puede provocar dolores musculares y derivar en algo más grave como ansiedad, angustia, depresión, estrés o trastornos psicosomáticos, según apunta el psicólogo sanitario: "La impaciencia está relacionada con la frustración, la irritación y hasta la ira.Genera estrés continuado, al no ejecutarse las situaciones en el tiempo que ellos previamente han estipulado. Además, produce el postergar tareas, porque no tienen paciencia para terminarlas, algo parecido al perfeccionismo".
Por si fuera esto poco, nuestro bolsillo también sufre las consecuencias de una actitud demasiado ansiosa, ya que puede generar más endeudamiento, según Elías. "Incluso la revista Forbes dice que la situación del mercado actual es consecuencia de la impaciencia y la avaricia excesivas. Por no esperar, miles de personas se lanzaron a adquirir propiedades más caras de lo que podían permitirse y pidieron prestadas enormes cantidades de dinero que no podrían pagar en muchos años, o quizás nunca", explica el psicólogo. Todo por el deseo irrefrenable de la inmediatez.
Merece la pena aguardar, "el placer, en la mayoría de los casos, está más en el camino que en el resultado", señala Elías
Son muchas las instituciones que han estudiado este comportamiento, y sus conclusiones son reveladoras. Según investigadores de la Universidad de Cardiff: "Es más probable que las personas impacientes se vean implicadas enincidentes nocturnos violentos provocados por la bebida", en parte, debido a que son más propensos a consumir alcohol y a comportarse con agresividad. La Asociación Médica Americana, por su parte, asocia la impaciencia a un mayor riesgo de sufrir hipertensión y obesidad.
A todo ello se suma un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Nacional de Singapur, de la Universidad de California en Berkeley y de la Universidad Estatal de Pensilvania (EEUU). Sus conclusiones van más allá. Después de analizar a un grupo de jóvenes, los resultados relacionaban la impaciencia con un envejecimiento más acelerado. Así lo reflejaban sus telómeros, los extremos de los cromosomas que se encuentran en el ADN. Éstos eran mucho más cortos en las personas que mostraban una actitud menos paciente, lo que indica una menor longevidad que las personas cuyos telómeros eran más largos. La clave, de nuevo, está en saber esperar.
La sociedad es culpable de que la impaciencia crezca. "Desde pequeños, generalmente, nos han acostumbrado a conseguir todo cuando nos apetece, y cuando somos mayores, seguimos pensando igual. No hemos aprendido a tolerar la frustración de no tener las cosas de forma caprichosa, ni a asociar esfuerzo con resultado", justifica Elías. El psicólogo insiste en que merece la pena aguardar: "El placer, en la mayoría de los casos, está más en el camino que en el resultado". Así que, tome nota de sus seis consejos y disfrute de la espera.
CONSEJOS PARA SER PACIENTE
1. RECONOCIMIENTO. Ser conscientes de que sufrimos impaciencia crónica es el primer paso para poder tratarla.
2. PONERSE METAS. Poco a poco, proponernos atajar la impaciencia a través de actividades alternativas. Cuando estamos en la sala de espera, por ejemplo, leer algo que nos guste para no estar constantemente mirando el reloj. A base de pequeños avances, lograremos ir mitigando nuestra irritabilidad.
3. RELAJARSE. Tensar y destensar los músculos nos ayudará en las situaciones más estresantes. Estírese y olvide el guión preestablecido.
4. VISUALIZACIÓN. Anticiparse a las situaciones. Cuando estemos tranquilos en casa, nos sentaremos, cerrando los ojos, respirando tres veces profundamente para vernos a nosotros mismos en momentos de impaciencia. Desde esta perspectiva más tranquila, buscaremos argumentos que nos sirvan para afrontar futuras esperas sin negatividad.
5. SER CONSTANTE. Los hábitos no son fáciles de cambiar porque los hemos automatizado. Para mejorar deberemos ser perseverantes hasta lograr automatizar la paciencia en nuestra vida diaria.
6. EJEMPLO PARA NIÑOS. Enseñar a los más pequeños a descubrir los beneficios de lo que hacemos a medio y largo plazo. Hay que alejarlos del premio inmediato. Esperar y tener paciencia genera gran beneficio.
*Recomendaciones del psicólogo sanitario José Elías Fernández.
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