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Carl Zimmer
The New York Times
NUEVA YORK.- Hace cuatro años, en medio de una llamada telefónica, Paula Niedenthal comenzó a preguntarse lo que significaba realmente sonreír. La llamada era de un periodista ruso que la estaba entrevistando para hablar sobre su investigación en expresiones faciales.
"Al final, me dijo: «¿Así que usted es norteamericana?»", recordó Niedenthal. "Entonces, sabe -le informó el periodista ruso- que las sonrisas norteamericanas son falsas y las francesas son verdaderas."
"De pronto, me interesé en el tema", dijo Niedenthal. A pesar de que sonreír es una de las cosas más comunes que hacemos los seres humanos, Niedenthal descubrió que la explicación científica del fenómeno era floja.
Desde entonces, la doctora Niedenthal y sus colegas han estudiado una amplia gama de investigaciones -desde escaneos cerebrales hasta observaciones culturales-, para elaborar un nuevo modelo científico de la sonrisa.
Creen que pueden explicar no sólo el origen de las sonrisas, sino cómo las percibe la gente. En un número reciente de la revista Behavioral and Brain Sciences , sostienen que las sonrisas no son simplemente expresiones de un sentimiento interno. Las sonrisas, de hecho, son sólo la parte más visible de una unión íntima entre dos mentes.
Algo más que músculos
Los psicólogos han estudiado cuidadosamente las sonrisas durante décadas, pero mayormente desde lo externo. Cuando los músculos cigomáticos de nuestras mejillas se contraen, los extremos de nuestra boca se elevan. Pero la sonrisa es mucho más que eso.
"Una sonrisa no es esa cosa que aparece" -aseguró la doctora Niedenthal-. Está relacionada con un cuerpo."
A veces, los labios se abren para mostrar los dientes; a veces, se mantienen sellados. A veces, los ojos se entrecierran. El mentón se eleva con algunas sonrisas y con otras cae. Catalogar estas variantes es un importante primer paso, pero no puede brindar una respuesta al enigma de las sonrisas.
Algunos investigadores han intentado ir más profundo, comprender qué estados mentales producen las sonrisas. Pensamos que significan felicidad y, en verdad, los investigadores encuentran que cuanto más intensamente se contraen los músculos cigomáticos, más feliz aseguran sentirse. Pero esto está lejos de ser una regla fija. A veces son los mismos músculos los que se contraen cuando la gente siente tristeza o asco.
La relación entre sentimientos y rostros es todavía más misterioso. ¿Por qué debería un sentimiento cualquiera curvar nuestras bocas? Esta es una pregunta que Darwin se planteó durante años. Una clave importante, según dijo, se encuentra en las caras de los simios que también, en ocasiones, levantan el borde de su boca. Según Darwin, esas también son sonrisas. En otras palabras, Mona Lisa heredó su siempre fascinante sonrisa del sonriente ancestro común que compartió con los chimpancés.
Los estudiosos de los primates han podido clasificar sus sonrisas en unas pocas categorías. Los chimpancés a veces sonríen por placer, pero también cuando tratan de fortalecer un lazo social con otro chimpancé.
Niedenthal piensa que algunas sonrisas humanas entran también en estas categorías. Es más: pueden ser distinguidas por ciertas expresiones. Una sonrisa vergonzosa a menudo está acompañada por un mentón bajo, mientras que una para saludar a menudo está acompañada por la elevación de las cejas.
Los chimpancés a veces no sonríen por placer o por lograr una conexión social, sino por expresar poder. Un chimpancé dominante sonreirá y mostrará sus dientes. La doctora Niedenthal sostiene que también los seres humanos ostentan una sonrisa para expresar poder y a menudo elevan el mentón de manera de mirar a los demás desde arriba.
Pero hacer una expresión facial particular es sólo el primer paso de una sonrisa. Niedenthal sostiene que la manera en que la otra persona interpreta la sonrisa es igualmente importante.
Pero lo más importante, sostiene, es que la gente reconozca las sonrisas al imitarlas. Cuando una persona que sonríe cruza sus ojos con otra, ésta sin saberlo también remeda una sonrisa. Niedenthal y sus colegas citan investigaciones que indican que esta imitación activa muchas de las mismas regiones cerebrales que están activas en el que sonríe.
Una sonrisa feliz, por ejemplo, está acompañada por actividad en los circuitos cerebrales de la gratificación y mirar una sonrisa feliz puede despertar también esos circuitos. Remedar una sonrisa amistosa produce un patrón de actividad cerebral. Activa una región del cerebro llamada corteza orbitofrontal que distingue los sentimientos que tenemos por la gente con la que tenemos una relación cercana de la de otros. La corteza orbitofrontal se activa cuando los padres ven sonreír a sus propios bebés, por ejemplo, pero no cuando ven a otros niños.
Gestos falsos
"Expresar las sonrisas no sólo permite que la gente reconozca las sonrisas", asegura Niedenthal. También les permite reconocer las sonrisas que son falsas. Cuando inconscientemente imitan una sonrisa falsa, no experimentan la misma actividad cerebral que cuando experimentan una auténtica. Esa experiencia les hace saber que algo está mal.
En un estudio, ella y sus colegas están experimentando la idea de que la imitación permite a la gente reconocer las sonrisas auténticas. Mostraron imágenes de gente sonriente a un grupo de estudiantes. Algunas de las sonrisas eran genuinas y otras, falsas. Los estudiantes rápidamente pudieron establecer la diferencia entre ellas.
Luego, Niedenthal y sus colegas pidieron a los estudiantes que colocaran un lápiz entre sus labios. Esta simple acción involucró los músculos que de otra manera podían producir una sonrisa. Al no poder imitar las caras que veían, los estudiantes tardaron mucho más en determinar qué sonrisas eran reales y cuáles eran falsas.
La doctora Niedenthal y sus colegas también evaluaron la importancia del contacto visual en las sonrisas. Hicieron que los estudiantes miraran una serie de retratos como el del Caballero sonriente, del artista Frans Hals, del siglo XVII. En algunos retratos, el sujeto retratado no miraba al espectador, mientras que en otros las miradas se encontraban. En algunas pruebas, los estudiantes miraban pinturas que tenían los ojos tapados.
Los participantes establecían el impacto emocional de la pintura. La doctora Niedenthal y sus colegas encontraron, como lo habían previsto, que la gente sentía un mayor impacto emocional cuando los ojos estaban descubiertos que cuando estaban tapados. La sonrisa era idéntica en todas las pinturas pero no era suficiente. Es más: se advertían diferencias que eran más grandes cuando la cara del retrato tenía contacto ocular directo con el espectador.
Niedenthal sospecha que tanto ella como los otros psicólogos apenas están comenzando a aprender los secretos de sonrisas que los artistas explicaban hace siglos. Quizás hasta sea posible comprender por qué la sonrisa de Mona Lisa es tan poderosa.
"Yo diría que la razón por la que ha sido tan exitosa es porque uno logra el contacto ocular con ella -dijo Niedenthal-; además, el hecho de que el significado de su sonrisa sea doblemente complicado se debe a que la propia imitación de ella es también misteriosa y difícil."
Traducción de María Elena Rey
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