En esta frase budista se encierra el secreto del cambio: aprender a valorar cada cosa y cada persona por lo que es: un milagro único e irrepetible. Cuando aprendamos a no criticar sino a aceptar y a maravillarnos ante las cosas más pequeñas que nos rodean, nuestra vida cambiará porque le estamos dejando una puerta abierta a la gratitud, la curiosidad y la alegría. Al contrario, si pensamos que no hay nada especial en las pequeñas cosas y que estamos en la cima del mundo, no solo nos estamos cerrando a la belleza sino también al aprendizaje y el crecimiento. Si no puedes apreciar el milagro que encierra una flor, es que ya estás muriendo por dentro.
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