Afirma que en dichas regiones las Industrias Culturales y Creativas (ICC) son más innovadoras que la media y trasladan esa innovación a otros sectores económicos. Y asegura que la productividad de estas industrias está por encima de la actividad económica media, “por lo que tienen un impacto instantáneo en la oportunidad de crear riqueza”.
Esta capacidad para mejorar los niveles de riqueza per cápita es más alta en los sectores de la programación, la publicidad, editorial y audiovisual; pero todos, sin excepción, “muestran altos coeficientes de correlación con el PIB per cápita”. Conceptualmente, el informe utiliza la clasificación de la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés) sobre los sectores culturales y creativos, que es más amplia e incluye, por encima del enfoque más comúnmente aceptado, la moda, las antigüedades, los servicios recreativos, el turismo cultural y el I+D creativo. El informe forma parte de un proyecto denominado Sostenuto, dentro del programa europeo Interreg.
“Teníamos indicios del impacto de las industrias creativas sobre la riqueza regional”, reconoce Pau Rausell, “pero en el proceso de elaboración del informe hemos comprobado que el impacto sobre la renta per cápita es más significativo de lo que pensábamos en principio”. De acuerdo con las investigaciones llevadas a cabo es que “los servicios creativos influyen de manera positiva en el PIB per cápita y el PIB por empleado”. Esta influencia se concreta en que “un aumento del 1% en la proporción de empleos en los servicios creativos en la región” conlleva un incremento de la riqueza de entre 1.000 y 1.600 euros per cápita.
Si se le piden ejemplos más concretos y próximos, Rausell refiere el caso de España, donde la cifra aún podría ser mayor. Según el modelo construido por este equipo valenciano, “la diferencia de 10.000 euros, por ejemplo, existente entre la Comunidad Valenciana y Madrid, vendría explicada en parte por la diferencia en más de 7 puntos de los empleados en el sector creativo y cultural”.
Este sector cuenta con 441.758 trabajadores en Madrid, donde la renta per cápita se sitúa en los 33.000 euros, frente a los 171.108 trabajadores de la Comunidad Valenciana, donde esa renta está en los 23.000 euros. Eso significa que para alcanzar la renta per cápita madrileña, la Comunidad Valenciana debería ocupar a 150.000 trabajadores más en las industrias culturales y creativas. Las cifras de Cataluña son 321.852 y 30.000, respectivamente.
Como asunto de fondo, los autores del informe rechazan de plano las tesis que presentan la cultura como una “carga neta” de la economía que, en todo caso, vale la pena sufragar por el efecto benéfico general. Y afirman de forma contundente, en sus consideraciones finales, que las actividades culturales “no son consumidoras sino generadoras netas de riqueza económica”. Por otra parte, el estudio destaca que “la generación de innovación y su transferencia se convierten en las variables claves para explicar la conexión entre sectores creativos y crecimiento económico”.
Estos sectores introducen nuevas ideas que acaban filtrándose en otros sectores productivos a través, por ejemplo, del diseño. En este aspecto, advierte Enrique Correcher, presidente de la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana, “los profesionales llevamos años diciendo que potenciar la actividad del diseño genera innovación de forma directa”, sin necesidad de recurrir “a larga cadena I+D+i, y por tanto mejora la competitividad y la rentabilidad de todos los sectores empresariales, de la industria a los servicios”, aunque hasta ahora no han tenido “estudios cuantitativos que pudieran demostrar esta afirmación”. En todo caso, agrega Correcher, “hace más de 20 años que no hay políticas de promoción del diseño en España, se ha primado el turismo y la construcción”.
El informe de la Universitat de València señala que las regiones más especializadas en el sector turístico “muestran vínculos más débiles entre la ocupación en el sector de la cultura y el PIB per cápita, quizás porque las actividades culturales se convierten en proveedoras o complementarias de actividades económicas con bajos niveles de productividad, como el sector turístico”. Esta interpretación, especialmente pertinente en un territorio como el valenciano, hace que pierda fuerza un argumento muy utilizado en todo el espacio mediterráneo sobre el papel de la cultura como “oferta complementaria” para la demanda turística.
De los datos y conclusiones aportados por este estudio podrían extraerse consecuencias para la política cultural: “Si los servicios creativos influyen básicamente en la riqueza y tienen efectos altamente localizados, se convierten en un objetivo relevante de la política regional” En la medida en que abarquen territorios más amplios, será necesario abrir el diafragma político. “Los sujetos de la política son los ciudadanos y la salud del sector creativo es un razonable requisito instrumental que no deja de ser un medio”, se afirma en el informe. Los autores demandan políticas europeas más eficaces, más eficientes y también más justas, ya que con las actuales políticas “los que soportan sus costes son los ciudadanos con menores niveles de renta y formación y los que se benefician son ciudadanos con elevados niveles de renta y formación”.
El informe se basa en datos que llegan hasta 2008, es decir, el momento de explosión de la crisis. Rausell considera, no obstante, que las conclusiones siguen siendo igualmente válidas porque en el proceso de cambio del modelo productivo no hay muchas opciones. Es más, como subrayó en la presentación de este informe en Valencia, “las oportunidades de la competitividad europea en este momento de cambio global se articulan, con pocas alternativas plausibles, alrededor de las actividades relacionadas con la creatividad, la innovación y el talento”.
Autor: Juan Manuel Játiva
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